Descripción de la Exposición
El espacio entre el lenguaje
Bajo la lógica de patrones que van evolucionando, el artista nacional Sebastián Cobo toma la naturaleza como base para generar piezas geométricas y abstractas usando distintas materialidades y técnicas. Es el proceso creativo, el gran pilar narrativo y estético de esta exposición que busca tener tantos significados, como visitantes.
Santiago, noviembre 2021.- De formación diseñador, de vocación artista. Lo que pareció contradictorio en un comienzo hoy hace de la obra de Sebastián Cobo, un espacio entre el lenguaje, “a través del arte puedo decir cosas que a veces no tienen palabras”, explica al resumir lo que se podrá ver a partir del 10 de noviembre en Galería Animal.
En “Ocupar un vacío”, Sebastián repasa sus últimos doce meses artísticos en alrededor de 38 obras. Todas unidas, en algunos casos por patrones, colores o materialidades y, a la vez, distantes en fondo, libres y abiertas a cualquier interpretación. Y es que en la delgada línea entre la perfección y lo artesanal está el sello de este artista que ha hecho del proceso de cada obra, una obra en sí.
“Podría hacer todo en el computador, pero me gusta la manualidad”. Por eso para los visitantes de la muestra “Ocupar el vacío” no será de extrañar la perfección en cada geometría propuesta por Sebastián; a ojos del artista un espejismo que de cerca revela sus manos y la libertad detrás de las estructuras.
Cajas con dibujos y vidrios pintados, textos intervenidos hasta crear un lenguaje de puntos, cuadros enmarcados en aluminio y madera nativa, así como una instalación que confirma ese tránsito artístico del 2D al 3D son parte de esta exposición que con humildad Sebastián define como “un cuestionamiento personal”.
Finalmente lo que aquí hay es arte, una propuesta gráfica, muy visual y estética que no busca tener una gran interpretación, sino más bien, una invitación sensorial, entendiendo que detrás de cada obra hubo un proceso de experimentación que Sebastián busca traspasar. Prueba de ello son seis cuadros que a simple vista parecen idénticos, pero que tienen piezas incompletas.
Ahí entra el diseñador en escena también, poniendo al servicio de su arte la geometría, las estructuras e incluso la concepción de una entrega final, que en este caso esconde más de lo que se ve superficialmente. Hay una frase de Jorge Teillier que me hace mucho sentido y que resonó mucho durante todo este proceso: “…y el silencio nos revela el secreto que no queríamos escuchar”.
Una cita que este artista busca mutar hacia un secreto que se hizo verdad y que pudimos contar, narrar y sobre todo escuchar. “Ocupar un vacío” del artista chileno Sebastián Cobo, estará abierta al público, de lunes a sábado, a partir del miércoles 10 de noviembre en Galería Animal, respetando todas las medidas sanitarias.
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Ocupar un Vacío
por José Tomás Fontecilla
Lo abismal aparece en nosotros de diferentes formas: en un encuentro inesperado, en un paisaje abrumador, al final de un largo viaje o recién al comenzar uno; como nos dice el queridísimo Barthes, “heridas o felicidad, me dan a veces ganas de abismarme”. Así, tanto en una mañana de campo como en un día de lluvia a la espera de un barco, podemos sucumbir, ya sea por una explosión de amor o por la falta total de este, absortos, nos abismamos; quien sea que haya experimentado alguna vez el amor por algo, por alguien, seguro ha experimentado esas ganas de abismarse.
Es un momento de hipnosis, de desvanecimiento, son puntos de suspenso en que “me confío, me transfiero”, a un otro que no está ahí, a todo menos a ese otro. Abismarse es fugarse, desconectarse, desreponsabilizarse de los atascos del mundo. Absorto está tanto el niño que dibuja garabatos en una pared como Robert Plant cuando se lamenta, casi sin aire, why don´t you please come home. Para Barthes abismarse es ese ataque de anonadamiento que se apodera del sujeto amoroso, tanto por desesperación como por plenitud.
Algo de ese extrañamiento tiene la abstracción, que más que significar, es: es un intertanto, un momento ingrávido de concentración, de desconexión, de hechizo y por qué no, de encanto. Para quién lo hace supone un momento de embelesamiento lúdico, un acoplamiento con la cosa, con la cosa que captura su atención, es un afuera del mundo en el mundo, es la entrega absoluta a la cosa amada. Para quién lo mira, un intento imposible por ponerle nombre a lo indecible.
Sin duda, las obras que presenta Sebastián Cobo en esta exposición componen ese universo al que me refería antes; son producto de un trabajo meticuloso, repetitivo, pasmoso: horas y horas de líneas, puntos, rayas, formas, texturas, pruebas, errores, vuelta a comenzar. Horas y horas de líneas, puntos, rayas, formas, texturas, pruebas, errores y vuelta a comenzar. No se trata aquí de los grandes temas de la humanidad; no es la tecnología desafiando los límites entre la vida y la no vida ni de reflexionar críticamente sobre los dispositivos de control social, no, el arte ni cerca está de rozar esos temas.
En los trabajos de Cobo hay algo silencioso, casi monástico, hay un ritmo constante que busca formas, composiciones, cierta armonía, un universal; es por definición honesto, casi estoico. Sus obras tienen una frecuencia baja, sin duda algo obsesivo, son producto de un trabajo meticuloso, como meticulosos son los diseñadores - cada cosa en su lugar y cada lugar para la cosa -, no obstante, a diferencia del diseño, no es sino en el ejercicio formal mismo en la que las obras encuentran su fin.
En cada obra, hay un deseo incontrolable de perfección, de unidad, el desborde obsesivo de líneas y gestos está franqueado por unos márgenes bien definidos, por unas fronteras nada difusas, en un derrame contenido, en que pequeños gestos dan paso a imágenes reconocibles, figuras geométricas conocidas cuya texturas componen un trabajo minucioso de rellenar un vacío, literalmente de abismarse en la cosa.
Exposición. 31 oct de 2024 - 09 feb de 2025 / Artium - Centro Museo Vasco de Arte Contemporáneo / Vitoria-Gasteiz, Álava, España