En la lucha hegemónica entre Inglaterra y Francia, la caricatura, al servicio de la sátira política, cumplió una función esencial para crear estados de opinión, disputa en la que los galos fueron noqueados por los ingleses, y lógicamente Napoleón sería el blanco predilecto. Entre los caricaturistas se elevan las firmas de James Gillray Thomas Rowlandson e Isaac Cruikshank. A propósito de Gillray, Napoleón expresó durante su exilio en Elba: “Las caricaturas que ha hecho de mí, me han causado más daño que una docena de generales”. Fue objetivo nuestro convertir la sala transitoria del Museo Napoleónico en un espacio alternativo, hereje, ovejinegro, que brindara al visitante un impasse de suspicacias y sonrisas, conscientes de que toda historia tiene al menos dos versiones.