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Nuevos Vecinos

Exposición / Galería La Cometa - Medellín / Calle 10B # 37 - 29 / Medellín, Antioquia, Colombia
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Cuándo:
24 nov de 2022 - 15 feb de 2023

Inauguración:
24 nov de 2022

Precio:
Entrada gratuita

Organizada por:
Galería la Cometa

Artistas participantes:
Adrián Gaitán Chávez

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Web 
Etiquetas
Dibujo  Dibujo en Antioquia  Pintura  Pintura en Antioquia 

       


Descripción de la Exposición

La muestra Nuevos Vecinos pone en diálogo parte de los dos últimos proyectos de Adrián Gaitán: Para los tiempos de Corren, presentado en la versión XI del premio Luis Caballero en el año 2022 y Nobleza Obliga, realizado en NC arte en el 2021. Nobleza Obliga Para costear las bodas de Carlos II de España, fueron vendidos 35 títulos nobiliarios. Ni los valores pactados ni las genealogías de los compradores se encuentran en unas actas que esconden más de lo que revelan. Sin embargo, sabemos que muchos de estos títulos costaron menos de treinta mil ducados, por las cartas enviadas una década más tarde, 1692, a cada uno de los clientes, advirtiendo que, si no pagaban la diferencia, sus títulos pasarían de perpetuos a vitalicios. Es decir, no podrían heredarse a los familiares. Si bien en América, la oferta de títulos nobiliarios estuvo presente, la práctica principal consistió en la venta de cargos públicos. Basta revisar los archivos de Quito, en donde, a partir de 1591, se comenzaron a feriar los puestos de regidor, alguacil y alférez, e incluso se instó al virrey a que abriera nuevos oficios que pudieran ser ofertados, esto con el objetivo de financiar la Armada del Mar del Sur. La obra Nobleza obliga de Adrián Gaitán marca una gran sala dentro de la sala. Una especie de zona aislada, cuyo dibujo sigue el contorno de una típica trampa de arena en un campo de golf. El límite del recinto está constituido por algo que parece ser un papel de colgadura elegante, sin embargo, es sólo acercarse para advertir que se trata de mera lona de costal barato. El piso del interior, ostentando un diseño rococó, está conformado por picas y tierra pisada, y una lámpara de cristal clásico ha sido levantada con bolsas de té usadas, bolsas cuyo color y olor tiñe de un resplandor melancólico la totalidad de la escena. Una franja verde cierra el contacto de la lona con el piso. Está formada de plantas que siguen un jardín interior cuyo orden aprendimos de Versalles. De nuevo, es sólo acercarse: se trata de kalanchoes, arvenses tan pobres que fue difícil encontrar su nombre. Esas sí carecen de título: sinvergüenzas, malezas de tejado, fuscas siempre combatidas, arrasadas, exterminadas, pero jamás vencidas. Es posible afirmar que todo en la muestra Nobleza obliga es verdadero: la tierra, la lona, las picas, el té; a la vez que todo es falso: el tapete, las paredes, las losas, el cristal. Adrián Gaitán ha construido una gran mentira con verdades, pero ¿de qué otra cosa están hechas las relaciones sociales? Es amarga la verdad; es hermosa la mentira. En la exposición se hace notorio que sólo lo falso necesita de títulos de autenticidad, de firmas o de sellos: los grados, los honores, el arte y el dinero. Asunto que Gaitán ha explorado una y otra vez a través de un trabajo matéricamente sorprendente y conceptualmente profundo. Aun cuando hacer esta división sería injusto, pues en su obra es la materia la encargada de elaborar conceptos. Texto curatorial: Julia Buenaventura Santos La iconografía de un santo de la primera época del cristianismo, miembro de la Guardia Pretoriana del emperador, en la antigua Roma (Siglo 3, d. C.), tuvo un inesperado auge de propagación mil años después de su muerte. Esta profusión de imágenes de san Sebastián responde a una atribución entonces apenas insinuada y casi inédita: el supuesto milagro de actuar como escudo capaz de vencer a la muerte o eludir el contagio en medio de la irrupción y gradual desaparición de una plaga que, entre los siglos 14 y 16, diezmó la población en los viejos continentes. Así, esa expandida alegoría de raíces clásicas inscribe analogías que surgen por el modo en que fue torturado, mismo en el que la mayoría de imágenes suele representarlo: el martirio de flechas que le dispararon al no abjurar de su fe (la sagittazione), pensadas como signos o mensajeros de una enfermedad que, a pesar de hundirse en su cuerpo, no logran acabar con su vida (su asesinato se produce luego de recuperarse de sus heridas, al ser azotado y apaleado). Se trata de un brote devocional al Depulsor Pestilitatis (“Protector contra la Peste”) que crece con la exaltación de su joven anatomía, resistiendo las saetas entre la agonía y el éxtasis, y que lo hace emblema por excelencia de la entereza ante un flagelo cuyo agente biológico en ese momento todavía se desconocía. Adrián Gaitán reproduce varias de estas representaciones en claroscuro (y sin flechas) sobre madera, usando como pigmento las manchas viscosas de gasolina o diésel que, por fuga, dejan los automóviles en el piso de los estacionamientos. Con reverberaciones a la pandemia, la instalación se concentra en otra fiebre, de la que no nos hemos aún recuperado: la del “oro negro”, motor de la sociedad industrial y de las guerras del último siglo. En medio de una transición donde estos combustibles fósiles empiezan a ser sustituidos por energías renovables de cero emisiones, varias de las más grandes empresas de hidrocarburos han tenido en los últimos años una política de subvención y mecenazgo a distintos museos en todo el planeta. Estos actuaron como fuente (o refugio) para una limpieza de imagen corporativa aludida por el artista en una suerte de umbral luminoso o escenario cinematográfico que, inmerso en muchas formas de colapso, puede pertenecer tanto al fin como al principio de los tiempos. Su proyecto pretende enviar estas umbrosas copias, siendo desde aquí remitidas a distintas ciudades del mundo donde los originales se encuentran. Explorando así la posibilidad de ser ungidas o no por el sistema del arte (¿“santos óleos” para consagrar a los admitidos o dar extremaunción a los enfermos?), reclamando su breve sustitución dentro de esos mismos recintos de valor o respaldo; en un momento en que todos los valores, al igual que nuestras nociones de recursos y poder, claman también ser sustituidas. Como si fuese la crónica de un derrumbe, la instalación de Santos sugiere que, con o sin retorno, hay energías (icónicas, históricas, culturales) cuyo contaminante y oscuro esplendor vemos aún fascinados. Una opulencia decadente que, con o sin fe, aceptamos como invitación a un moderado suplicio: aquél capaz de postergar el inexorable y merecido acto de morir, como si por descuido hubiese llegado a la cuenta una retribución de vida suplementaria. Texto curatorial: Emilio Tarazona


Entrada actualizada el el 06 feb de 2023

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