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Una visita a la casa de Pablo Neruda en Valparaíso, Chile, regala a los sentidos, inspira aventura y revela la sencilla grandeza del hombre que vivió allí. Muchos de nosotros hemos leído su poema Oda a las Cosas y nos hemos enamorado de la sensibilidad de su alma; de su capacidad para encontrar la belleza en las cosas más simples y de rememorar un recuerdo a partir de una textura, de su capacidad para ver y celebrar la mano que creó aquellos objetos. Entonces, a medida que ... uno se adentra por su casa que asoma al infinito océano Pacífico, el poema adquiere vida porque te ves rodeado y verdaderamente engullido por 'cosas'.

No hay orden ni concierto en la colección de objetos de esta casa. No se puede encontrar un punto central en ningún período o material en particular, ni tampoco hay jerarquías en la ubicación. En una esquina cuelga un pájaro disecado como si acabara de entrar volando en la sala y, al lado, en la pared del estudio hay una vieja bacía de porcelana en posición imposible para utilizarla cuyo único fin es estar colocada para disfrutar de su belleza. Las estanterías están repletas de objetos, unos encima de otros, y las paredes también están a rebosar. Algunos objetos parecen ser valiosos, otros en cambio no. Pero eso sí, todos están colocados de forma encantadora y gozan de una posición de honor. Era un hombre que amaba sus objetos no como trofeos ni por su grandeza, sino por la historia que contaban, por el recuerdo que llevaban y por el toque de la mano humana que tenían detrás.

La exposición de grupo reunirá a un conjunto de artistas de diferentes proveniencias y que practican disciplinas diversas, con obras que constituyen sus propias 'odas' para convertir la galería Arnes y Ropke en un tesoro al descubierto de 'cosas'.