Descripción de la Exposición
Hacia una ética económica de lo “inapropiado/ble” (1)
“Una nueva civilización está emergiendo en nuestras vidas, y hombres ciegos están intentando en todas partes sofocarla. Esta nueva civilización trae consigo nuevos estilos familiares; formas distintas de trabajar, amar y vivir; una nueva economía; nuevos conflictos políticos; y, más allá de todo esto, una conciencia modificada también”.
Alvin Toffler, La tercera ola, 1980 (2)
Hace unos años atrás, B. V. tocó la puerta de mi casa, del domicilio donde yo residía en ese entonces. El hecho era frecuente porque vivíamos cerca, pero el motivo no, ya que esta vez la idea no era juntarnos a charlar. Sencillamente me estaba pidiendo que la acompañe a un lugar que, a cambio de dinero, proveía un tipo de refrigerio beneficioso para la salud física y mental. B. V. me insistió que hiciera la prueba de ingestión en mi cuerpo, asegurándome que ese “producto” era muy bueno para personas como nosotras. Me aclaró, eso sí, que no tenía plata, por lo cual me estaba sugiriendo que además de acompañarla corriera con el “gasto” prometiéndome de antemano que después me devolvería ese dinero. Así que le dije que se despreocupe, que la acompañaba, que probaba eso que sonaba tan prometedor y además pagaba lo que nos saliera a las dos. Trato cerrado y emprendimos el viaje. Caminamos unas quince cuadras y al doblar en una esquina del famoso barrio Saladillo ella me dijo: “es acá”. No había ningún cartel ni nada que señalara que ahí funcionaba algo; parecía de hecho la puerta de una casa familiar. Pero no pregunté nada, me entregué a la hazaña y tocamos el timbre.
Una señora nos hizo pasar y lo primero que vi fue un cartel, de esos de lona impresa sostenido por una estructura de hierro que decía: Herbalife nutrition. Del cultivo a la mesa. Luego un mostrador con varias licuadoras, y después una fila de sillas ocupadas la mitad de ellas por dos mujeres sonrientes sosteniendo cada una un vaso. Enseguida entré en clima y observé cada gesto y movimiento de la sala.
B. V. y yo caminamos hasta el mostrador y ahí nos atendieron individualmente. Nos tomamos los batidos correspondientes, pagamos, nos recomendaron volver y luego nos fuimos a un bar de la zona a tomar un café, pero no hablamos para nada de lo sucedido.
Herbalife es una empresa de nutrición que desarrolla y comercializa productos para el control de peso, dietas deportivas y cuidado personal. A esta data la pude incorporar con posterioridad, cuando después de tomar esos dos batidos aquel día me puse a investigar qué había ingerido realmente y para qué. Por supuesto, nunca más volví a ese lugar. Pero de vez en cuando recuerdo ese momento porque durante un tiempo largo creí que esa experiencia iba a formar parte de una novela de B. V. En mi rol de acompañante me sentí como en el detrás de escena de una ficción por suceder; un episodio que, primario o secundario, iba a plasmar ese acontecimiento de nuestras vidas posmodernas.
De alguna manera, la producción audiovisual aquí presentada de Liv Schulman imprime esa sensación; de retroalimentación pululando entre la realidad y lo fantasmagórico. Escenas que se despliegan aparentemente de modo espontáneo pero que al mismo tiempo son parte de un ecosistema donde cada una va avanzando sobre la energía de la otra en forma progresiva y programática. Entre lo orgánico y la secuencia lineal, entre lo pactado o guionado y el relato derivativo de laboratorio, todo sucede bajo los parámetros de una auténtica vida artística comunal. Un fenómeno que se da repetidamente en la historia del cine under, y que, cercano a la poética del backstage, recuerda sobre todo la elasticidad de los roles, de las identidades y, aún más, de que todo es actuación: actuación del género —parafraseando obviamente a Judith Butler—, actuación del lugar ocupado dentro de una organización, actuación de la propia actuación. Un metabolismo sostenido por escenografías de cartón, plantas, monstruos dibujados o por germinar, viscosidad, mucho marrón pegajoso, pero también gestualidad, de la materia y de esos seres entregados a la ansiedad de rodar un proyecto colectivamente en pleno contexto de pandemia.
Para salvar los destinos de una historia afincada en el deceso, Liv inscribe su narrativa en una escritura performativa completamente barrosa. Y concibe de este modo una suerte de engendro, dando origen a una metáfora perfecta: la de la productividad contemporánea, donde pueden surgir preguntas por el valor de uso y el valor de cambio, por la ecuación dominantedominado, y también por el lugar-no lugar que ocupa hoy lo periférico o lo liminal en los sistemas de producción. Escapando del tan utilizado estilo Frankenstein, su tipología visual del engendro no se corresponde con la cualidad de lo cadavérico o de lo residual, pese a que sus imágenes terminan optimizándose en la putrefacción. Por el contrario, se trata de una clase de engendro que pende de la enunciación y de las formas informes al mismo tiempo, dando cuenta de la concepción del arte como engendro, de la escena como engendro y, también, de la performance individual y colectiva como engendro.
Por otra parte, y volviendo a la noción de productividad, los dibujos, tanto en su dimensión expositiva como puestos en foco dentro del relato fílmico de Marrón, amarillo, blanco y muerto, suponen al intercambio permanente como aspecto esencial de lo que podemos identificar como una economía del gasto. Ofician como metáforas sexualmente viciosas del tráfico de monstruos, considerados éstos como criaturas al margen de la civilización y de la barbarie. Hacia los años 80 Alvin Toffler supo visualizar el nacimiento de una nueva civilización a la que, paradójica y conflictivamente desde la mirada actual, caracterizó como “la primera civilización verdaderamente humana de toda la Historia conocida” (3). Entre esta perspectiva que divisaba un futuro en la economía del prosumidor, reuniendo al productor y al consumidor en una única figura, y las derivas hegemónicas y contrahegemónicas de la economía actual, en los diálogos de su miniserie Liv ensaya breves alegatos que exponen la posibilidad de nuevos espacios para el más allá de la oferta y la demanda. Para conjurar la herencia ochentera de economías piramidales como la de la conocida firma Herbalife, de la que como mencioné más arriba formé parte por un día.
Todo su trabajo está penetrado por la energía de la descolonización de la imaginación económica. En este contexto, sus personajes encarnan una erótica teórica y empírica, que advierte que “el deseo no es más que (...) especulación financiera” (4). Y justamente porque en las estruendosas esferas del capitalismo, el deseo forma parte de la matriz de la masculinidad hegemónica, en tanto configuración normativizante que rige la cultura patriarcal. Fermentación y gestación serían entonces las dos claves de esta pequeña empresa cinematográfica que jerarquiza lo mohoso, lo ominoso, los cuerpos emancipados y prisioneros a la vez, haciendo usufructo de la textualidad en sus distintas expresiones. Como teoría, como confesión emocional o, incluso, como insulto, dando paso a una ética y una estética de lo “inapropiado/ble”. La metáfora de la fermentación da cuenta no sólo de las más recientes prácticas comunitarias del “hágalo usted misme”, sino también de las consecuencias de la creación de una otredad. Hete aquí que en el universo de esta ficción no se trata de imaginar un futuro alienígena sino, por el contrario, de aceptar que nos encontramos ante diversas civilizaciones submundanas que prefieren los sótanos, los altillos y los subsuelos, antes que las fábulas ensordecedoras del marketing.
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(1) “Ser «inapropiado/ble» no significa «estar en relación con», esto es, estar en una reserva especial, con el estatus de lo auténtico, lo intocable, en la condición alocrónica y alotópica de la inocencia. Por el contrario, ser un «otro inapropiado/ble» significa estar en una relación crítica y deconstructiva, en una (racio)nalidad difractada más que refractaria, como formas de establecer conexiones potentes que excedan la dominación. Ser inapropiado/ble es no encajar en la taxon, estar desubicado en los mapas disponibles que especifican tipos de actores y tipos de narrativas, pero tampoco es quedar originalmente atrapado por la diferencia. Ser inapropiado/ble no es ser moderno ni ser postmoderno, sino insistir en lo amoderno”, Donna Haraway, 1991 en: Las promesas de los monstruos: una política regeneradora para otros inapropiados/bles, Buenos Aires, Libros de la mala semilla, 2015, pp. 15-16.
(2) Alvin Toffler, La tercera ola, Bogotá, Ediciones Nacionales, Círculo de Lectores, Edinal, 1981, p. 9.
(3) Alvin Toffler, op. cit., p. 10.
(4) Liv Schulman (directora), 2020, Marrón, Amarillo, Blanco y Muerto: episodio 4, Visage Productions.
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Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España