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Miró, Gaudí, Gomis. El sentido mágico del arte

Exposición / Can Mario - Fundación Vila Casas / Pl. Can Mario, 7 / Palafrugell, Girona, España
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Cuándo:
25 jul de 2021 - 28 nov de 2021

Inauguración:
24 jul de 2021 / 19:00

Comisariada por:
Ester Ramos, Teresa Montaner

Organizada por:
Fundació Joan Miró, Fundació Vila Casas

Artistas participantes:
Antoni Gaudí i Cornet, Joan Miró, Joaquím Gomis

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Descripción de la Exposición

Miró, Gaudí, Gomis. El sentido mágico del arte, exposición coorganizada por la Fundació Vila Casas y la Fundació Joan Miró a partir de su fondo está comisariada por Teresa Montaner y Ester Ramos. La muestra pone de relieve las afinidades creativas entre Joan Miró y Antoni Gaudí y la admiración del artista por el arquitecto a través de las fotografías de Joaquim Gomis, primer presidente de la institución mironiana y a la vez gran divulgador de la obra de Gaudí. La exposición presenta una selección de esculturas, cerámicas y dibujos de Joan Miró que dialogan con las fotografías que Gomis tomó de la arquitectura de Gaudí, así como un importante conjunto de grabados que, con los títulos Sèrie Gaudí, Enrajolats y Gran rodona, Miró realizó en el año 1979 en homenaje al arquitecto. Se trata de una propuesta que conecta a dos de las personalidades más universales que haya dado la cultura catalana, y lo hace de la mano del fotógrafo Joaquim Gomis quien, con sus imágenes, supo captar el carácter precursor de Gaudí, y planteó una nueva lectura interpretativa de la obra de Miró que lo relaciona con la naturaleza y el arte popular y que pone de relieve las grandes coincidencias que existen entre artista y arquitecto. Los fotolibros, que Gomis publicó en los años cincuenta en colaboración con Joan Prats, impulsor artístico y personaje clave en la gestación de la Fundació Joan Miró, recogían estas imágenes y se mostraban siguiendo una secuencia rítmica. La obra de Antoni Gaudí, tras su muerte, cayó prácticamente en el olvido, y emergió de la oscuridad tres décadas más tarde gracias a la labor continuada de difusión de una serie de personas vinculadas al mundo del arte, la arquitectura y la cultura en general. Entre dichas personas, Joan Miró y Joaquim Gomis contribuyeron a ello de forma muy destacada. Miró, que siempre había reconocido tener grandes afinidades con Gaudí, encontró en la obra del arquitecto una fuente de inspiración, y reivindicó su papel precursor a través de sus propias creaciones. Por su parte, Gomis, mediante sus fotografías, se convirtió en uno de los principales difusores de la obra de Gaudí. Su capacidad para mostrar desde el detalle el magnífico conjunto de la arquitectura de Antoni Gaudí ayudó a descubrir su carácter genuinamente moderno. Tal como apuntan las comisarias de la exposición, Teresa Montaner y Ester Ramos: ”Miró mostró desde muy temprano un interés por la naturaleza semejante al de Gaudí, y al igual que el arquitecto logró una síntesis de su plástica a partir de la observación de los elementos naturales. Cuando en los años cuarenta y cincuenta trascendió el terreno de la pintura, se interesó por el sentido escultórico de la obra de Gaudí y por sus procedimientos técnicos, así como por su voluntad de asociar arte y vida. Al final de su trayectoria, Miró quiso rendirle homenaje con varias series de grabados.” Lo que a Miró le interesaba de Gaudí es el ritmo y la estructura de su arquitectura, pero también el ánimo de cuestionar procedimientos y materiales de expresión. Ambos artistas entendían la naturaleza como principio generador de sus creaciones. Gaudí se inspiraba en ella para crear tanto ornamentos como elementos estructurales. Siguiendo el ejemplo de Gaudí, Miró sacaba directamente el molde de objetos de su entorno cotidiano o bien de elementos de la naturaleza, y los incorporaba a sus esculturas. Al acoplarlos, una vez fundidos en bronce, se transformaban en seres fantásticos, como puede observarse en la selección de esculturas que se presentan en la exposición. También le atraía el trencadís, una técnica popular consistente en reutilizar pedazos de cerámica, que incorporó a la obra monumental y pública y que evoca en el conjunto de 21 aguafuertes Sèrie Gaudí y en los 7 de la Serie Enrajolats, con los que en 1979 rinde homenaje al arquitecto. Los fotoscopos de Gaudí y Miró A su regreso del exilio una vez finalizada la Guerra Civil, Joaquim Gomis se convirtió en uno de los mayores propagadores de la obra de Gaudí. Con las fotografías que había tomado de la producción de Gaudí y Miró se creó un importante archivo fotográfico que contribuyó a difundir la obra de ambos artistas. La iniciativa, llevada a cabo por Gomis y por Joan Prats, impulsó la aparición de una serie de publicaciones, llamadas fotoscopos, que bajo diferentes títulos recogían dicho material. Prats se encargaba de la selección y de la secuencia rítmica que debían seguir las imágenes de Gomis. Los fotoscopos tenían su origen en las proyecciones de diapositivas conocidas como linterna mágica, en las que siempre estaban presentes las ideas de movimiento y continuidad. La Sagrada Familia de Antonio Gaudí (1952) es el primero de un grupo de fotoscopos sobre el arquitecto, en este caso publicado con motivo del centenario de su nacimiento. Atmósfera Miró (1959), dedicado a los ambientes creativos del artista, nace de una selección de imágenes tomadas en la casa que este tenía en Mont-roig, a partir de las cuales Gomis y Prats propiciaron una nueva interpretación de la obra de Miró ligada a la tierra y el arte popular. Gaudí visto por Miró Miró y Gaudí coincidieron a mediados de la década de 1910 en las clases de dibujo del Cercle Artístic de Sant Lluc. En aquel momento Gaudí ya contaba con proyectos importantes; Miró, en cambio, iniciaba su trayectoria. La admiración de Miró por el arquitecto se remonta a su juventud temprana, tal vez por intuir ciertas afinidades o por compartir el vínculo con el Camp de Tarragona, donde ambos habían vivido. La primera exposición de Miró en las Galeries Dalmau de Barcelona, donde presentó una selección de obras inspiradas en las corrientes artísticas francesas de fin de siglo, no tuvo un resultado positivo. Gracias a la relación con Mont-roig, su pintura dio un giro y se aproximó a la naturaleza de una manera íntima. Las lecturas de Goethe, Pascal, Whitman, Dante y San Francisco de Asís también lo movieron a dar este paso. Las temporadas que Miró pasaba en el campo estudiando el comportamiento de la naturaleza resultaron esenciales para la definición de la síntesis plástica de su obra, del mismo modo que Gaudí, al descubrir las leyes estructurales y geométricas que regían las formas naturales, fue capaz de transformar su arquitectura. “Hasta 1936 Miró no se refirió por primera vez a Gaudí, y fue en la primera entrevista que Cahiers d’Art dedicó al pintor catalán cuando este se encontraba exiliado en París debido a la Guerra Civil. En aquella entrevista, Miró insiste nuevamente en la necesidad de arraigo de los artistas a su propia tierra, no en un sentido político, sino natural y cultural, como forma de autoafirmación artística y como medio para recuperar los atributos mágicos y sagrados del arte”, apuntan las comisarias. En esta exposición hemos querido ejemplificar el vínculo de Miró con el paisaje catalán mediante un dibujo del artista realizado en 1938, año en que, angustiado por hallarse en París cuando el ejército franquista estaba a punto de entrar en la ciudad de Barcelona, se retrató a sí mismo metamorfoseándose en la montaña de Montserrat. Las rocas de este macizo se erigen a ambos lados su cabeza, representando sus hombros. Gaudí, por su parte, trasladó casi de un modo literal la orografía de esta montaña coronando con una gran roca el portal de la Esperanza de la Sagrada Familia. Escultura Los fieles defensores de la obra de Gaudí contribuyeron a lograr que su obra se revalorizara entre los años cuarenta y cincuenta. Eso incrementaría su influencia sobre Miró, quien se inició en la escultura en bronce fijándose en el carácter escultural de Gaudí, así como en los materiales y procedimientos técnicos que utilizaba. Miró creó sus primeras esculturas en bronce con la técnica del modelaje, en la fundición Gimeno. Unas obras que reproducen imágenes de un universo mitológico de tradición mediterránea muy cercanas en su aspecto a los tragaluces, las chimeneas y las torres de ventilación de la azotea de La Pedrera, donde Gaudí quiso poner a prueba su capacidad escultórica utilizando materiales y técnicas poco convencionales. Un ejemplo de ello es el trencadís, una técnica de reaprovechamiento a base de pedazos de cerámica que confiere a la escultura gran belleza y resistencia, y que Gaudí combinó con la piedra y el mármol. Miró también se inspiró en el sistema de moldeado que Gaudí había utilizado en la fachada del Nacimiento de la Sagrada Familia, consistente en moldear directamente en yeso los elementos por reproducir. Los objetos que forman la escultura de Miró procedían principalmente del entorno natural o del universo popular. Una vez fundidos en bronce por el procedimiento de la cera perdida, los acoplaba entre sí para dar vida a nuevos seres, que recuerdan a los ídolos de antiguas civilizaciones. La mayor parte de la escultura en bronce de Miró de los años sesenta y setenta, de la que podemos ver una selección en esta exposición, se realizó siguiendo este procedimiento. Ese mismo espíritu lo aplicaba también a su escultura en cerámica, con la que creaba unas piezas de apariencia primitiva. Una vez cocidas, solía ponerlas a prueba enfrentándolas a la fuerza telúrica que les había dado vida: “He llevado a cabo la experiencia de situarlas en plena naturaleza: se confunden y forman un único elemento con el paisaje.” En algunas de esas cerámicas, como la Estela de doble cara (1956), incluso permite que la naturaleza deje su huella. I esas marcas, al igual que las aplicadas por el artista, confieren a la obra su carácter mágico. Miró entendía el arte como una expresión vinculada a la vida cotidiana. Por este motivo ambicionaba trabajar en los espacios públicos. La cerámica y la escultura le permitieron materializar tal idea, y el arte de la prehistoria, el arte románico y Gaudí fueron sus referentes. Cuando, junto con el ceramista Josep Llorens Artigas, realizó los murales de la UNESCO en París (1956-1957) y, más adelante, las cerámicas y esculturas para el Laberinto de la Fondation Maeght en Saint-Paul-de-Vence (1963), el Park Güell le sirvió de inspiración. Del mismo modo que Gaudí supo adecuarse al terreno sobre el que estaba construido el parque, Miró hizo que su obra se integrara en la arquitectura y el paisaje. La necesidad de trabajar con materiales resistentes a la intemperie también llevó a Miró y Artigas a fijarse en la técnica del trencadís de Gaudí, que además daba a la obra una gran coloración. Más tarde, a mediados de los años setenta y también bajo la influencia de Gaudí, Miró realiza el Mosaico del Pla de l’Os (1976) en La Rambla de Barcelona, una obra que debía servir para dar la bienvenida a la gente que llegaba a la ciudad por mar. En palabras de las comisarias, “Entre el material preparatorio hay un dibujo con anotaciones que hacen referencia a incrustaciones de vidrios rotos, hierros y otros materiales de desecho como si se tratara de un trencadís. Sin embargo, de nuevo es sobre todo en el destino final del proyecto donde la coincidencia con Gaudí es más evidente. Al igual que el pavimento de la gran plaza del Park Güell, esta obra también había sido concebida para ser pisada, es decir, para incorporarse a la vida cotidiana de la gente.” Homenaje a Gaudí Miró mostró su admiración hacia Gaudí a lo largo de su vida, y le atribuía el carácter del hombre primitivo o de los maestros de la Antigüedad. Influencia que puso de manifiesto explícitamente en los años cuarenta y cincuenta, coincidiendo con el momento de revitalización de la obra de Gaudí. En agradecimiento a todo aquello que Gaudí significó para Miró, al final de su trayectoria le rindió homenaje con varias series de grabados. En cada una de esas series quiso poner su oficio a prueba, y con la ayuda del maestro grabador Joan Barbará exploró las múltiples posibilidades que la técnica le ofrecía. La serie más numerosa es la titulada Gaudí (1979), en la que Miró representa a una serie de personajes fantásticos que van estructurándose a partir del grafismo del negro y de las casillas de color, con una marcada insistencia en las líneas curvas y onduladas. El mismo año, y de la mano del mismo maestro grabador, Joan Barbará, editó, entre otras, la serie Enrajolats, en la que volvía a remitir a la técnica gaudiniana, y Gran rodona I y II. Las dos versiones de este último grabado rememoran el impacto que le causó tal forma al descubrirla en el Park Güell mientras preparaba los murales para la sede de la UNESCO en París; una forma que más adelante trasladó también al pavimento del Mosaic del Pla de l’Os.


Entrada actualizada el el 11 oct de 2021

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