Descripción de la Exposición
Malpaíses y otras cosas
Convertir una exposición de pintura en un acontecimiento no resulta fácil en esta sociedad acelerada y necesitada de más acción. Aún así, la muestra de óleos Malpaíses y otras cosas de Alberto de León, en la Sala de Exposiciones El Aljibe de Haría, reúne requisitos para serlo. Su vida y su producción artística, que recuerda en muchos aspectos al gran maestro Antonio López, ha girado en una órbita que se aleja durante años de flashes y de ruido, en una búsqueda sin prisas de la perfección, convirtiendo sus presentaciones en momentos esperados. A punto de cumplirse el medio siglo de su primera exposición, la longitud y la autenticidad del recorrido constituyen otro reclamo. Esta cita se presenta como una especie de antológica, reuniendo lo más representativo de sus distintas etapas y de sus creaciones más recientes, la evolución del hiperrealismo al neorrealismo conceptual.
En el carril de desaceleración, años después de su jubilación como profesor de dibujo de instituto, donde fue maestro de reconocidos artistas y talló su bonhomía, su carácter sencillo y accesible, Alberto de León se despide satisfecho y sereno. No dejará de pintar, pero se libera del apremio de crear para exponer. Malpaíses y otras cosas, el resumen de su carrera, muestra su perseverancia y su gusto por una de las sendas menos placenteras para un artista plástico, la vía por la que se transporta el contenido de una mirada a un lienzo. Horas de análisis de materiales y de texturas, de brillos y de sombras, para llevar al pincel durante días y semanas todos los detalles observados y regalar al espectador la magia del sentido de la vista, el empoderamiento ante el color y la realidad aumentada.
Y con el mismo tiento que ha guiado su trayectoria, ha elegido el último punto de encuentro con su pintura: Haría. Completa el círculo de su sueño como pintor, iniciado en los años cincuenta, en una isla pobre, pero en un pueblo con ganas de crecer culturalmente y en una familia que arropó la ilusión de un niño de ser pintor, tras asistir a lo que para él fue el acontecimiento mayor: una exposición de pintura. Alberto de León es Lanzarote. La esencia de la isla late en su expresión plástica. Sus óleos no transmiten más ruido que el viento enredado en las palmeras "espinosianas". Se siente la quietud de ese Lanzarote legendario que sobrevive en rincones de silencio como Mala, donde nace esta obra que invita a caminar sin compañía por malpaíses y salinas en desuso, junto a pateras abandonadas, campos con fruta madura que cae y casas con puertas y ventanas desvencijadas... Ese Lanzarote que abraza el tedio y el vacío de la acción, que sirve el antídoto contra este mundo de whatsapp y déficit de atención, que hace posible que una exposición de pintura se convierta en un acontecimiento y que despierte en un niño el sueño de ser pintor.
José Juan Romero