Descripción de la Exposición
Nulla dies sine lux. Los dibujos de Isidre Manils
La frase afortunada del pintor griego Apeles, “Nulla dies sine línea” nos dice que no tenemos que pasar ni un solo día sin pintar, sin escribir también una línea. Esto es el que hace Isidre Manils con el dibujo. Parafraseando la cita clásica, le doy otro significado. Interpreto estos dibujos como la clara voluntad de no estar ni un solo día sin la investigación de la luz: “Nulla dies sine lux”.
El papel es de calidad y desprende una intensa luz blanca, el artista inicia su rito y convierte la superficie luminosa en otra del todo oscura, lo hace utilizando el carbón de Siberia. Consigue el más profundo de los tonos del negro, y una vez ante esta oscuridad va a encontrar la luz blanca nuevamente, sacando el polvillo a base de borrar, de eliminar materia. No deja de ser una técnica con gran simbolismo, puesto que de la negrura absoluta, de la mancha oscura, se consiguen indicios de pureza reencontrada, de luz, a base de rectificaciones. Interpreto este proceso de investigación insistente de la luz como el sentido más inquietante y profundo de estos dibujos.
“Todo reposa en la superficie” es la frase más enigmática que he escrito sobre la obra de Isidre Manils. Al poner el énfasis sobre las micro-partículas de carbón depositadas en estos dibujos es tanto como decir que la materia reposa y necesita ser observada atentamente. Sus dibujos y también la pintura son un manifiesto artístico de la evanescencia, de la ligereza extrema. A medida que extrae materia oscura permite que las imágenes del mundo se depositen vitalmente, caigan como velos, como vapor, como humo, como alientos de vida sobre la sutil superficie del papel.
Se suele atribuir al dibujo de los pintores la categoría de pensamientos previos a la ejecución de la obra. Los dibujos de Isidre Manils son obras acabadas en sí mismas. En estos dibujos vemos la investigación de la luz a través de unos rostros que a menudo nos observan o desaparecen, de pavimentos y puertas, algunas joyas, ojos dispersos, lupas o espejos, formas indeterminadas y escondidas, manos y uñas, cabellos o llamas de fuego y ocasionalmente algunas palabras dibujadas.
La ligereza vaporosa de los dibujos parecen “infraleves” tal como había descrito este fenómeno el mismo Duchamp. En vez del calor de un asiento que se acaba de dejar: el brillo y la frialdad de una perla, en lugar del sabor de humo que queda en la boca al fumar: unos labios rojos, en lugar de una gota de vidrio con aire de París: unas uñas lacadas, en lugar del sonido del roce de los pantalones al andar: la piel fragante de un hombro desnudo. Estos “infraleves”, estos pequeños acontecimientos figurados después de la contemplación de la vida cotidiana, son la verdadera naturaleza de su arte.
La piel de las cosas, la superficie del mundo tiene la misma magnitud densa de aquello que solemos considerar como lo más profundo. Isidre Manils “fenomenologiza” Husserlianamente la realidad, la convierte en profunda cuando instala los acontecimientos a la superficie y con este acto nos recuerda aquella clásica paradoja que la piel puede ser lo más profundo de nuestro cuerpo. La realidad se deposita sutilmente sobre el papel. He aquí el carácter misterioso de sus dibujos, el enigma no se encuentra solo en los temas, sino en la manera como han sido dibujados.
Jesús Martínez Clarà
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