Aldás recibió sus primeras nociones artísticas en el ámbito de la acuarela con apenas trece años A la sombra de los maestros Ramón Catalán y Gimeno Barón conoció el óleo y practicó el dibujo al natural con especial hincapié en el género del bodegón. Sus estudios de Maestro Industrial y Delineante también fueron claves a la hora de dominar la práctica. En la década de los 80 realiza su primera exposición dedicada a temas de su Castellón más querido. Desde su taller, Aldás contempla las espadas de la Concatedral de Santa María, un motivo casi omnipresente en su pintura. A partir de los años 90 abandona el óleo y la acuarela para sumergirse en la frescura del acrílico, un material que le seduce por la rapidez y luminosidad. 'Al ser acuarelista el cambio me resultó muy fácil. Además soy muy espontánea a la hora de ... pintar y no suelo rectificar', reconoce.

  Desde 2008 Aldás entra en una nueva etapa. El clasicismo de momentos anteriores da paso a una pintura mucho más primitiva e ingenua. 'Necesitaba un cambio, lograr sacar algo que llevo dentro y que es mío. Después de tantos años empecé a buscar una obra por la cual se me reconociera y a la vez que fuera más emotiva para mí', apunta. El tema lo halló en su infancia más temprana, concretamente en unas muñecas que ella dibujaba como un divertimento para sus amigas. La exposición de Vila-real recoge una selección de estas muñecas de color, sus damas, en las que Aldás realiza guiños a los monumentos de Castellón (Concatedral, Fadrí, ermitorio del Lledó...). Asimismo Aldás expone un grupo de obras dedicadas a Vila-real en las que no falta el Auditori, la plaza Mayor, la ermita de la Mare de Déu de Gràcia, el patrono o el plano medieval.