Descripción de la Exposición
Un paseo por el molino, un día para ponerte los barros en familia, otro para conocer a los extranjeros que siempre nos sorprendían por haber llegado hasta este punto del mapa; y por supuesto, la jornada dedicada a llenar de lodo la botella de agua que nos acabábamos de beber bien fresquita, para tener en casa de reserva. Desconozco si realmente el lodo de la zona tenía propiedades curativas, pero el hecho de socializar con otras familias ya era terapéutico para nosotros. Lo que sí sé con certeza es que en mi infancia cada verano en Lo Pagán era todo un ritual.
Durante los últimos tres veranos he fotografiado a lugareños y visitantes que han abrazado nuestra cálida costumbre. Pero 2020 ha sido diferente: un mar desgarrado ya no puede disimular su herida. No será fácil olvidar la visión del 12 de octubre de 2019, cuando miles de peces y crustáceos exhalaban sus últimas bocanadas en charcos de mar sin oxígeno. Una lenta fotografía; una radiografía instantánea del colapso ecológico que se pudo evitar.
El Mar Menor, la gran laguna salada de Europa, arruinada por la contaminación y el urbanismo desaforado, ante los cuales solo restan los coletazos de un ecosistema moribundo en su lecho marino y el vivo dolor de quienes lo acompañan: las personas que amamos este lugar y recordamos todavía lo que un día fueron los veranos en Lo Pagán.