La autora continúa reflejando un estilo muy personal, caracterizado por peculiares atmósferas en donde sus figuras humanas desaparecen fundiéndose con lo que les rodea.

Ir y Venir, 2003; Estudio de Menagarai, 2002 y Espejo junto a la ventana, 2003, son algunas de las grandes telas que muestra la artista. En ellas se refleja una vez más su característica pincelada intermitente, con apenas sombras, seres anónimos que comparten escena, pero aparecen solos entre la multitud. Es la suya una pintura de ambientes donde aparecen recurrentes, como formas fantasmales, una serie de figuras contorneadas. Su temática mezcla de manera inquietante la realidad e irrealidad, encontrándose sus creaciones invadidas por un simbolismo y una peculiar atmósfera que dota de una cierta magia a todas sus obras.

Sueño, 2000/03; Figura traspuesta, 2001/03 y Entrada al cielo, 2001, son otros de sus óleos sobre lienzo, realizados con armoniosas combinaciones cromáticas. "El despojamiento de la carne está naturalmente ... encarnado en el despojamiento de la pintura", citando a Javier Viar y a Fernando Huici quien apunta: "En el rumoroso quiebro entre dibujo y color, en esa suerte de impresionismo mental, M.P. Herrero desvela sin disimulo esa tesis que constituye una clave general dentro del simbolismo: que la comprensión y expresión del sentido de lo real pasa obligadamente a través de un vértigo que no es otra cosa que el espacio del lenguaje, esa red, tela de araña, pegajosa, frágil y abismal".

La exposición se completa con una serie de papeles recientes de pequeño formato; unos en blanco y negro, realizados en París, y otra colección de dibujos en color, en los que como en todos los casos, la pintora, trata ambientes súbitos que esconden más que manifiestan.