Si como dice Hobbes 'el hombre es el lobo del hombre', no hay casos más claros que los hacinamientos de poder que hicieron posibles la aparición de algunos de los monstruos más recordados de la historia reciente.

Muchos de ellos fueron vistos, en un principio, como salvadores de sus pueblos, como organizadores.

Con el paso del tiempo y la acumulación de poder estos personajes se volvieron criaturas temibles, de esas que sólo creemos posibles en imaginaciones afiebradas.

Médicos que experimentan con chicos, poetas que ordenan genocidios, militares que se vuelcan contra sus pueblos, hombres que se creen dioses, en definitiva Monstruos con cara humana que nos obligan a repensar los límites de lo posible.

Estas personas que corrompidas por ... el poder y el odio cedieron su humanidad nos recuerdan hoy aquello a lo que no queremos volver. Pero no son los únicos monstruos.

Son sólo las caras visibles de una trama más compleja.

Permiten hacernos reflexionar sobre la red de complicidades necesarias para que sus imágenes cubran hoy estas paredes.

Para que pudieran existir, fueron necesarios más actores, estados que funcionaron como maquinarias de la muerte, medios adictos y una población indiferente que escudada permitieron el horror.

Los monstruos están en la pared hoy. Pero acaso ¿los monstruos no fuimos todos?