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Entre los cuantiosos e importantes fondos depositados en el Museo Casa de la Moneda se encuentra la espléndida colección de estampas reunida por Tomás Francisco Prieto, que fue Grabador de Cámara del rey Carlos III, Grabador General de las Casas de Moneda, Director de la Academia de San Fernando para la enseñanza del grabado en hueco y Director de la escuela de grabado que se creó en 1761 bajo la protección del rey Carlos III. Hombre comprometido con el movimiento ilustrado, y dentro del ambiente de inquietud artístico-técnica del que se rodeó, este grabador fue recopilando a lo largo de su vida libros, monedas, medallas, dibujos, grabados, etc. que a su muerte, ocurrida en 1783, se mandó que fueran comprados a su viuda y se marcaron con el sello: "del Rey". Una muestra de esta ... Colección de Estampas de la Casa de la Moneda, correspondiente al siglo XVI, se ofrece por vez primera al público con la exhibición de algunas obras de los grandes maestros del grabado de las diferentes escuelas europeas, unificadas por un tema iconográfico de profundo significado simbólico: Mito y Alegoría.

El siglo XV fue el siglo de los descubrimientos. Los nuevos avances, que actuaron tanto en el campo científico y técnico como en el de las ideas, iniciaron la Edad Moderna. Uno de los acontecimientos que colaboró a su vez en la propagación de los otros fue la generalización de los procedimientos para obtener imágenes impresas. El grabado se convirtió de inmediato en un formidable medio de comunicación visual y en un auténtico vehículo para la difusión de los modelos renacentistas. Es por ello que las estampas constituyen una de las herramientas más importantes y poderosas del pensamiento moderno.

El Renacimiento no significa solo un resurgir de las ideas clásicas, sino que supuso además la aparición de actitudes y objetivos completamente nuevos. No se produjo solamente un redescubrimiento de las fuentes clásicas, sino sobre todo su reinvención como inspiración de formas nuevas. La visión suprema de trascendencia no se anula en el Humanismo renacentista, sino que culmina como actividad superior de la vida humana. La concepción religiosa parte ahora del propio hombre y la sublima. Busca las raíces en el mundo clásico, que se resucita con fuerza, y lo espiritualiza. Surge así el nuevo platonismo que trata de armonizar el pensamiento racional pagano con el espíritu cristiano.

Un mundo elevado, simbólico y en cierto modo esotérico inunda el pensamiento de la época. La mitología se aplicará entonces con una intención moralizadora y las ciencias ocultas, como la alquimia, tendrán un importante papel en la sociedad intelectual de la época. Ese lenguaje simbólico, comprensible para aquellos que poseen el código por el que se rigen, se plasma corrientemente en las imágenes y hay que conocerlo para entender su auténtico contenido. Surgirán representaciones alegóricas de todo tipo: personificaciones de virtudes y vicios, del amor y la muerte, los triunfos, las cualidades morales, el lenguaje de los astros, etc. Alegorías y emblemas ilustran el tema simbólico que tanto se prodiga en el Renacimiento. La imagen era un medio muy importante de comunicación de contenidos y el grabado explica el porqué de esas imágenes. Es necesario subrayar, pues, que en la concepción humanística no existe una clara demarcación entre el mito y la alegoría, porque dentro del tema mitológico se encierra siempre un profundo significado alegórico. El poder del mundo simbólico es el que unifica el significado de las representaciones de los siglos XV a XVIII.

Entre las obras de la escuela germánica figuran los autores más reconocidos de la época como Durero y las Escuelas de los Grandes y Pequeños Maestros de Nuremberg. Francia, en el siglo XVI, aún no tiene la repercusión que alcanzará en el XVII y los nombres importantes que aparecen como Beatrizet, Delaune o Thomassin se formaron en Italia y allí realizaron su trabajo más importante, siendo las alegorías y mitologías sus temas preferidos.

Holanda y Flandes, tienen una buena representación en la primera mitad del siglo, con la participación en el arte del grabado de grandes sagas familiares de grabadores y editores, como los Galle, Sadeler o Wierix. Pedro Perret fue grabador del rey Felipe II, a quien dedico el Emblema alegórico en el que se reflejan las virtudes del rey y su poder. Cornelis Cort trabajó bajo la dirección de Tiziano y su obra La Gloria reproduce la pintura encargada a Tiziano en 1551 por Carlos V. Con mayor libertad compositiva, existen diferencias en detalles entre la pintura y la estampa, como es por ejemplo la presencia de Tiziano en el grupo de santos de la derecha de la estampa que no se encuentra en el cuadro. El ambiente flamenco se refleja en otro importante grabado de Cort: La Academia de Bellas Artes (1578), diseñada por Juan Stradano, donde se representan los oficios de las nobles artes.

Los grandes maestros italianos son los que alcanzaron mayor difusión a través de la estampa del siglo XVI europeo. Las pinturas de Rafael, Miguel Ángel, y otros grandes maestros fueron sistemáticamente reproducidas para las colecciones de grabado más importantes de las cortes europeas y eligieron para hacerlo a los grabadores conocidos por su mayor calidad técnica. Las ediciones vulgarizadas de las Metamorfosis fue una de las fuentes más utilizadas, junto a los manuales mitográficos, para explicar el significado de las imágenes.

Ugo de Carpi fue el introductor en Italia de la técnica de camaieu, o al "claroscuro" en tacos de madera, utilizada para reproducir la obra de Rafael y su escuela. Andrea Andreani, logró llevar este arte al más alto grado con su sabio dibujo y su maestría. Son numerosos los temas de carácter mitológico y alegórico que grabó Giovanni Battista Scultori, como Los Prisioneros que reproduce una de las pinturas de la Sala de los Vientos del Palacio del Te. Uno de los más importantes grabadores de Roma en las primeras décadas del s. XVI es Jacopo Caraglio, y uno de sus mejores grabados es Batalla de hombres armados con escudos y lanzas sobre diseño de Rafael o de Julio Romano. Otra extraordinaria obra grabada es Batalla con un alfanje de Agostino Veneciano. Marco Dente que se dedicó a la reproducción de la estatuaria antigua es conocido por la escena macabra de Los Esqueletos. Giorgio Ghisi que fue pintor, dibujante grabador y gemólogo, reprodujo la obra de Giovanni Battista Bertani, Visión de Ezequiel. Cherubino Alberti pertenece a una larga familia de artistas y su trabajo es especialmente interesante porque reproduce obras importantes hoy desparecidas. Son muy numerosas las reproducciones que se hicieron de la Capilla Sixtina, destacando las diferentes series de los Videntes, en su interpretación neoplatónica de las Sibilas como precursoras de los profetas. Nicolás Beatrizet, dedicado al grabado de traducción, reproduce con gran calidad el Rapto Ganímedes, tema inspirado en las Metamorfosis de Ovidio y basado en un dibujo desaparecido de Miguel Ángel del que se conocen diferentes copias.

Los Carracci y su círculo configuran el gusto oficial romano, pues muchas de sus pinturas fueron ampliamente divulgadas por el medio gráfico. Annibale Carracci también grabó, en torno a 1590 se dedicó al aguafuerte y los efectos del sfumato. Federico Barocci graba sus propias composiciones y reproduce algunas de sus pinturas con técnica propia de efecto dulce y suave textura. Los maestros pintores se valieron del grabado como expresión artística, además de ser el medio de difusión de su obra. Tiziano utilizó este medio técnico para una auténtica campaña de propaganda personal, por la que impulsó el papel social del artista sobre el mero artesano. Su obra fue muy divulgada y sus grabados fueron adquiridos en cortes, instituciones y por coleccionistas. También Antonio Tempesta, artista florentino formado en la estética flamenca de sus maestros, triunfó en Roma y debe su fama a los aguafuertes, más de 1.800 de temas variados.

En el siguiente siglo se continuará, con mayor profusión y complejidad, con la utilización de la emblemática y la alegoría en la representación de las imágenes porque tenía su justificación en los propósitos doctrinales de "enseñar deleitando", que despliega una sociedad estamental regida por la monarquía absoluta en lo temporal y por la iglesia en lo espiritual, sobre todo la iglesia contrarreformista. Después del siglo XVIII, esta visión decayó con el racionalismo. Los símbolos no constituyen más la revelación de la insondable sabiduría, sino que son meras metáforas ilustradas. En el Siglo de las Luces, la interpretación aristotélica frente al neoplatonismo es opuesta a la concepción mística del signo abierto. Se desdeñan por absurdas las imágenes misteriosas y se comienza a exigir claridad y racionalidad en la imaginería alegórica. La figura simbólica no recae ya en el mensaje del misterio, sino en el mensaje de la belleza.