Descripción de la Exposición
Monólogo sobre Chernobyl de Raúl Moreno se puede ver en Efti del 2 de marzo al 12 de abril de 2018, 31 años después del mayor desastre radiactivo de la historia esta muestra fotográfica nos enfrenta a la realidad actual diaria de esa tierra tan olvidada como envenenada.
Cómo hablar de los olvidados de Chernobyl, cómo fotografiar la radiación que no se ve pero mata poco a poco, cómo fotografiar el lugar más contaminado y letal de este planeta, cómo hablar 31 años después del más absoluto desastre nuclear, cómo hablar del silencio a través de un objetivo… eso es lo que la empatía y la cámara de Raúl Moreno consigue en “Monologo sobre Chernobyl”. Con una personal vuelta de tuerca Raúl Moreno, fotógrafo apasionado por dar voz a los olvidados, consigue con estas fotografías un auténtico “diálogo”sobre Chernobyl.
Hemos visto muchos reportajes fotográficos de destrucción y desolación tomadas en Chernobyl o en la denominada zona de exclusión, en las que todo está como hace 31 años y donde un ser humano no puede permanecer demasiado tiempo sin sufrir la radiación. La patética noria de Pripyat, símbolo de los efectos del monstruo nuclear desbocado, es un símbolo de ello. Pero el trabajo de Raúl Moreno va más allá, interactúa su cámara con las personas que aún habitan esa parte del mundo cercana al infierno, y aunque Incluye imágenes de esa noria maldita, del bosque rojo o de las silenciosas y polvorientas muñecas abandonadas en el suelo de las escuelas soviéticas que fueron evacuadas tras la catástrofe no se centra exclusivamente en ello porque esa extrema desolación no es la protagonista de la exposición. “Cuando yo me interesé por el tema mucha gente había fotografíado la zona de exclusión y no tenía sentido repetir su trabajo”, explica Raúl Moreno. “Yo vi un tema mucho más interesante; la comida. Los alimentos que cultivan quienes todavía viven allí, gente que ha regresado a sus aldeas porque no saben ni quieren vivir en otro lado, a pesar de que el suelo está envenenado y las verduras y hortalizas que crían en sus huertos o los peces que pescan en los ríos están contaminados con Cesio-137”.
Retratos del desastre en primera persona, retratos que nos hablan del horror desde la cotidianidad. Los grandes protagonistas de Monólogo sobre Chernobyl son los habitantes de esta franja maldita, sus alimentos envenenados y su vida cotidiana, las consecuencias tres décadas después del mayor desastre nuclear de la historia. Una de las fotos preferidas de Raúl Moreno es la de Lilia Kovaleva, una niña de unos once años, que ni siquiera había nacido en 1987, hospitalizada en un orfanato de Bielorrusia para niños con problemas mentales. Es imposible no estremecerse ante la imagen de las fatales consecuencias. “Hay muchos niños con problemas mentales y otro tipo de enfermedades muy serias, y en muchos casos las autoridades de Ucrania, Bielorrusia o Rusia ni siquiera admiten que están relacionadas con la radiación”, explica Moreno. “Oficialmente solo se ha establecido una relación clara entre la radicación de esas zonas y los problemas de tiroides... pero cuando allí los casos de leucemia y otros cánceres, los problemas mentales, cardiovasculares o respiratorios se multiplican por trescientos, es evidente que no es una casualidad”. La imagen de Iván Shavrei, un héroe, un bombero que formó parte del equipo de liquidadores que se encargó de neutralizar, hasta donde fue posible, el desastre de la central nuclear de Chernobyl en 1986, cuyo reactor número cuatro estalló durante un simulacro mal ejecutado. En otra de sus fotografías se ve a Praskovia, una anciana que vive en la zona de exclusión bielorrusa con una bandeja de huevos de gallina contaminados. “No tengo miedo a la radiación”, dice la mujer. “A lo único que temo es a los nazis”, y a su lado una joven mujer embarazada esperanzada con un futuro en esta tierra incierta. Es una exposición que nos muestra la indefensión de la pobreza, esa franja de tierra en la que la falta de recursos hace imposible a sus habitantes cambiar de hábitos alimenticios “no hay dinero para importar fruta sana y sus manzanas están envenenadas, igual que todo lo que se cultiva y cría allí”.
A pocos kilómetros de Chernobyl, hay una atmósfera radiactiva que no se puede ver, solamente intuir. Alimentos contaminados por Cesio 137 y Estroncio 90 son consumidos por los habitantes de estas zonas contaminadas a diario haciendo que los isótopos radiactivos se depositen en sus cuerpos gradualmente. Estas personas quieren seguir viviendo en este lugar, son sus hogares, son sus vidas. "De algo hay que morir" comentan algunos con ironía. Así es la vida en una de las zonas más contaminadas del planeta. Años después todavía podemos ver los efectos del enemigo invisible. La exposición fotográfica muestra las secuelas de Chernobyl, que durará generaciones; en el área contaminada cada vez hay menos alegría: viven en la memoria constante del accidente y sus consecuencias y todo ello sobre el suelo más contaminado de este planeta.
Con este reportaje fotográfico Raúl Moreno ha ganado de beca DKV del Seminario de fotografía y periodismo de Albarracín 2016. Esta beca se integra el programa de arte ARTERIA DKV, a través del cual DKV Seguros promueve diferentes acciones dirigidas a fomentar la creación artística, como una vía de comunicación y expresión, motor de salud y forma de potenciar el desarrollo personal. El programa ARTERIA DKV incluye también el fondo de obras de arte de la Colección DKV, que cuenta con cerca de 550 obras realizadas por 225 artistas españoles, el concurso "Fresh Art" dirigido a estudiantes pre-universitarios y la cátedra de empresa "DKV Arte y Salud" en colaboración con la Facultad de Bellas Artes de la Universitat Politécnica de València (UPV) que contribuye a la formación y difusión de nuevos artistas. También ha sido ganador de la Beca Photon Festival 2016, finalista en Festival of Ethical Photography. Lodi, Italia 2016, finalista Photon Festival premio Quinua Real. Valencia 2017, finalista en los Siena International Photo Adwars. Italia 2017 y tercer premio en los POY Latam categoría medio ambiente 2017.
Elena Volochay, habitante de la zona contaminada, se despide tras el reportaje fotográfico con estas palabras “La central nuclear de Chernobyl tiene una historia amarga, pero esa historia podría sanar el pensamiento de la gente sobre el uso de la energía nuclear y podría sanar los corazones del egoísmo en la relación con la naturaleza. “
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