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La componen 3 cuadros de gran formato, nueve de mediano, uno pequeño y quince dibujos sobre papel impreso, que, aunque beben en su conjunto de las fuentes de la abstracción lírica, tienen como leit motiv el mantón de Manila, una prenda elegida por esta pintora madrileña, por sus connotaciones lúdicas y carácter femenino.

Sobre la pintura de Mareta Espinosa, el crítico de arte Carlos Jiménez ha escrito que "los colores son los protagonistas indiscutibles de sus cuadros" y que en cada un cada uno de ellos "se juntan, se mezclan, se amigan o enemistan, compiten o se solidarizan, manteniendo siempre entre ellos una relación tan imprescindible como vital. Si podemos hablar de "la vitalidad de los colores"- agrega Jiménez - es porque los colores, aunque se elijan al azar en la paleta, una vez que se ... juntan en el cuadro establecen entre ellos una relación necesaria, igual de fértil que fecunda. Ya nunca más un azul volverá a ser un simple azul después de haberse acoplado con el rojo que le sube la temperatura, con el negro que lo ahonda o con un amarillo que lo aclara con su luz benevolente.

Lo dejó escrito Mark Rothko: "en cuanto el color sale del bote de pintura se hace visible para el mundo de las acciones humanas en relación con el tiempo y los acontecimientos del momento y para los ojos de aquel a quien sucede tal tiempo y tales acontecimientos. Los ojos y el alma, obviamente. Hay que celebrar que Mareta Espinosa ponga ante nuestra alma y nuestros ojos los colores que sacian el deseo de ver y de descubrirnos viendo."