Los artistas van cargando sobre sus espaldas la costumbre de convertir en naturaleza los objetos de los que disponemos en la mesa o en la mirada o en las leves biografías o en los escenarios. Seres que de tan meticulosos con los objetos se volvieron artistas, guías, dirigentes del espacio y de la atmósfera. Objetos pululantes, micromóviles, que al quedar expuestos se volvieron formas, nebulosas reliquias familiares: fantasmas. Contemplarlos, para nuestra sorpresa, nos convierte en artistas. Con la vista imponemos un orden propio, curioso y autobiográfico (ésa es la historia del arte). Interpretamos por ello un sorpresivo papel: una quimera. Podemos invocar y traducir en la mente unidades “vivibles” que se acomodaron ante nuestra vista, ante nuestra conciencia como escenificaciones de nuestra propia alma, de nuestro pasado o de nuestros ánimos e inclinaciones por la vida, complicada o sencilla. “Miramos” cada escena o episodio como lo registró en su alcoba,...en su momento, Sor Juana: un cadáver con alma, / muerto a la vida y a la muerte vivo, / Nuestro primer sueño.
Alberto Dallal
Entrada actualizada el el 30 oct de 2017
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