'La memoria del Sahara' no nació como proyecto. Un reportaje sobre la educación infantil en los campos de refugiados saharauis me conduce hacia un planteamiento más profundo sobre la conservación y el mantenimiento de la vida diaria de un pueblo en el exilio, más allá de la fotografía turística ajena al reflejo de un problema internacional.

La búsqueda del conocimiento y la interpretación personal son el punto de partida de lo que nació como un proyecto y ahora se presenta como exposición.

Se trata de una propuesta a la reflexión sobre un pueblo cuya memoria se desvanece y con ella su historia y su identidad.

En mis fotografías los niños nacen para olvidar lo que está ocurriendo en una hamada argelina... prestada. Los jóvenes ... nacieron para recordar pero poco a poco olvidan y sueñan con ese pasaporte que los identificaría como ciudadano de algún país. Los adultos recuerdan, transmiten, ayudan a recordar... y se desesperan. Los ancianos recuerdan, maldicen... y se resignan.

Una reflexión sobre un pueblo cuya situación le obliga necesariamente a mantener la memoria viva, aunque los verdaderos ideales de su causa se alejan definitivamente con el nacimiento de cada nueva generación.

Este proyecto no solo busca mi interpretación personal. No es solo lo que quiero mostrar. Hay que ir más allá de ese horizonte caído, de esa mirada directa, de la muleta, del niño enfermo, de la toma trepidada, del coche averiado. Esa es mi propuesta para el espectador.

Se trata, por tanto, de reflexionar sobre la identidad y la historia de un pueblo y de aquellos que la conservarán y transmitirán, tal vez y debido a su precaria situación, como se hacía hace miles de años, bajo uno de los soportes más perecederos, la memoria.

La historia debe sobrevivir a cualquier conflicto, porque ésta nos hace ser, nos hace comprender, nos dirige y nos orienta. Sin memoria no hay historia.

Y Jarcasa siempre preguntaba -¿tienes lápices?