Descripción de la Exposición
Exposición virtual comisariada por Natalia Alonso Arduengo a partir de las obras propuestas por más de 50 artistas a los que se invitó a presentar obras a partir del proyecto comisarial expresado en estos términos:
“El pasado y el presente tienen una continuidad temporal a través de la memoria. Recordar o hacer memoria implica, por lo tanto, establecer un diálogo con el tiempo. Aristóteles sentenció: “La memoria es el tiempo”. La memoria es tiempo y es depósito de recuerdos, la memoria nos constituye y es núcleo de nuestra identidad. Pero también es olvido. De este modo, e influido por el filósofo griego, Paul Ricoeur estableció una relación dialéctica entre los polos de la memoria como esencia del tiempo por un lado y, por otro, como ente del olvido en cuanto tiempo destructor”.
Se presentaron más de 200 obras, sobre las que Natalia realizó una rigurosa selección de 15 obras de otros tantos artistas, y a partir de las cuales redactó el siguente texto:
"El pasado y el presente tienen una continuidad temporal a través de la memoria. Recordar o hacer memoria implica, por lo tanto, establecer un diálogo con el tiempo. Aristóteles sentenció: “La memoria es el tiempo”. La memoria es tiempo y es depósito de recuerdos, la memoria nos constituye y es núcleo de nuestra identidad. Pero también es olvido. De este modo, e influido por el filósofo griego, Paul Ricoeur estableció una relación dialéctica entre los polos de la memoria como esencia del tiempo por un lado y, por otro, como ente del olvido en cuanto tiempo destructor.
La selección de obras que forman parte de esta exposición virtual aborda lo doméstico como espacio de la memoria, la familia como uno de los principales elementos evocadores y la fotografía como componente catalizador de recuerdos.
Puesto que no somos consumidores pasivos de espacios, el hogar se muestra en muchas de estas imágenes como un elemento estrechamente vinculado a un recuerdo familiar. Mobiliario, enseres y demás objetos que pueblan las casas son expresión de las personas que las habitan o que las han habitado. Lo doméstico refleja el yo a modo de paisaje íntimo y autobiográfico, casi como una especie de retrato indirecto de cada morador. Las huellas físicas generan anclajes emocionales que nos remiten a personas y a momentos vitales. Lo vemos en las obras de Elena Gimeno Dones, Laura Gutiérrez, Federico Granell, Isabel Gil Sánchez y Natalia Pastor, aunque en este último caso el morar no sea en un hogar sino en el hospital de St. Lizier. Lo vemos también en los trabajos de Christian Domínguez, Mónica Dixon, Pedro García y Dani Soter en los que ni siquiera es necesaria la presencia humana para que sintamos el lugar como espacio vivenciado.
Constantemente generamos recuerdos que pasan a formar parte de nuestro patrimonio personal y doméstico. Blanca Prendes crea una “caja de tesoros” tras su experiencia con la maternidad con la misión de recopilar y salvaguardar objetos emocionalmente importantes para ella. Y, en este afán por no olvidar, la práctica de la fotografía se sitúa como alumno aventajado. Nos sacamos fotografías constantemente para poder recordar después. En la época de la extravagancia de los selfies, la pintura presentada por Cristina Toledo y tomada de una fotografía real de época, también nos demuestra cómo cualquier momento, por inverosímil que sea, es válido para realizarse una instantánea que permita no morir en el olvido. Así, el álbum familiar con sus variados retratos e imágenes de cumpleaños, bautizos, matrimonios, navidades y vacaciones se convierte en un elemento clave para el recuerdo. De la etimología latina de la palabra recordar, formada por el prefijo "re" (volver hacia atrás) más "cor, cordis" (corazón), puede entenderse que recordar significa traer algo al presente después de haberlo hecho pasar por el corazón. Las obras de Inma Fierro, Atiz y Estíbaliz Lorca de Urarte transmiten que el álbum familiar tiene mucho de esto.
El cierre de esta reflexión sobre la memoria lo aporta la obra de Osvaldo Cibils cuya acción consistió en enterrar ocho tarjetas de memoria vacías en varios lugares no identificados de la ciudad italiana de Trento. Ahora, las fotografías ya no se imprimen en papel, la digitalización del mundo ha traído consigo la digitalización de los recuerdos. Además, estas tarjetas no contienen nada, casi como una metáfora del desvanecimiento de los recuerdos como lágrimas en la lluvia de la modernidad."
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