Entre la pintura mural que va desapareciendo con las intemperies del tiempo y los frescos medievales que duran toda la vida, siguen manifestándose diferencias de intención y de percepción visual.

¿Por qué el uno y no el otro?

Reto interesante para un fotógrafo el de experimentar nuevas formas de abordar superficies intervenidas con propósitos diferentes. Al maquillar o pintar un cuerpo surge lo efímero, mientras que al recurrir al tatuaje, es de por vida.

Aparte de las momias del neolítico también encontramos las de Egipto como, por ejemplo, la de Amunet, sacerdotisa de la diosa Hathor, con sus tatuajes de 4.000 años. Pigmentos insertados por debajo de la epidermis para localizarse en la dermis, donde las células no se renuevan. Igual sucede en los frescos que hacen ... penetrar los colores en el revoque del yeso aún húmedo. La observación de la piel, en lo que es, hace, soporta, rechaza, asimila, siente y se resiente… conduce a Miquel ARNAL hacia los paraísos oníricos de la retina donde todavía el ojo tiene mucho que descubrir.

Por esto, si no viaja con la imaginación puede dar vueltas por el mundo, agotando su mirada en las vistas más auténticamente singulares. Roba contrastes a la naturaleza, busca el sol dentro de la sombra, salta de lo lujuriante a lo extremadamente árido, gira una página de pueblo abandonado por un templo surgido de la selva. En fin, nos llevará por rincones, esquinas, agujeros, hendiduras en el cielo poco comunes hasta volver a hacernos descubrir cueros de cuerpos, pero con otras vivencias.

Sobre el paisaje corporal los líquidos resbalan, buscando la pendiente adecuada que los lleva siempre más abajo. Luego, desaparecen. El poema se derrama evaporándose. Y aquí se encuentra el ojo de Miquel Arnal, en estos precisos lugares, hechos de gotas y piel, formando los versos de sus fotografías con otras maneras de percibir, ver, sentir y escuchar las superficies. A veces, por encima de éstas, encuentra chorros de agua escurridiza que no temerá solidificar en el papel fotográfico. El mismo hechizo sufrirán los tatuajes que sólo invaden un cuerpo excepcional, perseguido durante días y noches por el fotógrafo obsesionado. Por fin lo ha encontrado, aún sin momificar, en la persona de un joven para quien los colores se pueden lavar cada día, quedándose perfectamente inalterados y limpios.

¿Quieres girar la página? No puedes. Tendrías que recurrir al láser. En cambio, la intención es más fuerte que la limpieza cotidiana. La foto estudia al ser humano pero, ¿dónde se sitúa el arte: en el cuerpo, la cámara, el tacto, el ojo, la exposición? Dialéctica constante de los valores del pensamiento que juegan velozmente al ajedrez para convertir, en una milésima de segundo, la tensión en relajación.

El cuchillazo, ya lo tenemos. Ha entrado en la serenidad del silencio. Miquel Arnal puede volver a enfundar su cámara hasta su próximo diálogo visual.

L'Altrange

(Conferenciante de arte)