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Mundo recosido y geishas

Exposición / Fundación Antonio Perez - Centro de Arte Contemporáneo / Ronda de Julián Romero, 20 / Cuenca, España
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Cuándo:
14 feb de 2014 - 20 abr de 2014

Inauguración:
14 feb de 2014

Organizada por:
Fundación Antonio Pérez

Artistas participantes:
Emilia Enríquez Marcos

       


Descripción de la Exposición

La Fundación Antonio Pérez inaugura la exposición de la artista Emilia Enríquez (Orense, 1972), que bajo el título Mundo recosido y Geishas presenta dos proyectos. El primero de ellos, Mundo recosido, constituye el trabajo que la artista ha desarrollado en los dos últimos años. Se trata de una instalación escultórica de esqueletos, que reflejan un viaje sobrevolando nuestra evolución como especie, explorando el desarrollo físico, social, intelectual y tecnológico, nuestras relaciones con todo ello, nuestro paso por la tierra y la historia de la vida. Geishas es un proyecto anterior en el que la artista presenta una instalación de esculturas dedicada a la figura de la geisha japonesa. Emilia las presenta en un escenario teatral en el que, como ella misma las describe «... de manera silenciosa y singular, nos irán contando y escondiendo historias humanas, mostrando su naturaleza, el complejo y total sacrificio que conllevan. La idea es conceptual en oposición al trabajo manual, las esculturas tienen algo de marionetas, de autómatas. Las he trabajado siempre desde un enfoque interior, pensando en primer lugar en su largo aprendizaje, su entrega, sus sacrificios, sus privaciones, la falta de libertad y su lucha contra el tiempo». La exposición estará acompañada de un catálogo editado por la Fundación Antonio Pérez y la Diputación de Cuenca, en el que el investigador y crítico de arte Alfonso de la Torre ha colaborado con un texto en el que realiza un exhaustivo análisis de la obra de Emilia Enríquez.

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En cada ocasión en que me he enfrentado a las últimas creaciones en el estudio de la artista, Emilia Enríquez (Orense, 1972), he pensado en el aire arqueológico, de yacimiento, de paisaje después de la batalla, que tenía el mismo durante la construcción de lo que Enríquez titula Mundo Recosido, esa singular historia en la que ha trabajado frenéticamente, sin descanso ni aliento, obsesivamente como corresponde a una artista intensa, los últimos dos años. Un relato que no es tanto una tesis como un contenedor de otros relatos, summa de microhistorias donde la creadora establece una reflexión, -una suerte de viaje, señala Enríquez, sobrevolando nuestra especie-, planteando la condición igualitaria del esqueleto, esta forma de la que se sirve para crear como emblema de la lucha diaria por la supervivencia. Artista tejedora, cuerpos y escrituras, Penélope émula de algunas creadoras del arte de nuestro tiempo, -y estoy pensando en la Bourgeois-, que han tenido aguja e hilo (o elementos afines rememoradores de la costura, del recosido), como material usual de su taller. Aguja e hilo de la paciente labor, hilo y aguja del concienzudo cirujano suturador de las heridas, recomponedor de cuerpos vapuleados por el dolor. Tejiendo elementos dispares, historia y cuerpo, escritura en el tiempo de las formas con el mágico poder de la aguja y el hilo, la artista gallega propone la elevación de un nuevo cuerpo simbólico que es construido con sus manos, dispuesto suspendido en el espacio, componiendo un objeto artístico a veces de aire dramático, otrora un punto grotesco, pareciere en todo caso que, tal vapuleado fénix, resurgiendo entre las cenizas del tiempo. En cierta medida, Enríquez, elevando su mundo recosido, propone reflexionar entrópicamente sobre nosotros, humildes mortales, sin desdeñar escudriñarse a sí misma, lo cual no es más que plantear también un exorcismo. Enríquez realiza una labor de escritura ya se dijo, esto es, traza signos construyendo sus esqueletos recosidos que componen una suerte de alfabeto, el propio título de 'recosido' habla de una nueva compostura de los pedazos generando un extraño discurso, una labor paciente de indagación, de encuentro aquí y acullá que daría, por consecuencia, hacer visible la propuesta de una insólita reconstrucción de un cuerpo. Tradicionalmente la recomposición a través de la costura es práctica aliviadora de la desazón, frecuentemente amparada en la soledad del secular encierro femenino, mas la reconstrucción no siempre es gozosa para quien crea, pues plantea interrogantes, algunos relativos a la propia identidad humana, escritura pues a la búsqueda de la reconstrucción y desde esta, al hallazgo de la palabra que, inasible su aire, es palpada en el encuentro con su universo recosido, un mundo otro. El arte no expresa lo visible, sino que hace visible lo inefable, son las palabras de Paul Klee. Elevación así de un nuevo 'mundo' obtenido con la compostura de fragmentos, orbe con aire herido, que refiere la paciencia de recoser los retales de lo humano, el citado encierro tradicional de la mujer y también menciona el sediento espacio de reclusión inherente a la condición del artista, de todo tiempo, condición, lugar o identidad, -'j'ai soif', citaba Palazuelo encerrado en su torre de Saint-Jacques-, hasta elevar un nuevo cuerpo, alteridad en el espacio manifestada en otro cuerpo hecho de fragmentos. 'Una criatura hay en mí', subrayaba G. W. Russell, y tarea del artista, -quehacer o, más bien, condena émula de la del reo abocado impenitente al viaje-, es la búsqueda 'de todos los tesoros', ese 'mundo de oro que nos rodea'.

 

Al cabo, el trabajo de Enríquez puede concluirse que es poético, pues su finalidad, esa recomposición de la que venimos hablando, supone una propuesta, desde el caos del yacimiento del estudio, para sacar a la luz una nueva dimensión de la realidad. Y colegir así que sus creaciones encajarían dentro de lo que podríamos llamar un antropoarte paciente, una reflexión artística capaz de indagar sobre la condición humana, en torno a los misterios y zozobra del existir.

 

Cuerpos óseos elevados, tal marionetas, en el espacio, construidos con restos y frecuentemente limitado el color a las notas de rojo. Taxonomiza Enríquez sus diversas creaciones, que viajan desde el 'Antehombre' a la 'Evolución autodirigida' y al 'Otro yo'. Algunos otros microrrelatos insertados en esta historia se construyen titularmente como declaración de principios: 'Optimismo genético'; 'Delicado equilibrio'; 'Esqueleto en vaqueros bailando hip-hop'; 'Corredores de fondo' o 'Cosmonautas'. De sus reflexiones sobre los mismos extraigo esta, tan contundente, aseveración: 'la biología nos enseña que la vida está construida sobre la muerte (...) la felicidad humana es y será siempre insegura y limitada, está y estará continuamente amenazada por la enfermedad y la muerte'.

 

Homúnculos, diría Millares, ya se sabe: sombrajos de la redención humana, la representación que el canario entendía del cuerpo como el hombre vapuleado en el sino triste de su existir, privado de su imagen divina, celebrada con frecuencia en el arte bajo el manido nombre de 'belleza'. El envoltorio de telas retorcidas con restos de diversas grafías en el que se arropa y rememora el cuerpo, que es siempre cuerpo del dolor. De Grunewald a Bacon, Enríquez es una nueva fabricante de monstruos en este su mundo recosido, monstruos que, por cierto, frecuentan el arte de nuestro tiempo y que, desde las antiguas representaciones del cuerpo, halló en el siglo veinte la posibilidad de estudio de sus límites y confines, entre lo secreto y lo sagrado.

 

Mundo obsesivo el de Enríquez, turbador mundo furibundo, que ha reflexionado siempre sobre asuntos parejos, si pensamos en el reconocimiento que su quehacer obtuvo por los ciclos de las llamadas 'Geishas' (2004-2009), recordadas esculturas de geishas pareciere momificadas, contorsionadas con aire de rescatadas de la tumba, frecuentemente ornadas con sus joyas o adornos, eran siempre, en sus palabras, la representación de un mismo personaje, vivo mas marchito, -y fugaz, en la voz de la artista-, pero, sorprendentemente para esta, símbolos también de una cierta energía de vida. No es extraño que sean las 'Geishas' las que dieron a conocer la singular posición, en el sentido de distinguida, de esta artista en nuestro mundo del arte.

 

Para componer su 'Mundo recosido' Enríquez trabaja con materiales de desecho, ya sea presentados con aspecto natural o bien elaborados hasta hacer desaparecer su frecuente condición de trouvés: cañas y otros restos principalmente lígneos, frecuentemente portadores de metáforas, que la artista ordena cuidadosamente en su yacimiento hasta componer las creaciones. El uso de esas maderas ligeras, y su suspensión del espacio me ha hecho recordar los móviles de Moises Villelia, mas también su pasión por el material extraído de la naturaleza lo he emparentado con el quehacer telúrico de Adolf Schlosser. Algunos otros elementos para crear son sedas, pergamino, relleno de almohada o nylon, cuerdas, minerales, elementos de aire mínimo y povera, y siempre simbólicos, con los que la artista subraya la temática de sus creaciones.

 

Ausente con frecuencia el cráneo, la capitia, ese elemento que nos define o nos distingue del otro, añade su quehacer Enríquez a artistas que, como Masson, Klinger, Redon, Doré, Rodin o Giacometti, indagaron sobre la acefalia como un elemento de representación. Suspendidos de un soporte que los hace recordar su frágil condición de colgados, son a veces coronados de un remedo de boca dentada, labios y lengua con aire exangüe, de à bout de souffle, único resto, entre tanto 'os', de la vida que tuvieron. Al cabo, agujero, orificum y hueso, el 'os', son palabras que surgen de una misma raíz latina. 'La boca origen de todo', proclama con sabiduría Enríquez. Bocas abiertas, honduras negras de los agujeros de las arpilleras millarescas, evocadoras del dolor y de la extraordinaria tensión que la historia de la cristiandad narra padeció el Cristo de los creyentes. El grito es la imagen del horror, la boca que exhala, sin aliento, el sonido agudo de la queja o la voz ronca del bramido. El suspiro del ahogado, recordatorio del sonido del fin. La boca zaherida de la nodriza de 'El acorazado Potemkim' o, como recordaba también Bacon, el cuadro 'La matanza de los inocentes' (1630-1631) de Nicolas Poussin, tan recordatorio su paisaje de los espacios desolados de Giorgio de Chirico.

 


Imágenes de la Exposición
Emilia Enríquez

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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