Descripción de la Exposición El ser es invisible y estamos condenados verlo a través de una vestidura tejida de símbolos. El mundo es un racimo de signos. La representación significa la distancia entre la presencia plena y la mirada; es la señal de nuestra temporalidad cambiante y finita, la marca de la muerte. (Octavio Paz) "La actividad propia del hombre es la ciencia y el arte. La filosofía viene después y es parásita de ambas hasta vampirizarlas", ha dicho el ensayista Víctor Gómez Pin, autor de libros como Filosofía, el saber del esclavo o Entre lobos y autómatas. La causa del hombre. En la teoría del arte se habla de la génesis apolínea o dionisíaca en el acto creador, de armonía y caos, de geometría y gesto, de construcción y azar... Conceptos contradictorios en apariencia pero con frecuencia complementarios sobre todo en la obra de arte que aspira a ser total, a abarcar la esencia de las cosas y de la vida, que comprende un calidoscopio del pensamiento, del sentimiento, de la sensibilidad y la emoción. La obra de Luis Fega se inscribe en estas coordenadas de razón y pasión, cálculo y espontaneidad, concepto y sensibilidad, en definitiva de expresión de la idea con un trazo intuitivo y sensible que condensa el pensamiento y la forma. No hay narratividad obvia en su trabajo plástico. El medio es el mensaje decía Mc Luham respecto a la comunicación humana y cabe parafrasearlo diciendo que en el caso de Fega, el lenguaje es la pintura. El arte. ¿Qué hay detrás de cada obra de Fega? Respetad el misterio del cuadro, reza un aforismo de la crítica artística, no siempre obedecido. El arte abstracto no es mudo sino intenso y silencioso, cargado de misterio y de sugerencias más allá de lo que contemplan las retinas. Sin hablar de lo sublime, el arte -a diferencia de la ciencia- tiene sus propios parámetros de comunicación por parte del que lo ejecuta, sus códigos de significados dentro de la libertad de interpretación en la mirada de quien se acerca a la obra plástica. La mirada del crítico es tan sólo una contemplación documentada ante el discurso creativo pero igualmente singularizada y única. El escritor argentino Jorge Luis Borges decía que llamamos azar a aquello que no logramos encontrar su explicación racional, pero que existe la justificación en el mundo oculto de las cosas. Pues bien, la obra artística por definición condensa la intensidad de una pulsión creadora y revela -retira el velo- de la sensibilidad del autor ante un tema que el espectador puede todo lo más atisbar por el título de la pieza cuando desea acercarse al concepto del artífice. El trazo gestual de Luis Fega se asienta con aliento personal sobre la imprimación y la pintura del soporte. El color es energía y brío, si bien el pintor lo atempera con frecuencia en tonos desvaídos de hálito poético. Luego llega con el gesto como pulsión poderosa, como caligrafía individual, como tensión de muñeca y mano para expresar sin vacilación el concepto intuitivo de la mente. Un gesto caligráfico que se acerca en ocasiones al dibujo casual o encontrado que diría Picasso, o buscado de modo inconsciente que podría decir Borges. En suma, un mecanismo automático que se rebela en el gesto y que revela en su propia factura el sentir del autor. La pintura de Fega se inscribe así en la tradición fecunda del expresionismo abstracto, de la caligrafía oriental, del informalismo de rica tradición en la pintura española del grupo El Paso o del gran Tápies. Detrás de la obra de Luis Fega late la enseñanza de Robert Motherwell, Henri Michaux, Millares, Saura... Maestros en la expresión pictórica con una dicción singular que les otorga un reconocimiento de estilo (palabra maldita) casi inmediato. Es el gesto de la mano, el trazo liberador del pensamiento, el que, en definitiva, define la obra de Fega. Un trazo que actúa como una firma firme y poderosa, que refleja el acto creador del acaba por revelar su mundo íntimo y personal de querencias o intuiciones. En definitiva, una epifanía de su inquietud, su sentir y su querer. Volviendo a las reflexiones del ensayista Gómez Pin, Luis Fega no huiría del "fantasma que vincula la obra de arte a reproducción de lo que la naturaleza nos depara" sino que vehicula su deseo en el lenguaje propio, automático y libre del que deja fluir su dicción plástica sin buscar ni rehuir la naturaleza.