Descripción de la Exposición
Tercera monografía de la Enciclopedia Martín Chirino, tras las dedicadas a Reinas Negras y Afrocán.
La exposición reunirá un conjunto de piezas, entre esculturas, obras sobre papel y fotografías en torno al viento.
Las Palmas de Gran Canaria, 16 de junio de 2023. La Fundación de Arte y Pensamiento Martín Chirino presenta desde hoy y hasta el 17 de septiembre, en su sede del Castillo de La Luz de Las Palmas, la exposición Martín Chirino: Vientos. Un camino en espiral hacia el origen, comisariada por Fernando Castro Flórez, profesor de Estética de la Universidad Autónoma de Madrid y crítico de arte. Esta muestra, como en los dos años anteriores, coincidirá con la edición de la tercera monografía, en colaboración con la Fundación Azcona, sobre el artista canario, escrita por Castro Flórez y enmarcada como un volumen más de la Enciclopedia Martín Chirino, proyecto de la Fundación que lleva su nombre, de la que ya se han publicado dos anteriores, Reinas Negras por Alfonso de la Torre y Afrocán, escrita por Antonio Manuel González.
A través de esta tercera monografía de la ENCICLOPEDIA MARTÍN CHIRINO, nos adentramos en la serie más carismática y particular del escultor, EL VIENTO; tema que comenzó a tratar a finales de los años cincuenta y al que sería fiel durante todo el recorrido de su vida, convirtiéndolo en una constante, y leit motiv de toda su obra, señala el director del proyecto y de la Fundación, Jesús M. Castaño.
En la apertura, junto al comisario, la presidenta y el director general de la Fundación Chirino, Marta Chirino y Jesús M. Castaño, estuvieron presentes la consejera de Cultura del Cabildo de Gran Canaria, Guacimara Medina; la responsable de Acción Social de CaixaBank en Canarias, Olga del Pino; el Ceo de Canaragua, Juan José González; y el arquitecto jefe del Servicio de Cultura del Ayuntamiento de Las Palmas, Juan José Espino Durán.
La exposición cuenta con la colaboración de varias entidades públicas y privadas, entre las que cabe destacar a los Gobiernos de España y de Canarias, el Cabildo de Gran Canaria y el Ayuntamiento de Las Palmas y la aportación de la Fundación “la Caixa”, a través de CaixaBank. En el proyecto expositivo se incluyen un corpus de obras, algunas de gran formato, entre esculturas de Martín Chirino (Las Palmas, 1925-Madrid, 2019) y de otros artistas de su generación como Jorge Oteiza, El Lissitsky, Julio González y Robert Smithson, así como obra sobre papel que ilustran un tema que ha recorrido casi seis décadas de la trayectoria plástica de Chirino. El texto de Fernando Castro Flórez ahonda en la revisión histórico-crítica y bibliográfica de las espirales del viento.
Tal y como escribe a la hora de interpretar la obra del artista: “Dominando el hierro, Martín Chirino impone su voluntad. […] ha entendido que su trabajo tiene que estar sostenido desde la «pura pasión» y así está totalmente confrontado con la «banalización» contemporánea, con una voluntad simbólica manifiesta o […] con el afán de generar una composición de un «cosmos»”.
La mayoría de las obras que forman la muestra proceden de fondos del legado de Chirino, además de la Colección Azcona, del Gobierno de Canarias, así como de otras instituciones públicas como son el IVAM de Valencia, Museo Salvador Victoria y colecciones privadas, entre las que se encuentran algunas representadas por la Galería Guillermo de Osma.
La espiral más temprana de todas las que componen este homenaje a la forma fundamental del viento, que Chirino trabajó durante la mayoría de su carrera, es también la primera que hizo: “El primer Viento de Martín Chirino data de 1958 y lo presentó en su muestra en el Ateneo de Madrid. Desde entonces, realizó casi un centenar de esculturas con esa temática. Una estructura aparentemente simple, una espiral de metal, consigue modularse en impresionantes variaciones, intensificando su potencia estética. El Viento es la manera que tiene la espiral de hacerse tangible”, escribe Castro Flórez.
Al reconocible perfil se suman unas pequeñas hendiduras en el centro de la pieza, que aportan una textura e irregularidad que más adelante desaparecerán de su producción. Tal y como se recoge en la tercera monografía que acompaña a la muestra: “Chirino, maestro Chirino, maestro de la curvatura, sigue a rajatabla su credo estético del «menos es más», utilizando un mínimo de materia para obtener una mayor expresividad pero, sobre todo, buscando lo poético y sugerente, por medio de un esfuerzo físico; golpeando el martillo en la fragua, dominando la potencia del fuego; consiguiendo que las herramientas del herrero funcionen en beneficio de los fines artísticos más intensos”.
A pesar de la referencia textual en el nombre de todas estas piezas –así como en el título de la muestra– Castro Flórez destaca la importancia de la ausencia de representación del mundo real para Chirino, para quien “la abstracción supone un momento de inflexión histórico-estético que lleva a la creación de un pensamiento puro”; “Las esculturas de Chirino simbolizan el viento con un tono poético-musical que remite tanto a lo aborigen en cuanto dialoga con la modernidad radical”.
En el otro extremo cronológico, el conjunto de piezas más reciente es 4 espirales del viento; un trabajo previo de 2017-2018 con variaciones sobre la versión más compacta de la célebre forma.
Chirino no dejaba de esculpir y grabar espirales, sedimentos visuales que unían lo cósmico y el deseo hermoso de un hombre que tenía la integridad de una roca. Buscaba el origen sin nostalgia, no olvidaba las “pintaderas” del Museo Canario, demostrando que se puede ser universal sin perder el aliento local. Así, en la muestra se expondrán 11 pintaderas cedidas por el Museo Canario.
Ángel Ferrant dijo que “la naturalidad personal de Martín Chirino se transmitió a sus hierros, en los que no hay nada fingido. Suya y de ellos es la sencillez y la austera serenidad que los caracteriza: la efusiva expansión en que se distinguen”. El gesto escultórico de Chirino es, en la estela de Julio González, un “dibujo en el aire”, una expresión de fuerza y sensualidad, donde la continuidad espacial lleva a la mirada más allá de la estricta objetualidad.
Tal y como dijo Chirino de González: «Ante la obra de Julio González —la delicadeza y la violencia de su poderoso silencio—, mi reflexión primera […] me lleva al entendimiento de la utilización de las herramientas, condición indispensable para llegar a formar parte, con el dominio del oficio, del clan de la fragua, del forjador lector del hierro, del gremio de los herreros».
Castro Flórez apela a que recordemos obras ya clásicas de este escultor magistral como El carro (1957), perteneciente a lo que llamó “herramientas poéticas e inútiles” en las que establecía una meditación plástica sobre las formas de relacionarnos con la tierra y de conseguir una fertilidad imaginaria o la esencial Composición. Homenaje a El Lissitsky que le llevó a Javier Maderuelo a establecer la analogía entre el expresionismo abstracto y su action painting, calificada como “escultura de acción”. No es, sin embargo, meramente una emoción del gesto de golpear lo que se hace visible, sino el placer táctil de los plegamientos, la intensidad de la materia sometida a una búsqueda de la armonía.
Chirino señaló, en La reja y el arado, un texto publicado en el número monográfico que Papeles de Son Armadans dedicó en 1959 a El Paso, que la inspiración está relacionada con las herramientas necesarias y humildes: “Mi escultura se aproxima más a las herramientas en sus orígenes. Está hermanada con el arado o la reja. Mi obra podría tener lo que esos instrumentos tienen de prolongación humana. Unen al hombre a la tierra en una armoniosa y necesaria tarea. Ella también –la escultura– va entrelazada con el espíritu humano en su dimensión más radical, la de los aperos... Están en consonancia con lo útil elevado a rango de símbolo. Los he buscado en el pueblo”.
En la estética de Martín Chirino es fundamental, sin ningún género de duda, la forma en espiral que evoca el viento. “En el año 59 –señala Martín Chirino– hice la primera espiral erguida, después de convivir con las formas espiraliformes durante toda mi infancia, descubriendo el viento en los rincones de mi tierra y en las culturas milenarias. La espiral es una concepción mítica, principio y fin de la vida. He forjado formas en espiral que, lógicamente, se han ido transformando en mi taller y poco a poco, han venido enriqueciendo su significado iniciático. Al principio eran vestigios, elementos de la naturaleza que descubrí en las culturas milenarias. Concepción mítica de principio y fin de la vida para los primeros hombres y mujeres de mis ancestros. La espiral hoy es, o puede ser, una galaxia, una estela, un sentimiento que ha pasado de lo físico a lo espiritual. Un gesto inquietante de origen oscuro, que emerge de la memoria de civilizaciones hoy olvidadas para convertirse en enseña de la antigua patria de estos pueblos y razas”.
Ese mismo año Millares dirá que “Martín Chirino reflexionaba entre lo breve o lo interminable «lo finito y lo infinito; el vuelo del ave o el peso de una piedra»”
Como recuerda Fernando Castro Flórez en su texto, Juan Eduardo Cirlot destacó “el lirismo del gesto” en las obras de Chirino y añadía que reconstruye el símbolo de la espiral para concluir que en ella surge el intento por conciliar la rueda de las transformaciones con el centro místico y el motor inmóvil o, al menos, constituye una invitación a esta penetración hacia el interior del universo, esto es, en pos de su intimidad.
En la exposición sobre las espirales de Vientos de Martín Chirino se incluye un conjunto de esculturas en torno a la espiral, de las que veinte de ellas salieron de la mano de Chirino, en las que se aprecia la importancia de esas formas en su larga producción artística. Junto a esas esculturas, dibujos y collages se pueden contemplar algunos ejemplos de uno de sus artistas seminales, Julio González, del que se exhiben cuatro esculturas –Main, hacia 1937; La chevelure, 1934; Busto llamado ”El Apostol”, hacia 1933-1934, y Le rêve (Le baiser), hacia 1934, todas procedentes de la Colección Azcona–; de Jorge Oteiza – Construcción vacía con módulo de luz, 1957, Colección Azcona– al que le unía la importancia del vacío–; de El Lissistky; y de Robert Smithson –Espiral perforada, 1973, Colección IVAM–, entre otros, unido a una serie de dibujos y documentos que ayudan a contextualizar su singular modo de esculpir el viento.
Chirino fue un creador que reconoció, en su imaginario, que la espiral y el viento son indisociables. Para él, el espiral remite a las islas en un doble sentido: por un lado, es motivo iconográfico de la cultura aborigen –de las pinturas que se conservan en el Museo Canario–, pero es también la consistencia del viento que tensa y comba las plantas, sus ramas, que riza las olas, que estalla contra las rocas.
Tal vez los vientos del ensueño de su infancia, cuando dibujaba espirales en la arena, sinteticen sus más de cinco décadas interpretando este elemento; algo que no se ve, pero que él esculpió incluso en los últimos años de su trabajo en el taller, cuando seguía latiendo su anhelo de libertad y un deseo de ligereza de plasmar los vientos alisios y solanos, que no dejan de ser los ritmos de la existencia y la búsqueda de la armonía.
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