Descripción de la Exposición
El valor reconocido a las sombras dentro de las artes plásticas no ha dejado de crecer, porque se considera que son estas las que estructuran la imagen, las que le aportan textura y las que estabilizan o dinamizan el brillante papel de la luz, que se potencia solo gracias a ellas; la luz es protagonista porque se sostiene y enriquece con las sombras, definiendo su papel en un inagotable ejercicio de dialéctica plástica recíprocamente beneficioso para las antagónicas cómplices.
Las sombras delimitan espacios y formas, modulan y equilibran, generan volumen y relieve, otorgan corporeidad o levedad, filtran, matizan, diluyen o subrayan contornos, ligan o segregan los objetos que componen el conjunto de la obra.
Las sombras ocupan el papel de lo oculto, de lo ausente; son un eco más o menos reconocible, una huella dinámica, y por eso fueron el “doble” que en las culturas antiguas representaban al alma y a los muertos, y todavía hoy evocan el recuerdo de lo perdido y protagonizan el inagotable mundo de lo siniestro y del misterio, de las fantasmagorías. Son lo desconocido, lo fugaz, lo que todavía no sabemos ver o interpretar y, en consecuencia, siempre nos inquietan, aunque, paradójicamente, suelen ser el complemento buscado para recrearnos en la melancolía deseada o en la relajada intimidad.
Ese ha sido el territorio (impreciso y cambiante) donde me he querido mover mientras preparaba estas obras. Ha sido un año de paseos por campos y bosques; de rastrear en vestigios y afloramientos, en reflejos, en improntas; de aprender haciendo con la generosidad de los que saben; de observar el dinamismo de las nubes y del agua, de escrutar lo fugaz entre las siluetas de las sierras que recortan el horizonte; de seguir indagando sobre la memoria (sobre mi propio imaginario y sobre otros por descubrir, quizá en esta ocasión mirando más de lo habitual hacia oriente) y partiendo, como siempre, de los objetos encontrados (rehaciendo lo a medio hacer, reparando lo fallido, actualizando lo obsoleto, relacionando lo improbable,…) Un quehacer vocacionalmente fragmentario, intuitivo, receptivo a lo contradictorio, apuntando en varias direcciones a la vez con la intención de hacer, siempre, como proponía Horacio, de la manera más sencilla y personal.
Ese mundo fascinante y esa actitud han sido mis guías mientras preparaba luz y sombras para la Casa de la Imagen. Este “jardín de sombras” que juntos abrimos en tan hermoso espacio, a la luz de la plaza y para el disfrute de los espectadores, aspira a ser acorde con la trayectoria de un proyecto tan admirable como ambicioso, que recupera (a menudo, literalmente, de entre las sombras), rehabilita, atesora y difunde un patrimonio cultural formado por buena parte de los materiales que testifican de qué han estado y siguen estando forjados los sueños y las aspiraciones de nuestros conciudadanos.
Francisco Gestal