Descripción de la Exposición
En esta ocasión Georges Ward nos revela, a través de anotaciones de campo realizadas en la Ibiza más rural, tres series de grafitos sobre papel que reúnen un total de 26 obras, donde la mística y el recuerdo se aúnan, Memorias en San Rafael, Memorias de Ibiza y Compendium. La muestra se acompaña con obra acrílica de la serie The garden of the sun y Herbario, donde nos recuerda la importancia de lo desapercibido. Ward nos revela, a través de anotaciones de campo realizadas en la Ibiza más rural, tres series de grafitos sobre papel que reúnen un total de 26 obras, donde la mística y el recuerdo se aúnan.
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UN MUNDO LLENO DE VIDA
Ricardo García Prats
Miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte
Las pinturas de Georges Ward siempre me han impresionado y cuando el artista me guía por su estudio me entusiasma la intensidad con que me explica las obras, sus ideas y la manera en que vive su dedicación al arte. Georges Ward es pasión, dedicación, virtuosismo y entusiasmo; domina el oficio y siempre tiene un discurso que bascula entre lo evidente, lo oculto y lo misterioso. Detrás de su mundo lleno de plantas y de insectos hay una filosofía que nosotros, conforme contemplamos y disfrutamos la belleza de las pinturas, vamos descubriendo, un interior intenso y una interpretación del mundo y de la vida.
El mundo pictórico de Georges Ward se plasma en colores vivos y en el con- cepto de la abundancia. En general el artista la expresa todo a través de un mundo vegetal y animal en el que podría habitar el hombre, en el que, sin embargo, el hombre no aparece. Vemos el mundo en el que vivimos los humanos o, mejor, el mundo en el que nos gustaría vivir, el paraíso. Ward presentó en 2013 un tondo llamado Natura que era una representación del paraíso a la vez que una plasmación del mundo fijado en un pequeño espacio de 113 cm de diámetro. Era también una interpretación sim- bólica con los cuatro elementos clásicos del fuego, del agua, de la tierra y el aire; un escenario donde se desarrolla la vida y la muerte, el invierno, la primavera, el verano y el otoño, las aves y los peces, la flora y el sacrificio. Un hermoso martín pescador se zambullía veloz para devorar una pequeña carpa. Podíamos recordar El cordero místico de la catedral de Gante, pintado por los hermanos Van Eyck, como simbología de que Dios se inmoló por la humanidad. Cuando he visitado recientemente el estudio de Georges Ward he visto terminada otra pintura redonda, de dimensiones parecidas al que acabo de aludir, que lo titula Biosfera. También está resuelto -el artista no deja nada a la improvisación- con la proporción áurea y en la circunferencia se inscribe otras figuras geométricas consideradas perfectas, como el triángulo y el cuadrado. En esas coordenadas se establecen las numerosas plantas, las incontables flores, las aguas, la tierra, el cielo, y los incontables insectos, mariposas, libélulas, aves diversas, resueltas con gran fidelidad, color y belleza. Se ha creado un mundo que transmite verosimilitud, armonía y dinamismo. Un mundo soñado y para soñar.
A Georges Ward estas obras le exigen mucho tiempo, desde el planteamiento hasta la realización material. Y durante ese tiempo que dedicaba al tondo Biosfera desapareció de la vida real Ana María, la madre de Georges. Aún le dio tiempo de re- presentar ese vínculo tan estrecho de la madre con el hijo; lo hizo con dos flores, una campanilla o trompeta blanca como representación de Ana María y del tallo de la flor surge otra roja como representación de Georges. La pintura es otra representación del mundo, otra representación del paraíso.
La exposición que ahora se presenta, titulada Memories, es distinta a las que hasta el momento hemos visto. El artista ha pasado este verano en San Rafael, pobla- ción del interior de Ibiza. Ha estado meditando sobre la vida y la muerte, ha pasado el luto y esto lo ha plasmado también en sus obras. Ha escogido papeles suizos e italianos de gran calidad y belleza y ha pintado, ha dibujado con grafito ese mundo vegetal que tanto le apasiona. Ha pintado campanillas sobre las que revolotea una abeja. Volvemos otra vez a la simbología, en este caso de la abeja. Apis, en latín es la denominación de la abeja y también nos lleva a pensar en el dios egipcio Apis, que si bien en un principio era un dios solar y de la fertilidad, pasó a ser un dios de la muerte. La abeja revolotea y zumba alrededor de la campanilla en casi todos los papeles. Re- cordemos los símbolos y sabremos la razón del luto.
Si bien la muestra Memories está resuelta en blanco y negro y alrededor de las flores predomina la abeja como recuerdo y homenaje, excepto en la serie Compen- dium. Pero Georges Ward ha querido que también esté presente el color. Color en la pintura apaisada llamada The garden of de sun y una serie de obras de la serie Herba- rio. Son representación de la temática habitual en el artista y símbolo de la esperanza, del triunfo de la vida sobre la muerte y del paraíso que ya hemos mencionado.
En las pinturas de Georges Ward encontramos un mensaje abrumador, una fuerza extraordinaria tanto en el color como en el blanco y negro y un mundo repre- sentado a través de un microcosmos que refleja también la humildad del artista. Se podría decir que Ward es un pintor simbolista que se afana en descubrir detrás de bellísimas apariencias, otras verdades aún más bellas y fascinantes. Ward, como dice Jesús Rubio Jiménez, es un pintor visionario que dota de dimensiones trascendentes a lo natural.
Antonio Colinas, con motivo de su exposición Life System de 2013 en Zarago- za, escribió un texto del que cito su último párrafo que viene bien para terminar esta presentación:
“Lo que sucede es que este pintor objetiviza al máximo su mundo y por eso en sus cuadros observamos un mundo más cercano al tropical: otros mundos. El cuadro es la isla ensoñada en la que el ser de nuestros días, saqueado -como la naturaleza- por tantas agresiones, aún rescata su humanidad, nos revela el medio en el que debemos hacer lo esencial para salvarnos: respirar, contemplar, gozar”.
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San Rafael nos espera con blanca tristeza
cosida con nudos de esparto alrededor de la cintura entretejidos en el profundo océano
la salada mañana me acompaña
me dice
no hables, no digas, no cuentes,
que tengo un cuchillo afilado guardado en mi garganta que desgarra hebras de luz y de carne
con certeros golpes
una impenetrable tristeza corta el aliento,
toda esperanza,
para lanzarla por torrentes de piedras aristadas
donde Julio habita una nueva tierra,
yerma, olvidada, y un gélido aliento aprieta, comprime, estrecha en un cruel abrazo
mi mano construye una nueva piel de cemento que cubre mi pecho, mis días, mi tiempo...
sin darme cuenta he perdido el camino de vuelta.
Marisa Royo
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