Descripción de la Exposición
Se presenta “MUMORA: Nuestro jardín de randas”, un trabajo colaborativo entre la artista e investigadora de la Universidad Nacional de Tucumán Alejandra Mizrahi y las randeras (tejedoras) del pueblo El Cercado (Provincia de Tucumán): Silvia Amado, Anice Ariza, Magui Ariza, Margarita Ariza, Claudia Aybar, Elva Aybar, Gabriela Belmonte, María Ofelia Belmonte, Tatiana Belmonte, Norma Briseño, Ana Belén Costilla Ariza, Cristina Costilla, Marisel de los Ángeles Costilla, Mirta Costilla, María Laura González, Silvia González, María Magdalena Núñez, María Marcelina Núñez, Camila Nieva, Marta Dolores Núñez, Ely Pacheco, Giselle Paz, Romina Elizabeth Paz, Mayra Robles, Silvia Robles, Agustina Sosa, Elba Sosa, Marcela Sueldo, Anita Toledo y Yohana Torres. Asimismo, este propuesta incluye la participación de la antropóloga Lucila Galíndez y la historiadora Isabel Heredia, de la Dirección de Acción Cultural del Ente de Cultura de Tucumán.
Texto curatorial
Nuestro jardín de randas fue pensada en relación al lugar en el cual hoy se sigue tejiendo este maravilloso encaje, Tucumán: el Jardín de la República. La flora presente en el territorio es frondosa, colorida y explosiva. Las randeras suelen tener maravillosos jardines floridos que cuidan en simultáneo al desarrollo de las actividades que les requiere el tejido. Plantar y cuidar las flores de sus jardines es, para muchas de ellas, un acto personal que las llena de alegría y orgullo. El cuidado del jardín, el cuidado de la labor, constituyen formas del cuidado de sí mismas. Jardín y randas se emparentan, ya que en muchas piezas antiguas las randeras labraban en sus mallas motivos florales. Rosas, calas, margaritas, alegrías del hogar y un sinfín de formas zurcidas aparecen en las randas más antiguas.
Hoy las randeras vuelven a mirar sus jardines para traducirlos y traerlos nuevamente a sus mallas. Cada una ha elegido las flores de sus mallas por distintos motivos. Estos versan desde cuestiones afectivas vinculadas a sus genealogías, como a motivaciones puramente estéticas que ponen la belleza en el centro de atención.
Un artículo sobre las bordadoras lagarteranas de Toledo menciona la diferencia entre labrar y bordar. En el texto se sostiene que aquellas mujeres son labranderas más que bordadoras. Distinguen el acto de bordar como aquel en el que se sigue un dibujo hecho a lápiz, y el de labrar como en el que se trabaja sobre la trama y la urdimbre de la tela, como si se arase la tierra, creando patrones de memoria. Seguir una línea marcada a priori, o proponer ese surco sin guía, sería la diferencia entre bordar y labrar. La analogía entre trabajar la tierra y la tela es de lo más pertinente para esta propuesta en la que las randeras trabajan sus randas como si fueran jardines. Todas las randas floridas juntas constituyen Nuestro jardín de randas.
Anice Ariza nos cuenta: “El motivo que elegí para bordar es una rosa. La razón es que entre las rosas de mi jardín, que por lo general son todas rojas, hay una especial que rescaté del jardín de mi abuela paterna y que vive aún en mi jardín. Esta rosa representa la presencia de mi abuela, el perdón a mi madre que se llama Rosa, y el amor a mis dos hijas -Ana y Amina- que son mis pimpollos. Es por eso que hice dentro de la esta rosa distintos puntos de bordados que la conforman. Representa un todo, un antes y un después en mi vida.”
Mirta Costilla retoma la dimensión narrativa del textil y nos explica cómo, a partir de este trabajo, las personas que se involucren con el relato podrán no solo ver hermosas piezas randadas sino también conocer aspectos peculiares de sus autoras: “Me gustó mucho hacer esta randa en la que está plasmada toda mi infancia, mi casa materna. Pude describir en ese bordado de flores las siestas de mi infancia: me gustaba ir a cortar esa fruta silvestre llamada mato y jugar con las flores que estaban colgadas en la misma planta. Mientras comía los matos me gustaba jugar con esas flores. Las tengo grabadas en mi mente. Cada vez que veo esas flores en un lugar es como volver a mi infancia. Esta randa es una oportunidad para poder describir lo que yo sentí cuando fui chica, dejar plasmado eso, difundir como fue mi infancia.”
MUMORA es el Museo móvil de la randa. Nació en El Cercado, una localidad rural de la zona de Monteros en la provincia de Tucumán, con la intención de acercar el trabajo textil de las randeras a otros públicos y geografías.
La historiografía del arte nos ha dado museos imaginarios, portátiles, efímeros, entre otros. En esta genealogía se inscribe nuestro dispositivo itinerante. El Museo cuenta con dos exposiciones realizadas hasta el momento. La primera se denomina Autobiografías randeras y ha sido expuesta en el Museo Nacional de la Historia del Traje, Buenos Aires (2020) y en el Museo Nacional de la Independencia, Tucumán (2021). La segunda exposición se denomina Manos randeras tejiendo recuerdos y ha sido expuesta en el Museo Municipal Sor Josefa Díaz y Clucellas en Santa Fe en el marco de BIENALSUR (2021).
En estas dos curadurías hemos trabajado de forma participativa y colectiva entre el grupo de randeras de El Cercado, la artista e investigadora Alejandra Mizrahi (perteneciente a la Universidad Nacional de Tucumán), la antropóloga Lucila Galindez y la historiadora Isabel Heredia (las últimas pertenecientes a la Dirección de Acción Cultural del Ente de Cultura de Tucumán).
Sobre la randa
La randa es un textil. Es una malla tejida y bordada por un grupo de mujeres que viven en la comuna rural de El Cercado, Monteros, provincia de Tucumán. Sus hilos testifican un modo de estar en el mundo y le dan un cariz particular a la comunidad que la mantiene viva. De la familia de los encajes a la aguja, traslúcida, abierta y permeable, la randa anuda cuerpos de múltiples tiempos con distintas formas de hacer bajo una combinación única de vientos, soles, ríos, cañaverales y montañas.
Las tipologías de la randa versan entre carpetas o tapetes sobre las que se asientan lámparas y floreros. A veces son enmarcadas con felpina y vidrio como decoración de oficinas o se convierten en piezas que rematan prendas bajo la forma de cuellos profusos y puntillas de distintos grosores. Los caminos de mesa decoran los comedores de las casas.
Las formas en las que se manifiesta la randa dan cuenta de maneras de habitar el mundo. Algunas -alejadas del lugar que les dio origen- resisten ante la mutabilidad de usos y funciones. En esa resistencia las formas aparecen para hablarnos de un mundo que no conocemos.
La randa es una técnica instalada durante el período colonial en territorio americano. Llegó con la fundación de Ibatín en el año 1565 y allí se sigue tejiendo desde hace cinco siglos. Las damas castellanas que allí se afincaron traían entre sus habilidades las labores de los encajes a la aguja que supieron transmitir. Se observan encajes similares en Brasil y en Paraguay. Todos ellos están formados por redes o mallas sobre los que se presentan motivos. El vocablo randa ha pasado de ser una denominación genérica en materia de encajes, hasta considerarse una técnica con rasgos característicos en los distintos territorios.
Los encajes forman parte de las labores más antiguas realizadas por el ser humano. Se originaron en las redes utilizadas para la caza y la pesca. Con el paso del tiempo se las comenzó a bordar con fines decorativos. Llegaron a ser muy populares en Italia y España en los siglos XV y XVI. Se impusieron como tendencia durante el siglo XIX.
La randa se vincula a la liturgia y al arte popular. La traducción de los mallones de la red de pesca a la miniatura de los encajes a la aguja, fueron utilizados por siglos en vestiduras eclesiásticas. La blancura y delicadeza de los encajes aluden al origen puro, ceremonial y místico de un cuerpo dignificado como templo del espíritu.
Exposición. 19 nov de 2024 - 02 mar de 2025 / Museo Nacional del Prado / Madrid, España
Formación. 23 nov de 2024 - 29 nov de 2024 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España