La exposición reúne un conjunto aproximado de siete piezas, entre óleos y fotografías recientes, en las cuales Iribarren continúa su investigación acerca de las posibilidades de coexistencia en una misma obra de situaciones lumínicas y estructuras geométricas y también como éstas se subvierten. En esta oportunidad el artista ha creado una serie de obras donde la geometría se disipa y tiende a desaparecer, junto a campos cromáticos y juegos de sombras que son capaces de retener y recrear el cambio constante de la luz en el lienzo. "En efecto, cada obra incorpora y concentra, a la manera de una crónica visual, de un decir de la mirada, los rastros múltiples que la luz traza fugazmente sobre la pared desnuda del taller de Iribarren, y gracias a esa incorporación las presencias pintadas (los cuadros) se hacen, a la vez, imágenes y fantasmas: aparición y deseo, representación y abandono, estabilidad y volubilidad", explica Sandra Pinardi en el texto de la exposición.