Después de sufrir una grave lesión neurológica que me dejó totalmente inmóvil durante semanas y del que actualmente sufro secuelas, he tenido que adaptarme a una nueva forma de fotografiar la calle. Ideé un sistema para sujetar la cámara al chasis de la silla de ruedas y fotografiar mediante un disparador remoto. “No hay luz sin oscuridad” es el resultado de meses fotografiando la calle en un intento de comprender ciertos aspectos personales, y de compartir estas fotografías con Maria J. Sánchez, una persona afectada por un Trastorno Límite de la Personalidad. Se establecieron paralelismos muy estrechos entre lo que ella sentía mentalmente y lo que yo fotografiaba, existiendo una fuerte implicación emocional, tanto por el dolor que siente esta persona debido a su trastorno, como por mis experiencias pasadas. De este modo la calle se transformaba en un nuevo escenario, dónde lugares y personas son los protagonistas de nuevos significados e interpretaciones personales.