'Para mi educar es mirar hacia el futuro', Luisa Richter.

Luisa Richter, creadora de un lenguaje artísticos único, forjado en Alemania y evolucionado al llegar a Caracas en 1955, momento en que el ambiente venezolano la inspiró a reflejar en sus óleos la luminosidad de la tierra tropical.

Richter lleva más de medio siglo en Venezuela, ejerciendo su carrera como artista y profesora de artes plásticas. A los pocos años de asentada en Caracas, aceptó la propuesta de Hans Neumann, de dictar clases de dibujo, composición y pintura en el Instituto de Diseño Newmann, en el cual estuvo durante 18 años enseñando a varias generaciones de artistas como Jorge Pizzani, Pancho Quilici, Jason Galarraga, Ricardo Goldman, Felipe Márquez y Christian Gramko, quienes hoy en día afirman que ... su época de estudiante con Luisa fue crucial para su aprendizaje y crecimiento en su desarrollo artístico.

Ritcher instruyó paralelamente a personas que la rodeaban en su medio familiar y laboral. Tal es el caso de su hijo Thomás Richter, y otros artistas como Nestor Marín y Hector Díaz.

Luisa en su labor de enseñanza introdujo a sus estudiantes en el mundo de Filosofía e Historia del Arte, a fin de que tuvieran una formación integral y estimularles la práxis con la conciencia de libertad creadora y actitud de riesgo, así como se lo enseñó su gran maestro Wili Baumeister, considerado uno de los precursores del abstraccionismo europeo.

La muestra colectiva 'Luisa Richter y sus alumnos' pretende rendir honor a una gran artista, cuya riqueza inventiva trasciende en sus ansias de aportar su experiencia a los demás, envolviendo a sus estudiantes en un ambiente explorador, de descubrimiento e investigación, en la búsqueda de objetividad pictórica. Por ello, hoy en día sus alumnos exponen una muestra de su trabajo artístico desarrollado, reflejo que enaltece la intensidad pedagógica de la artista.

'Aquí en Caracas, en la montaña sobre la ciudad, envuelta en la luminosidad de un cielo cristalino, me pregunto si mis pinturas mejoran el mundo o no son más que prótesis emocionales... Confrontación con el mundo poético, el hacer y producir una obra de arte ofrece una meta ética, una sensibilización, que surge de un proceso creativo, que atrapa al ser y podría conducir a una fe del mundo, a una educación existencial...' Luisa Ritcher (Enero, 2012).