Diferentes estéticas de lo singular
Rocío Segura, revela su certera mirada creadora, en un dictamen fotográfico de profesionalidad fascinante, subrayando su experiencia con un riguroso método técnico (acertado uso de la luz, composición equilibrada, figuración de elegante estilo), muy útil para enfatizar la cuidadosa retórica visual de sus imágenes. En ellas aparecen hermosos cuerpos y rostros que ocultan las miradas por la floración sutil de la naturaleza. Arquetipos de seductora belleza, vitales modelos de plenitud sensorial y teatralidad sugerente, exquisitamente fotografiados a la manera de las portadas de las revistas y magazines glamurosos, que posibilitan la contemplación del paisaje humano desde un territorio de avasallador lirismo y vibrante colorido. El trabajo de Rocio Segura, posee una diversidad figurativa que otorga gran intensidad a su expresiva puesta escena; secuencias de mujeres y hombres jóvenes, reivindicando ante el observador la etérea ligereza de los adornos florales, clara referencia a cuanto hay de pureza...en aquello que se anteponen en los ojos, y debe ser contemplado como visión metafórica de la propia existencia. Esta exploración conceptual, este posicionamiento argumental, es dirigido por la fotógrafa hacía la construcción de una realidad deseable, esplendorosa, pero también alude a los parámetros estéticos perturbadores que supeditan la inocencia y la admiración, ante la insistente mirada del arte especulativo y su gusto por trastocar cuanto hay de brillo y equilibrio en los actos de la modernidad cultural.
Susana Reberdito, ha preparado para esta exposición un trabajo desasosegante, que muestra ensoñadores rostros infantiles de mímica gestual, inmersos y atrapados en diversas materias (óleo, arena, fibra vegetal, botellas, lino). Una propuesta profunda y evocadora sobre las polisémicas razones de la memoria en la multiplicidad de la experiencia visual, cuando manipula intencionadamente el imaginario creativo de la obra artística, para radicalizarla en descriptiva obsesión poética o rareza estética. Fotografías historiadas de emocionalidad sígnica, incrustadas en un juego pulsional de objetos (botellas, cuadros, bolsas de mallas), que fragmentan su propia realidad desde un clasificatorio repertorio de sutiles mecanismos escénicos. Están sometidos, al hecho interpretativo de "entorno, fondo y figura" y a su vez, revelan su carácter de simulacro conceptual, cuando interroga sobre lo interior y lo añadido en un conjunto plástico. La reciente propuesta de Susana Reberdito está alejada de sus trabajos pictóricos habituales, tan gustativos, coloristas y audaces, pero sin la menor duda, es un interesante relato ocular sobre la fisicidad del acto perceptivo, en aquello que describe la presencia humana manejada desde el artificio de un inquietante entorno, aunque sea artístico.
Óscar Lanza, imagina pintando con un lenguaje visual impactante, lo que nos deslumbra en las indómitas imágenes que se ofrecen desde el bricolaje callejero. La ciudad, sus medios de comunicación, la publicidad y sus anuncios incrustados en nuestros sueños para censurarlos; todo ello es fuente inspiradora para este artista rastreador de sensaciones gráficas. Su trabajo (de minuciosa manufactura), cuestiona con ironía y cruel sarcasmo, las tendencias de las redes sociales, los hallazgos contemplativos de un entorno comunicativo cada vez más saturado de "imágenes basura", aquellas que no caracterizan un entorno urbano, sino por el contrario, lo confunden en un marasmo deshumanizador y alienante. Óscar Lanza, documenta tal proceso, satirizando los privilegios icónicos de lo público, tan consumistas como efímeros. Dibuja personajes reconocibles en el globalizado substrato de nuestra memoria colectiva (especialmente la televisiva), los critica y expone su frágil consistencia de "mitología reciclable" en un paisaje frenético de personajes iconoclastas que burlan de manera sistemática la estereotipada presencia del poder económico, la moral dominante o el orden político preestablecido. El mundo que nos presenta, es disfrutable para aquellos que tienen hambre de color y trazos bizarros. Seguro quedarán satisfechos.
Ricardo González García, en un mundo postapocalíptico hubiera sido el notario que levantaba acta estética de su penetrante perfume destructivo. Él hubiera constatado con una imaginería visualmente suntuosa, esa ceremonia tan desolada. Ricardo González García, avezado pintor cuya trayectoria ofrece una visión artística de profesional factura analítica y abstracta, nos presenta ahora una figurativa cosmogonía, donde la sátira emerge ahormada en todo aquello que parece sensacionalista o de consumo masivo. Sus ambientes insólitos y fantásticos se ven envueltos en una atmosférica pasta cromática, de grises y ocres, tonalidades que contaminan cualquier mirada preconcebida y racional. Son tan contundentes y descriptivos tales escenarios, como combativos ante los valores culturales dominantes hoy día. Pero no dejan de poseer el carácter elocuente de una funcionalidad purificadora, salutifera y veraz al ilustrarlos con excelente dominio, presentándolos como argumentos palpables, de alguien que azuza la mirada con penetrante sagacidad de cirujano plástico. Todo aquello que pinta, es una representación simbólica de una realidad dominadora y asfixiante, que profana intencionalmente las liturgias de imposición autoritaria visible en los asuntos públicos y privados.
Juan R. Calleja, sin duda es un artista considerablemente reflexivo que factura piezas inquietantes, que requieren ser observadas con gran detenimiento contemplativo, pues protagonizan un diseño de formas irreales, casi explorativas, de sensaciones psíquicas. Hay en ellas términos creativos categóricos, similares a un diagnostico poético de lo ominoso, de lo sensible y terminal. Sus pinturas soportan una caligrafía de sucesos extremos que deben ser analizados desde una narratividad obsesiva, de absorbente y literaria representación (sorprendente el óleo de la mujer levitando sobre un fondo rojizo). Otras obras de técnica mixta, también padecen el placer de ser consideradas experimentales artificios del artista, maquinarias emocionales concebidas para orquestar un gabinete naturalista de rareza marginal. Las fotografías también están dominadas por un tratamiento alegórico estremecedor. Son representaciones abiertas al escrutinio, que se desdoblan en argumentos turbadores ante ojos no acostumbrados a encarar las terribles consecuencias de la existencia (difícil no estremecerse ante la imagen de un pequeño cuerpo sumergido en las aguas). Juan R. Calleja, vagabundea con maestría por historias y espacios donde toma consistencia una traducción epidérmica de la imposible realidad, como si estuviera empañada de una niebla cegadora pero de corporeidad deslumbrante.
Jesús Alberto Pérez Castaños
Entrada actualizada el el 06 mar de 2017
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