Descripción de la Exposición Las cuatro esculturas de hierro de César David Montero Naces, Eres, Mueres, Tierra que se pueden ver actualmente en algunas plazas del casco antiguo de Cáceres, se inspiran en los conceptos de obras anteriores que fueron expuestas en el año 2001 en el Museo Vostell Malpartida: aplicando el procedimiento de la deconstrucción elaborado por el filósofo francés Jaques Derrida, estas esculturas compuestas de un haz de tubos invitan al espectador a mirar en su interior como si fueran anteojos, con lo cual se realiza una deconstrucción parcial del entorno que las rodea. Además de posibilitar esta operación de deconstrucción, la forma de las cuatro esculturas sirve de metáfora para expresar distintas fases de la existencia del ser humano. No solamente implican al presente que el espectador está viviendo cuando mira en su interior, también le invitan a reflexionar sobre sus orígenes y su futuro como ser vivo. En la escultura Naces vemos como la espiral en su desarrollo espacial nos habla del crecimiento del ser a partir de un núcleo original cargado con todo el bagaje genético heredado de sus progenitores. Al mismo tiempo llama la atención cómo esta formación del ser determina la metodología utilizada por el escultor a partir de un primer tubo envuelto por los demás, soldadura tras soldadura. Esto significa que la escultura es el mismo ser en crecimiento, que con su conquista del espacio la evolución de su espiral cumple el programa genético al que estaba destinado desde los esbozos preliminares elaborados por el artista en su estudio, antes de su materialización en el taller, una materialización que no es más que el resultado de la combinación del azar y de la necesidad cuando se proyecta en el futuro. Con la representación de una figura humana mediante la suma de los huecos de los tubos en Eres, el hombre ya crecido, y por tanto apto a ejercer plenamente su conciencia, se muestra con todas sus facultades cognitivas en alerta para captar los signos que le lanzan el mundo que le rodea, el aquí y el ahora de las condiciones existenciales del hombre en su representación pura y dura. En clara oposición con la espiral de la vida, las formas de Mueres expresan la rigidez cadavérica de los muertos tendidos horizontalmente en su lecho, espantoso resultado de la defección de la vida, con la aniquilación de todos los constituyentes del ser reflexivo (sensaciones, memoria, juicio...), y ya entregado para siempre a la tierra bajo su túmulo tumbal inspirado en el dolmen neolítico. Con mucha lógica, la reflexión sobre la vida y la muerte concluye en Tierra, cuyas formas reflejan claramente una oposición bipolar: por una parte el círculo ahuecado central es un claro símbolo de una entidad global y espiritual (recordemos el círculo en el que inscribe Leonado su representación universal del hombre), mientras que el paralelepípedo con sección cuadrada es el símbolo de lo terrestre (las cuatro estaciones, los cuatro puntos cardinales, los cuatro elementos, etc.) en lo que descansan los cuerpos sin vida. Naces, Eres, Mueres, Tierra son unos ejemplos hermosos de cómo el hombre puede seguir aún habitando las cosas con el arte, sin abdicar nunca de su afán para encontrar vías nuevas de aproximación a la esencialidad del ser. Con su lenguaje de formas potentes que rompen la trivialidad del tránsito cotidiano en las plazas de Cáceres donde se exponen, expresan el intento desesperado de su autor para encontrar un posible camino que nos permita volver a la unidad perdida de nuestra humanidad moderna, es decir, un modelo de sublimación del ser mediante la 'presencia' de un yo que se busca y se encuentra en y con la elaboración de su particular lenguaje artístico.