Descripción de la Exposición
- Las obras tempranas de Fontana de las décadas de 1930 y 1940 ilustran un recorrido de creciente abstracción, no exento de influencias por parte de las corrientes estéticas que marcaron esos complejos años. Al mismo tiempo, apuntan hacia la naturaleza transgresora de los lienzos lacerados que dominarán su producción posterior.
- La exposición presenta ejemplos extraordinarios de la icónica serie de Cortes (Tagli) así como el desarrollo previo de sus Agujeros (Buchi) situando la radicalidad de estas piezas en un terreno que conecta la pintura, la escultura y la acción artística.
- A través de sus Ambientes espaciales (Ambienti spaziali) y sus experimentos con la luz y el espacio, incluido el uso de los tubos de neón, Fontana sienta las bases de los desarrollos posteriores en el arte de la instalación y de la obra de arte inmersiva.
- En el umbral establece una visión transversal y completa de una figura que se hizo eco de los conflictos y angustias que definieron buena parte del siglo XX: desde las reconsideraciones del clasicismo por parte de la vanguardia y la estética ligada a los movimientos totalitarios europeos, la guerra mundial y la reorganización internacional de los movimientos artísticos en la posguerra, hasta el auge de la tecnología en la llamada “era espacial”.
El Museo Guggenheim Bilbao presenta Lucio Fontana. En el umbral, un nuevo acercamiento al legado de uno de los artistas clave del arte del siglo XX. A través de una cuidada selección de en torno a un centenar de objetos, incluyendo esculturas, cerámicas, pinturas, obra sobre papel y ambientes realizados entre 1931 y 1968, esta exposición nos permite recorrer los periodos fundamentales en el trabajo de uno de los autores más influyentes de la posguerra.
Organizada por el Metropolitan Museum of Art, Nueva York, en colaboración con la Fondazione Lucio Fontana, Milán y el Museo Guggenheim Bilbao, la exposición presenta ejemplos extraordinarios de la trayectoria del artista y explora desde sus inicios como escultor hasta su trabajo pionero con los ambientes y la luz artificial de diversos colores. Desplegando una visión panorámica y compleja, En el umbral logra situar la radicalidad de las series más icónicas de Fontana, como los Cortes y El fin de Dios (Fine di Dio), dentro del contexto de una trayectoria de gran vigencia e impacto global.
Lucio Fontana (1899–1968) es célebre fundamentalmente por sus lienzos rasgados, aunque es en 1949, tras dos décadas de plena actividad, cuando utiliza la tela por primera vez. A partir de 1958, el gesto radical con el que rasga la pintura monocroma y la abre al absoluto del espacio se vuelve sistemático. El estilete se vuelve así un instrumento que desbloquea el plano bidimensional de la pintura y hace intervenir en él una profundidad casi mística. La exposición En el umbral permite rastrear los orígenes de estas formas y gestos esenciales en los periodos de formación y experimentación de Fontana, así como observar las influencias que sobre su práctica tuvieron distintos movimientos artísticos prominentes en Italia y Argentina, entre los que destacarán el futurismo, el neoclasicismo y el movimiento Madí.
Escultura temprana
Lucio Fontana comienza su carrera como escultor en Rosario (Argentina) a mediados de la década de 1920 en el negocio de su padre, Fontana y Scarabelli, donde realiza escultura funeraria para los cementerios de una ciudad con importante presencia de inmigrantes italianos. El joven artista se traslada entonces a Milán para formarse en escultura clásica en la Academia de Bellas Artes de Brera. Pronto muestra cierta irreverencia antiacademicista, prefiriendo el modelado al trabajo del cincel. Durante los años treinta desarrolla su carrera en Italia, situando en el centro de su práctica la escultura y el relieve en yeso, terracota o cerámica. Dentro del estilo figurativo, Fontana adopta una postura realista, matérica y altamente expresiva, inspirada en las esculturas antiguas de los sarcófagos etruscos, tal y como se aprecia en sus retratos femeninos, algunos de ellos pintados en color o con oro. Sin embargo, Fontana es un artista ecléctico que absorbe la tradición y asimila los movimientos de la vanguardia, como el Futurismo, lo que le permite mantener cierta singularidad estética bajo el régimen fascista en Italia. En su trabajo con la arcilla, Fontana logra fusionar géneros, temas y referentes históricos, al tiempo que desafía los límites de la práctica escultórica.
Materia
Fontana utiliza, a partir de mediados de los cincuenta, materiales reflectantes como purpurina o fragmentos de vidrio en sus pinturas perforadas. Para ello, hace enviar grandes cantidades de vidrio procedentes de la ciudad de Murano a su estudio de Milán, donde las hace añicos. En la serie Piedras (Pietre), Fontana explota las peculiaridades del vidrio para proyectar la superficie de la pintura en el espacio del observador. Por su parte, la serie Óleos (Olii), que comienza en 1957, presenta densos empastes que crea aplicando con la espátula amplias franjas de pintura al óleo directamente del tubo hasta obtener acabados brillantes. Los Agujeros, las Piedras, los Óleos y demás ciclos pictóricos de los años cincuenta están muy próximos al Arte Informal, debido a sus procesos semipictóricos y semiescultóricos paralelos a los del modelado de la arcilla. De hecho, en 1959 Fontana comienza en Albissola una serie de esculturas coloreadas titulada Naturaleza (Natura). El artista describe estas grandes y toscas bolas de terracota con orificios y cortes como “la nada, o el comienzo de todo”. Las huellas dactilares de Fontana, aún visibles en algunas de las obras de estas series, arrojan luz sobre su vínculo físico con el material.
Cortes
En el contexto del renacer económico italiano de posguerra, la carrera espacial y la creciente amenaza nuclear de la Guerra Fría, Fontana crea sus obras más icónicas: los Cortes (Tagli). Al romper el plano pictórico, el gesto radical que suponen los Cortes constituye un acto de sabotaje para la disciplina de la pintura. Fontana presenta al espectador una forma hecha literalmente de espacio. En 1958 realiza su primera pintura rasgada y pronto refina su técnica: aplica pintura uniforme y generosamente sobre el lienzo y, mientras aún está húmeda, la rasga con una cuchilla. Una vez que la pintura está seca, da forma a la abertura directamente con sus manos. El último paso consiste en fijar esta con un fragmento de gasa negra que adhiere a la parte trasera. En 1959 comienza una serie de pinturas con forma de hexágonos, pentágonos, círculos y otros perímetros irregulares. Sus superficies dinámicas amplían el campo monocromo de color al espacio circundante, como ocurre con Los Quanta, pequeñas pinturas irregulares ubicadas a modo de conjunto en la pared. En el caso de la serie El fin de Dios, unos “huevos astrales” de colores sintéticos sugieren la idea de un cosmos enorme y un espacio infinito.
Elementos reflejantes
Durante toda su carrera, Fontana experimenta con materiales y superficies reflejantes. Sus cerámicas de los años treinta ya explotan los efectos luminosos de los barnices, el pan de oro y el mosaico, y en sus pinturas utiliza fragmentos de vidrio, pintura brillante y de oro y plata. Al artista le fascina el dorado, empleado a lo largo de la historia del arte en algunos de los objetos más refinados y cuyo enigmático reflejo metálico se asociaba a lo divino y a la vida del más allá. Los dorados proliferan durante el Barroco, convirtiéndose en elemento omnipresente en motivos arquitectónicos y ornamentales de iglesias y catedrales como resultado de la Contrarreforma. Tras su primer viaje a Nueva York en 1961, Fontana se inspira en los rascacielos de Manhattan y comienza a emplear materiales como el cobre, el latón y el aluminio en una serie titulada Metales (Metalli). La luz que incide directamente sobre estas superficies brillantes retorna hacia el observador inundando la arquitectura circundante, mientras que el efecto espejado descompone el reflejo del espectador en la propia obra. Estos materiales permiten al artista continuar su exploración de las posibilidades envolventes del cuadro, así como su profundidad y relación física con el observador.
Ambientes espaciales
A través del movimiento que denomina Espacialismo—de cuyo Manifiesto blanco es autor—Fontana busca la síntesis de las artes y su enfoque multidisciplinar amplía la noción de la experiencia artística englobando el espacio en su totalidad. Es pionero de las instalaciones inmersivas —que denomina Ambientes espaciales (Ambienti spaziali)— y de los experimentos con la luz eléctrica en el espacio, incluyendo el uso de los tubos de neón. La exposición En el umbral incluye la reconstrucción del monumental arabesco de neón titulado Estructura de neón para la IX Trienal de Milán (Struttura al neon per la IX Triennale di Milano) (1951), así como dos instalaciones inmersivas que no se habían expuesto antes en España: Ambiente espacial: “Utopías”, en la XIII Trienal de Milán (Ambiente spaziale: “Utopie,” nella XIII Triennale di Milano, 1964) y Ambiente espacial con luz roja (Ambiente spaziale a luce rossa,1967). Estas tres piezas, cuyas fechas de concepción comprenden un periodo creativo de más de tres lustros, muestran el carácter pionero de las experimentaciones de Fontana en su búsqueda de una obra de arte total. Con estas propuestas, Fontana se erige en pionero de posteriores desarrollos de carácter envolvente en el arte contemporáneo, donde la unión del trabajo escultórico, lumínico y arquitectónico habrá de trascender la tradicional división de las disciplinas artísticas.
Catálogo
La exposición va acompañada de un catálogo ilustrado que incluye ensayos a cargo de expertos internacionales que abordan el trabajo del artista, sus orígenes en relación con los ámbitos argentino e italiano, así como la diversidad de su práctica y la evolución internacional de la misma hasta su muerte en 1968. Además de una detallada iconografía de la exposición, la publicación incluye imágenes de archivo de ambientes, encargos públicos y del estudio del artista que abarcan sus cuatro décadas de producción, estableciendo una visión novedosa de una obra que nos sitúa en el umbral de las grandes cuestiones que definirán los años centrales del siglo XX.
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