Descripción de la Exposición ------------------------------------------------------- ------------------------------------------------------- La obra mural de Luis Seoane constituye una parte esencial de su producción, no sólo por la calidad artística y la belleza de las piezas realizadas por el artista en edificios públicos y particulares a lo largo de aproximadamente dos décadas, sino por el papel fundamental que la práctica del muralismo supuso en la evolución posterior de su pintura. Desconocidos por una parte importante del público debido a su ubicación, la inmensa mayoría en la ciudad de Buenos Aires, los murales de Seoane cobran vida en esta muestra a través de una selección de 62 bocetos preparatorios, piezas de valor inestimable tanto por la singularidad de su formato como por la oportunidad que supone poder contemplar las anotaciones referentes al color, las dimensiones y el diseño que el artista realizó en muchos de ellos; 75 fotografías de época que muestran al artista trabajando en las obras y el resultado final de las mismas, y 44 fotografías que documentan el estado actual de algunos de esos murales. A finales de los años cuarenta, Luis Seoane toma un camino de doble vía que le llevará, por un lado, a trabajar por la renovación del arte gallego y su inclusión por derecho propio en las corrientes de las vanguardias europeas sin perder sus raíces culturales e históricas, y por otro, hacia la búsqueda de la integración de las artes, un concepto que desarrollará a lo largo de toda su carrera. Seoane considera que la práctica artística, desde sus orígenes hasta la Edad Media, constituye una simbiosis entre arquitectura, escultura, pintura y demás artes que se rompe a partir del Renacimiento y que permanecerá disgregada a partir de entonces en diferentes disciplinas hasta el siglo XX, momento en el que la búsqueda de la integración de las artes es retomada por parte de movimientos como la Bauhaus o De Stijl y por artistas como Fernand Léger, El Lissitzky, Robert Delaunay o Joaquín TorresGarcía, entre otros, como vía para transformar el conjunto de la sociedad. El estudio de las experiencias artísticas de estos creadores, junto con el análisis teórico de los grandes muralistas mexicanos como David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera y José Clemente Orozco influirá de manera decisiva en el ejercicio artístico de Luis Seoane. Siqueiros recomendaba la práctica mural en el exterior, en la calle, de forma que todo tipo de público pudiese participar de la experiencia artística, una opinión que Seoane compartiría como medio para acercar el arte a toda la sociedad y no limitarlo estrictamente al ámbito museístico. Se tiene constancia de un primer mural colectivo realizado por Seoane en 1941 en el café La Casa de la Troya, pero la actividad muralística de Seoane como parte esencial de su producción no comienza hasta el año 1953 en Buenos Aires con dos encargos, uno para un edificio particular en el barrio de Belgrano y otro para las galerías comerciales de la calle Santa Fe. Cuando Seoane acomete estas dos obras lleva ya mucho tiempo estudiando las posibilidades que le ofrece el muralismo en lo que a experimentación técnica se refiere, concluyendo asimismo que la composición y realización de un mural no pueden concebirse como una obra independiente del marco en el que se va a insertar. Como él mismo dice en su obra Arte mural. La ilustración (Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1974) 'Pensamos, como los defensores de integrar las artes, que el artista debe acompañar al arquitecto o ingeniero en su obra y no tratar de que la suya obre en detrimento de la construcción arquitectónica'. Se deben tener entonces en cuenta los diferentes elementos arquitectónicos tanto si éstos favorecen la obra como si son un obstáculo para la misma, y esto, que para otros artistas supondría un inconveniente, constituye en cambio para Seoane una fuente continua de experimentación, tanto a nivel de la recuperación de materiales como en el descubrimiento de otros nuevos y en la utilización del color. En estos primeros murales, Seoane no utiliza pintura al fresco, sino a la caseína, así como otros procedimientos de origen industrial adoptados con éxito por los muralistas mexicanos. La disposición de las figuras en Los Músicos se beneficia de la forma de la bóveda, que en vez de suponer un problema para Seoane resulta, muy al contrario, una oportunidad para jugar con diferentes planos y para realizar un juego de contrastes entre la parte figurativa del mural, los músicos, con unos fondos en los que el artista experimenta con la abstracción constructivista. El éxito de crítica y público de estos dos primeros murales propiciaría que, a partir de 1954 hasta casi su regreso a Galicia Seoane no parase de recibir nuevos encargos tanto de obra privada como pública, destacando el mural titulado El nacimiento del Teatro Argentino, ubicado en el Teatro Municipal San Martín de Buenos Aires. Realizado en 1957, es el mural de mayores dimensiones de todos los ejecutados por Seoane, y es un magnífico ejemplo de la puesta en práctica de la integración entre arte y arquitectura preconizada por el artista gallego, puesto que el espacio que debía ocupar la obra se repartía entre dos pisos, lo que impedía contemplar el mural en su totalidad de una sola vez. Seoane aprovecha esta supuesta limitación espacial creando universo en el que las figuras se dividen en grupos sin que ninguno destaque como eje central del conjunto, invitando al espectador a viajar de una escena a otra a través de un recorrido que le permite disfrutar de la obra al completo. Además de la habilidad de Seoane para encontrar soluciones ante las limitaciones arquitectónicas de los diferentes espacios en los que trabaja, cabe destacar la increíble variedad de técnicas que empleará en el desarrollo de sus murales. Por un lado, en lo que al proceso de creación de la obra se refiere, para sus bocetos Seoane emplea, además del lápiz, técnicas como el estarcido, muy utilizado en la estampación de libros y en el diseño gráfico en general, y por otro, en lo tocante a la ejecución del mural, el artista se aproxima a la tradición artesanal europea gracias a su trabajo con la cerámica, el hierro, el bajorrelieve, el mosaico, el mármol o el bronce, materiales que emplea con técnicas del siglo XX, como en el caso del vidrio: para la unión de los vitrales, Seoane utilizará soldadura plástica en vez de plomo. Por citar algunos ejemplos, destaca la utilización del mosaico en El libro de Ruth, un mural realizado en 1955 para el Banco Israelita del Río de la Plata; resinas sintéticas y cerámica en Las Carretas, de 1956, ubicado en un edificio particular en dos espacios diferentes; también resinas sintéticas, cemento en bajorrelieve y metal en las Pescadoras, fechado en 1959; hierro y bronce sobre mosaico en Homenaje a Guamán Poma de Ayala, de 1960, etc.. Todo el conocimiento que Seoane adquiere gracias a su trabajo como muralista repercutirá en el resto de su obra plástica, destacando la repercusión que la utilización del color y de la abstracción tiene en su pintura. En palabras de Seoane, 'el color hace surgir la forma en mi obra'. Ya en los primeros murales, como en Barcas y pescadores, de 1954 o en Figuras aguardando, de 1956, se percibe una esquematización de las siluetas y, sobre todo, el empleo de la abstracción en los fondos, que el pintor utiliza muchas veces para delimitar diferentes zonas dentro del conjunto del mural. Con el tiempo, Seoane irá más allá y conseguirá obras de factura impresionante en el campo de la obra pública, como la bóveda de la Galería Larreta y sus líneas en el espacio, en 1958, aplicando asimismo la abstracción en murales de formato más reducido, como en Figuras en reposo, de 1960. Como casi siempre en su obra, la comunicación entre diferentes disciplinas es constante: los métodos que Seoane utiliza para la ilustración, como el empleo de la serigrafía, los aplicará también en sus murales, y las soluciones técnicas o estéticas que éstos le aporten se verán reflejados en su pintura, que ya a finales de los años cincuenta, cuando Seoane llevaba casi una década realizando obra mural, se inclina hacia el uso de la abstracción a través de las masas de color. Por último, no es menos importante hacer referencia a la temática de los murales. Si se exceptúan algunos encargos muy precisos, como el mural para el Banco Israelita del Río de la Plata, de referencias bíblicas, o El nacimiento del teatro argentino, por sólo citar dos ejemplos, Seoane se esfuerza por reflejar Galicia y su cultura a través de los encargos de obra mural tanto públicos como privados, siendo constante y coherente con su propósito no sólo de dotar a la cultura gallega de un lenguaje propio, sino también de difundirla en su país de acogida. Así, los murales de tema gallego son numerosos: Barcas y pescadores en 1954, A malla en 1956, Mater Gallaeciae en 1958, etc.
Luis Seoane. Murales reúne bocetos originales, fotografías de época y actuales, así como documentación diversa sobre un conjunto de obras esenciales dentro de la producción artística de Seoane, paradójicamente desconocidas por gran parte del público a causa de su ubicación, puesto que la inmensa mayoría de los murales del artista gallego se encuentran en la ciudad de Buenos Aires.
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