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Metrópole. Perspectiva urbana da arte galega - Xosé Manuel Castro. Pedra filosofal

Exposición / MARCO - Museo de Arte Contemporánea de Vigo / Príncipe, 54 / Vigo, Pontevedra, España
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Cuándo:
06 jul de 2018 - 14 oct de 2018

Inauguración:
06 jul de 2018 / 20:00

Horario:
de martes a sábados (festivos incluidos), de 11.00 a 14.30 y de 17.00 a 21.00. Domingos, de 11.00 a 14.30

Comisariada por:
Rubén Martínez Alonso

Organizada por:
MARCO - Museo de Arte Contemporánea de Vigo

Artistas participantes:
José Manuel Castro López

ENLACES OFICIALES
Web 

       


Descripción de la Exposición

METRÓPOLIS. Perspectiva urbana del arte gallego El ciclo METRÓPOLIS, comisariado por Rubén Martínez Alonso, nace con un doble objetivo: hacer un viaje al pasado, al Vigo de los años veinte, cuando se estrenó en la ciudad la película de Fritz Lang Metropolis; y a un tiempo ofrecer una visión del panorama artístico gallego actual. La propuesta comprende una serie de exposiciones individuales, como visión del presente, y una parte común a todas las muestras, como referencia del pasado El proyecto está concebido en dos áreas claramente diferenciadas, tanto en el montaje como en contenidos, distribuidas en los espacios de la primera planta: por un lado, la correspondiente al pasado, representada por una sala en la que, a partir de la referencia u homenaje al film Metropolis, se intenta recrear el ambiente del Vigo de los años veinte mediante planos e imágenes de arquitectura vanguardista, fotografías y documentos de época, junto a mobiliario, objetos, vestuario y piezas decorativas de estilo art déco. Por otra, la primera muestra individual del ciclo, que se exhibe en las salas frontales. Respecto a la parte histórica, las piezas reunidas tiene su origen en fondos municipales —fotografías de Jaime Pacheco procedentes del Archivo Fotográfico Pacheco; planos y alzados de edificios de los años 30 y 40, y documentación del Plan Urbanístico de Antonio Palacios conservados en el Archivo Municipal del Ayuntamiento de Vigo— y, en buena medida, en colecciones particulares, especialmente la galería ISADORA Art Déco, entidad prestadora de gran parte de las piezas que ilustran esta corriente estilística. XOSÉ MANUEL CASTRO. Piedra filosofal XOSÉ MANUEL CASTRO es el protagonista de la primera exposición individual. Bajo el título Piedra filosofal, la muestra reúne más de setenta esculturas de distintos formatos y materiales, en su mayoría procedentes de la colección del artista, además de una obra producida específicamente para este proyecto —en la que Castro, formado en la pontevedresa Escola de Canteiros, encara el reto de la talla en madera— que se exhibe en salas acompañada de fotografías a modo de documentación de su proceso creativo. -------------------------------------------- TEXTOS DEL COMISARIO Vigo, la ciudad que, en los albores del siglo XX, también soñó con ser una metrópolis “Cuando se cumplen noventa años del estreno de la película Metropolis de Fritz Lang en el desaparecido cine Odeón de la vecina calle de Urzáiz, Vigo vuelve la vista atrás en busca de un momento clave de su historia, aquel en el que pasado, presente y futuro se dieron la mano y caminaron juntos, fundidos en una perfecta y elegante armonía conocida como art déco, el estilo que supo combinar, como ningún otro, lo clásico con lo ultramoderno. Metropolis, un film alemán de ciencia ficción cuyo expresionismo pareció ser el espejo en el que nuestra ciudad quiso mirarse. Pues quizás fuese en los años treinta cuando Vigo estuvo más cerca de convertirse en una auténtica metrópolis cinematográfica. En octubre de 1930, el famoso arquitecto Antonio Palacios recibe del ayuntamiento un encargo muy especial: la redacción de un plan urbanístico. El “Plan de extensión y reforma interior de la ciudad de Vigo” será entregado dos años después, contando con la aprobación municipal definitiva en enero de 1934. Por su parte, el estilo art déco comienza a brotar cuando se marchitaba el art nouveau, coincidiendo así en el tiempo el otoño de uno con la primavera del otro, allá por 1910. Pero será en los “felices años veinte” cuando el movimiento alcance su cénit. Corría el año 1925 cuando París inauguraba su histórica Exposition Internationale des Arts Décoratifs et Industriels Modernes. En ella se exhibieron los mejores trabajos de diseñadores de la talla de Ruhlmann, Lalique o Rateau, sinónimos de lujo y sofisticación. Pero hacía ya casi dos décadas que Le Figaro había publicado, en su edición del sábado 20 de febrero de 1909 y en primera plana, uno de los escritos más iconoclastas de la historia del arte: el Manifiesto del Futurismo. De la mano de su ideólogo, el poeta y editor italiano Filippo Tommaso Marinetti, se sentaban las bases de una de las vanguardias históricas más polémicas. Una rebeldía que hablaba de “demoler” museos, bibliotecas, de “combatir” el moralismo y “todas las cobardías oportunistas y utilitarias”, para acabar con un canto a la ciudad trepidante y moderna. Mas, en realidad, el progreso no es incompatible con el respeto al patrimonio, algo que la ciudad olívica, por desgracia, aprendería demasiado tarde. Y es precisamente en un inmueble como este, la sede del MARCO de Vigo, donde esto adquiere un verdadero sentido. Pues el viejo Palacio de Justicia de la calle del Príncipe no sucumbió, como otros, a la devastadora especulación inmobiliaria de las últimas décadas de la pasada centuria. Reconvertido en el Museo de Arte Contemporáneo de la urbe, sus muros acogen ahora la reciente producción que, en las diversas disciplinas artísticas, nos ofrece la creación gallega contemporánea.” Rubén Martínez Alonso Comisario de la exposición XOSÉ MANUEL CASTRO. Piedra filosofal “La piedra ya no es el medio a través del cual se materializa la figura. Ahora, la pedra es la figura. No reconoceremos formas humanas, animales o vegetales en sus obras más icónicas, porque son las propias piedras las que se imponen, con toda su morfología mineral. Sin embargo, la práctica de la creación artística en Castro parece dar un paso más, acercándose a una especie de “neoalquimia”, que ya no procura convertir el plomo en oro, sino que aspira a una nueva dimensión de lo inerte. Una ausencia de vida que más bien parece un estado de profundo sueño, fruto de algún encantamiento o, simplemente, de un, hasta ahora desconocido, proceso de hibernación. La naturaleza ofrece su producto interior bruto, un nonato al que el escultor tendrá que insuflarle vida. Pero no una vida antropomorfa. Ni siquiera zoomórfica. Las piedras han de seguir siendo piedras, mostrando, al mismo tiempo, emociones, una lágrima que resbala por su superficie epidérmica, que se abre en un corte limpio de bisturí. Y, como si de la intervención de un prestigioso cirujano plástico se tratase, después de la operación estética, todo ha de quedar muy natural, como si la propia naturaleza fuese, en realidad, la verdadera artífice de la obra de arte. Practicada ya en la antigua Mesopotamia, el Egipto faraónico o el Imperio persa antes de que griegos y romanos desarrollasen sus respectivas civilizaciones, momento en el que echará también raíces dentro de nuestra tradición clásica, la alquimia ocupó siempre ese espacio reservado a la protociencia, construida sobre unos cimientos filosóficos y donde se combinan, en un totum revolutum, una metalurgia casi mítica con disciplinas tan variadas como la astrología, la medicina, la física y la química, el arte o la mística, entre otras. Y, dentro de ese hermético universo alquímico, la piedra filosofal fue, durante siglos, su objetivo más codiciado. Legendaria sustancia, de ella decían que era capaz de transmutar en oro el plomo. Pero, además de esa increíble y mágica proeza, la piedra filosofal era el auténtico elixir de la eterna juventud, la fuente de la inmortalidad. Por eso, todo aquel laborioso y alambicado procedimiento era conocido como Opus magnum o Gran Obra. Mas, ¿acaso el arte no comparte con la alquimia esa eterna aspiración? ¿No sueña el arte, lo mismo que la alquimia, con transmutar las materias primas de las que parte, con aportarle nobleza, finura, delicadeza y vida al vulgar fruto germinado en las entrañas de la tierra? Y el artista, como un alquimista plástico, ¿no ansía también alcanzar esa inmortalidad que solo su Opus magnum puede reportarle?” Rubén Martínez Alonso Comisario de la exposición


Imágenes de la Exposición
Jaime Pacheco, La calle del Príncipe nevando, c. 1930. Fotografía en blanco y negro. Copia de época. Colección M&M, Santiago de Compostela. Foto: cortesía MARCO Vigo/Enrique Touriño
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Entrada actualizada el el 06 jul de 2018

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