Descripción de la Exposición
Joaquín Viña y la resignificación del imaginario colectivo
Escribía el añorado Rubén Suárez que Joaquín Viña (Candás, 1975) “suma a los planteamientos del pop clásico una inteligente aportación del cómic y los dibujos animados que modernizan y dinamizan unas pinturas, y eso es particularmente interesante, que son formalmente atractivas y de sugestiva ambigüedad en el desplazamiento de significados, lo alegórico y lo crítico”. Es ese paso más, esa vuelta más al pop-art lo que ha caracterizado siempre la obra del Artista Candasín. Viña, con su excelente manejo de la técnica, pone todo su imaginario personal al servicio de la crítica y la sátira. Su obra no es meramente representativa sino que busca impactar directamente en la conciencia del espectador.
En la colección que ahora presenta en la galería Arancha Osoro, en ese esperado regreso de Viña a Oviedo, el artista enfrenta al espectador con los siete pecados capitales y lo amortigua con otras tantas virtudes. Ahí está toda la tradición judeocristiana, esa religiosidad temerosa del castigo y del infierno, pero también está la pasión cinematográfica del artista. Como si de un monaguillo o un seminarista se tratase, Viña siente la necesidad de compensar esos pecados con siete virtudes. Ahí está la balanza, el término medio la centralidad en la conducta que conduce, al menos, a la tranquilidad, cuando no a la paz. Pero no, querido espectador, no será así, la balanza no pesa lo mismo de un lado que de otro.
Viña acude una vez más a personajes infantiles, a los Pitufos, a Blancanieves, a Pinocho… en lienzos luminosos, coloristas que atrapan a quien se planta ante ellos. Son obras trampa. El pequeño Pinocho, con más atributos que su nariz, o la bella Penélope Glamour, a la que el varón Barón Hans Fritz, deja claro que él, el hombre, estará siempre por delante de la mujer. Es quizás esta obra, la dedicada a la Soberbia, la que más ejemplifica esa afirmación de “obra trampa”. El espectador acude a ella en un viaje a los Autos Locos de su infancia y se encuentra con el machismo tan normalizado parece provocar en Penélope un gesto de resignación, un sutil y casi temeroso gesto de resignación.
Esa es la resignificación de la memoria popular lo que ha marcado siempre la obra del Artista Candasín. Lo ha vuelto a hacer en esta colección que presenta Arancha Osoro.
DAVID ORIHUELA