Descripción de la Exposición
(Madrid, 27 de noviembre de 2023). El verso de Paul Valéry -incluido en La idea fija- en el que el poeta ponía en evidencia que la epidermis nos conecta con el entorno y los objetos que nos rodean –idea que luego fue retomada por Deleuze en Lógica del sentido-, sirve de título a este proyecto de intervenciones realizadas expresamente para el Museo Lázaro Galdiano, generadas con software 3d, y utilizando por primera vez en algunos detalles la IA (Inteligencia artificial). Imágenes digitales, dibujos y esculturas de cristal de la artista Marina Núñez componen Nada es tan profundo como la piel, un conjunto de site specific que, desde el 1 de diciembre hasta el 10 de marzo de 2024 y comisariado por Isabel Tejeda, se posarán, desde la delicadeza y la intimidad, en la superficie de las Salas 7, 9, 11, 17, salón de baile y Pórtico, apropiándose de manera sutil de la noción misma de museo de arte y de colección como una fórmula que redimensiona su sentido al proponer modelos museográficos alternativos.
No es la primera vez que la artista palentina trabaja sobre colecciones ni espacios patrimoniales –Catedral de Burgos (Tinieblas y luz, 2008), Museo Thyssen-Bornemisza (Vanitas, 2021)–. Pero sí resulta esta una ocasión especial. Su peculiaridad es que “en su origen, el Lázaro Galdiano fue entendido como una Gesamkunstwerk, una obra de arte total en la línea de los gabinetes de curiosidades o los studiolos del Renacimiento europeo”, como expresa la comisaria y catedrática de la Universidad de Murcia. “Sí, creo que esta exposición tiene mucho que ver con otras anteriores, pero, tanto por las obras de la colección como por su propia arquitectura, es diferente, parto de la abundancia de ornamentos del Lázaro Galdiano, tanto aquellos que decoran las salas como los representados en muchos cuadros”, añade Marina Núñez.
Porque sobre lo más profundo, en la piel, vaga la intuición poética con conocimientos que la razón no alcanza. Si la piel es la encargada de poner en contacto el adentro con el afuera como umbral de las sensaciones en relación con las que tiene el mundo, Marina, a través de sus obras, pretende integrarse en el Museo con una discreción que parece deslizarse sin hacer apenas ruido, apostando por las superficies materiales, por la piel del propio espacio y los elementos que lo habitan, “y no por hipotéticas esencias profundas e invisibles”, como ella misma especifica.
En diferentes salas, la artista se sirve del ornamento, estilema propio de un pasado pre-industrial, como algo no epidérmico, sino estructural, para construir un nuevo imaginario con connotaciones políticas sobre el papel de las mujeres en la historia del arte y en la sociedad, manteniendo así la coherencia conceptual y temática con sus primeros trabajos de los años 90, y conduciendo al espectador hasta la idea de que los seres humanos somos naturaleza, que nuestro entorno no es algo ajeno a saquear.
En todas las obras se representan, además, plantas, antiguas o nuevas especies botánicas, que se pueden encontrar en las telas, en las pieles, en la arquitectura de las obras o del Museo. “El ornamento representa vida, y produce vida, y nos encontramos seres humanos como paisajes, como ecosistemas”, apunta la artista, que ha pretendido llevar a cabo actuaciones respetuosas en las que las piezas de los grandes maestros mantengan su centralidad y no pierdan en ningún momento su visibilidad ni su protagonismo. Marina Núñez defiende que la naturaleza no es lo otro, sino lo mismo, retomando el topos de la oposición de la historia del arte entre naturaleza y artificio, que pone en cuestión. De esta manera, evidencia la condición orgánica del ser humano y su fragilidad. Y lo hace con cuerpos femeninos.
Un recorrido lleno de símbolos imbricado en el espacio del Museo
Mientras que en algunas de las salas la experiencia es más inmersiva, en otras las imágenes o esculturas, más discretas, se relacionan con las obras de la colección que las rodean, como cuenta Marina. Por ejemplo, en el salón de baile del Museo Lázaro Galdiano, de decoración neorrenacentista, y del que arranca la exposición, la artista ha creado Ornamento, en el que, a modo de trampantojo, aparecen unas mujeres bajo un sudario, interviniendo la marquetería artesanal del suelo, de diseño único, y trasmutando este espacio público en el más privado, o el más alejado de la vida, la tumba. “Enterradas bajo el ornamento que ha definido su feminidad están huecas, son ornato en sí, pero sobreviven reivindicando que su piel es también armazón, exoesqueleto”, explica la comisaria. La escritora antiesclavista Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873), cuyo retrato, de Madrazo, cuelga en la misma sala, las mira apoderándose de un espacio y un tiempo en el que ella es más que parte del decorado de un palacete burgués. “Para estas mujeres, como para la escritora romántica, manto y carne son la misma cosa ligada al concepto de lo infinito que culebrea entre sus pliegues”, añade Tejeda.
En la actual Sala 7, dedicada al arte español de los siglos XV y XVI, repleto de referencias de techo a suelo, a modo de estores aparece Botánica, gigantes rostros femeninos de cuya piel de encaje parecen brotar perlas, pero que en realidad son esporas o huevos dentro de los cuales nacen plantas. “Recuerdan a los jarrones que acogen mundos, las tempestades de sus Naturalezas muertas (oleaje y tornado) de 2022. Estos rostros reverdecidos son receptáculo, son herbarios en sí mismas”, explica Isabel Tejeda. En estas dos piezas, la artista defiende que “lo simbólico afecta a lo real, el arte a la vida” y para ello hace nacer de la representación de las flores que muestran los encajes, la vegetación real que, paradójicamente, es de nuevo otra representación.
Una experiencia sensorial estimulante para el espectador
En el antiguo comedor de gala, dos grandes Vírgenes Inmaculadas de Claudio Coello y Miguel Jacinto Meléndez flotan sobre sendas consolas de madera y mármol. Otras dos consolas ocupan simétricamente el resto de esquinas del antiguo comedor. Son los cuatro muebles elegidos para que se posen, también flotando en la transparencia de sus cristales, las mujeres aire/agua de Marina Núñez: Ciencias Naturales. Explica Tejeda que con luz propia inundan ingrávidas su mundo, “que es al tiempo un macro y micro cosmos conformados por máquinas y engranajes, virus, una radiolaria (un tipo de protista) que flotan como plancton en los océanos; neuronas y distintas plantas en un guiño a los modelos cosmológicos de los siglos XVI y XVII”.
En la Sala 17, dedicada a la pintura flamenca de los siglos XV al XVII, la artista ha creado unas dríades ingrávidas sobre pan de oro, que, bajo el título de Gótico 1, se mezclan entre las vírgenes flamencas de pequeño formato, piezas de devoción antes de convertirse en obras de arte. Flotan bajo un manto rojo a través del cual se escapan sus largos cabellos ensortijados, y son una referencia a la cabellera femenina, que ha sido analizada y representada por Marina Núñez en su pintura de principios de los 90. En numerosas culturas, el cabello se oculta bajo velos que en los casos más extremos llega a cubrir el cuerpo, como les ocurre a estas ninfas del Museo Lázaro Galdiano. “Pero bajo su velo rojo, el color de las pasiones desatadas, se escapan en un sentido telúrico: sus cabellos/hierba tienen vida propia y ejercen el papel de unas alas, al tiempo que unas fuertes raíces desenraizadas ocupan el lugar de los pies y permiten que entendamos que se trata de mujeres/árbol, capaces de perder su peso y volar sobre un espacio dorado de connotaciones místicas. Son formas que vuelan en lugar de figuras que pesan. Como las brujas”, continúa Tejeda.
En el antiguo recibidor, donde hoy se sitúan los retratos femeninos de la colección, presiden el espacio dos Dafnes en grisalla que ocupan el lugar del cuadro de Sofonisba Anguissola, en préstamo temporal, y que la artista ha titulado Envidia. Ya tocadas por Apolo, estas mujeres han iniciado su transición vegetal.
La visita acaba en el Pórtico, la entrada original del palacio. Marina Núñez ha creado unos vídeos, Las herboristas, que se entretejen con las armaduras historicistas que José Lázaro compró en el siglo XIX. Cinco pantallas con imagen en movimiento referencian al mito clásico de la cabaña primitiva y guiños a los ventanales de los óleos de los primitivos flamencos que pueblan el Museo. Su piel, al igual que su manto, posee idéntica textura de encajes dorados con motivos decorativos vegetales. Como analiza la comisaria, “son ellas mismas flores, el patrón fractal del paisaje que recorre una epidermis que atraviesa traslúcida su cuerpo hueco. Se mimetizan con su mundo, sus identidades se relacionan con su entorno siendo uno y mismo. En dirección contraria, otras mujeres defienden el jardín botánico y a las herboristas portando una cota de malla que es su propia epidermis. Contrastan con las armaduras ornamentadas del espacio, una dureza asociada al material, que no es más que piel metálica”.
Nada es tan profundo como la piel es una muestra con metáforas que marcan que el principio nace del final o que el origen siempre regresa, en la que Marina Núñez pretende “provocar en el espectador una experiencia intensa sensorial y emocional que sea estimulante”. Una exposición que, en palabras de la directora del Museo, Begoña Torres, “permitirá a los visitantes convertirse en agentes activos y creativos, capaces de participar en la construcción del sentido de las obras”.
Sobre Marina Núñez
Marina Núñez (Palencia, 1966) es una artista multidisciplinar que trabaja con distintos formatos, como la pintura, el vídeo y las nuevas tecnologías, entre otros. Es licenciada en Bellas Artes por la Universidad de Salamanca y doctora en Bellas Artes por la Universidad de Castilla-La Mancha, y actualmente compagina su carrera artística con la docencia en la Universidad de Vigo.
Comenzó trabajando la pintura, para expandirse posteriormente hacia otros medios. Con ellos ha creado un mundo propio, centrado en lo femenino y en el papel de la mujer en la historia, que incluye frecuentes guiños a la Historia del Arte, particularmente al arte barroco. A través de su personal lenguaje, indaga en conceptos como la identidad, la locura, la desintegración, lo aberrante y lo monstruoso, siempre centrándose en representaciones anómalas o de aquello que existe al margen o contra el canon, poblando sus cuadros, infografías o vídeos, que suelen abordar la identidad metamórfica, híbrida, múltiple, espejos ligeramente deformados que nos sugieren que la locura o la monstruosidad son simplemente una cuestión de grado. Marina recrea una subjetividad desestabilizada e impura para la que la otredad no es algo ajeno. En su obra plástica reciente, también invita a reflexionar sobre cómo afectan a nuestra subjetividad y a nuestra vida las interferencias entre lo humano y lo tecnológico.
La obra de Marina Núñez forma parte de importantes colecciones internacionales, con gran éxito dentro y fuera del circuito artístico, y de numerosas exposiciones en prestigiosos museos y galerías de Europa, Hispanoamérica y Estados Unidos.
Exposición. 19 nov de 2024 - 02 mar de 2025 / Museo Nacional del Prado / Madrid, España
Formación. 23 nov de 2024 - 29 nov de 2024 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España