Descripción de la Exposición ------------------------------------------------------- ------------------------------------------------------- Aproximadamente, un millón y medio de los seis millones de judíos asesinados en el Holocausto eran niños. El número de aquellos que sobrevivieron es estimado en solo unos miles.
La muestra “No es juego de niños. Niños en el holocausto - creatividad y juego” se presenta con la colaboración de la Casa Sefarad-Israel.
El Holocausto puso fin, prematuramente, a la infancia de estos niños. Aún así, tanto los que fueran asesinados durante el Holocausto como los pocos que sobrevivieron continuaban siendo niños, a pesar de haber asumido también otras funciones. En algunos casos estos niños fueron el sostén de la familia, dando a sus padres el aliento y la esperanza para continuar su desesperada lucha diaria de sobrevivir.
El mundo de los niños judíos en Europa antes del Holocausto estaba caracterizado por una diversidad casi igual al número de individuos implicados: cada niño y cada familia, cada niño y su entorno inmediato, cada niño y el entorno cultural en el que fue criado. Algunos estudiaban en el “jeder” y vivían en un ambiente intensamente ortodoxo; otros estudiaban en escuelas estatales y su concepción era totalmente laica. Entre estos dos extremos estaba toda la gama de convicciones religiosas. Algunos de los juegos que los niños jugaban y de los libros que leían siguen formando parte de la cultura social de niño de hoy en día: juegos de calle y pelota, juguetes, juegos de mesa como el “Monopolio” y el ajedrez, libros como El jorobado de Notre Dame y Anne of Green Gables, y personajes de las películas de Walt Disney tales como el ratón Mikey y Blancanieves y los siete enanitos.
Una vez asumido el poder por los nazis, en 1933, el sufrimiento de los judíos alemanes fue incrementando constantemente. Se promulgaron leyes que afectaron todo aspecto de su vida cotidiana, excluyendo a los judíos de la economía, de las instituciones educacionales generales y de otras tareas de la vida social. Las comunidades judías trataron de establecer sus propios sistemas educacionales. En número creciente, los judíos procuraron emigrar de Alemania, pero pocos países estaban dispuestos a acogerlos, debido a la agudización del antisemitismo.
Muchos padres decidieron separarse de sus niños, enviándolos al exterior, para asegurar su futuro. Antes de estallar la Segunda Guerra Mundial en septiembre de 1939, Aliyat Hanoar logró traer unos 5000 niños a palestina. Otros 9000 encontraron refugio en Gran Bretaña después de la Noche de los Cristales Rotos (Kristallnacht) de noviembre de 1938. Sin embargo, muchos miles no lograron encontrar asilo. La mayoría de niños que emigraron jamás volvieron a ver a sus padres.
Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), los nazis y sus cómplices separaron a los judíos de sus vecinos y confinaron a millones de judíos en los guetos –barrios cercados habitados sólo por judíos, quienes no podían salir sin permiso.
Las horribles condiciones en los guetos –hacinamiento (más de 15 personas por cuarto), hambre, inmundicia y frío –cobraron muchas vidas. Más de 85000 de los 450000 judíos recluidos en el gueto de Varsovia perecieron en el transcurso de dos años. Muchos niños intentaron ayudar a mantener a sus familias aceptando trabajos y contrabandeando comida hacia el gueto. Al mismo tiempo los adultos hacían colosales esfuerzos para proporcionar comida y educación a los niños y organizar actividades para la gente joven.
Tan pronto asumieron el poder en 1933, los nazis erigieron campos de concentración para encarcelar y maltratar a miles de “indeseables”, entre ellos muchos judíos. En el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, muchos más campos –de concentración, de trabajos forzados y de tránsito –fueron establecidos en toda Europa, con cientos de miles de prisioneros, muchos de los cuales fueron asesinados.
En los campos de trabajo, muchos centenares de miles de judíos y no judíos fueron sometidos a trabajos forzados. Los campos de tránsito como Westerbork y Drancy, eran puntos provisorios de concentración de judíos designados a su deportación a campos de exterminio.
Durante varios meses –desde septiembre de 1943 hasta junio de 1944 –ocurrió en Auschwitz-Birkenau un fenómeno inusitado. Frente a los crematorios, los nazis establecieron un campo provisorio para más de mil familias de Theresienstadt que llegaron en dos transportes. Durante el día centenares de niños de esas familias permanecían juntos en las barracas, intentando desarrollar una vida normal –estudiar, jugar y cantar. El creador y director del “Bloque de Niños” fue Freddy hirsch, que organizaba las actividades con la ayuda de un equipo esmeradamente seleccionado de jóvenes instructores. Los niños, la mayoría de los otros miembros de sus familias y algunos de los instructores, Hirsch incluido, fueron asesinados seis meses después de su llegada al campo de exterminio.
Decenas de miles de judíos buscaron refugio en desvanes, sótanos, bunkers, alcantarillas y lugares similares. Muchos consiguieron documentos falsos, en tanto a los niños frecuentemente se les escondía entre familias cristianas. La proporción de sobrevivientes era baja: la mayoría de los fugitivos fueron descubiertos y asesinados. Se estima que el número de judíos que sobrevivieron en la clandestinidad sólo miles.
Para salvarse decenas de miles de judíos buscaron asilo entre no judíos, huyendo de los guetos y campos hacia los densos y masivos bosques y las altas montañas. Algunos de los fugitivos se plegaban a unidades partisanas antialemanas; otros vivían en campos de familias judías partisanas. Las operaciones de sabotaje, las duras condiciones de vida y la implacable caza de hombres por parte de los alemanes les costó la vida a muchos de estos combatientes.
Los judíos que intentaron huir del Holocausto (solos o con sus familias), tuvieron que soportar más que las peripecias del viaje: se veían obligados a ocultar su identidad ante los nazis y sus colaboradores, que estaban al acecho por todos lados –incluso entre los fugitivos mismos. No había prácticamente donde escapar: Europa toda se había tornado en una trampa mortal para los judíos y la fuga era casi imposible.
Las rutas de escape llevaban a tres destinos principales: a Rusia y Siberia, desde donde unos pocos lograron llegar hasta Palestina, vía Teherán; al sur de Francia, España y Portugal; y a Suiza y Escandinavia.
Después de la guerra, cientos de miles de sobrevivientes, entre ellos miles de niños huérfanos, surgidos de las ruinas de Europa buscaban el modo de volver a vivir. Algunos intentaron regresar a sus hogares, pero en su mayor parte eludieron esa solución, dado que sus familias habían perecido. Los aliados establecieron campos de desarraigados en Alemania, Austria e Italia. Muy lentamente, los sobrevivientes empezaron a volver a la vida. Algunos se casaron y algunos incluso tuvieron hijos. En los campos se preocupaban por el bienestar de los niños: se establecieron orfanatos, un sistema de búsquedas de familiares e instituciones educacionales. De los aproximadamente 250 000 judíos acogidos en Campos de Desarraigados después de la guerra, unos 160 000, incluyendo varios miles de niños, inmigraron a Israel.
Formación. 08 may de 2025 - 17 may de 2025 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España