Descripción de la Exposición
La primera vez que vi la pintura de Santiago Giralda… ahí estaba la belleza.
Para la gran mayoría de los pintores, la belleza ha dejado de ser un objetivo, parece que la van arrinconando en el olvido. Santiago Giralda sigue siendo un peregrino caminando hacia la gran belleza. Aunque su pintura está muy elaborada y pensada, pervive en ella un aura infantil, el paraíso perdido.
Cada cuadro es una visión última, integradora de muchas anteriores. Una imagen que se despliega en la mente de una forma total, como el instante anterior, en el que resumimos una vida, antes de morir. Y ahí aparece la montaña sagrada, el árbol original, el bosque de la felicidad y también espacios vacíos, como fisuras en la memoria, presencia de la nada o del todo del que venimos y al que regresaremos.
Hemos sido arrojados aquí, en esta tierra misteriosa, y somos visitantes asombrados de este planeta que parece reconocible, pero que juega con nuestra perspectiva de lo posible. Santiago Giralda pinta ese misterio y sus pinturas representan este mundo y el de más allá. Una fusión de realidad y sueño. Una realidad irreal, pero llena de verdad. Dibujo y color de la vegetación de aquí desde un territorio ignoto.
Para esta exposición, revisa etapas pasadas, y llega a ese momento en el que el pintor ya no mira tanto hacia lo mundano, y entonces pretende seguir pintando, pacientemente, incansable, fiel a su vocación, enraizado en la pintura, nada más y nada menos. No se ha preocupado en esta ocasión por pintar un motivo concreto, como anteriormente fueron las montañas míticas, las villas de Roma o la naturaleza en New York. Ahora, revisita ese archivo de imágenes que ha ido recopilando, para proponernos un viaje a través de lo que han sido sus intereses estos últimos años. Con un afán por dejar que el proceso creativo fluyese sin premisas ni pretensiones, ha rebuscado entre aquellos cuadros pintados, imágenes sugerentes, bocetos desechados e ideas inacabadas, para abrir nuevos caminos, superando la distancia y el paso del tiempo. Así, los paisajes que componen esta exposición, no se sitúan en un lugar y momento concretos, pero si han estado y están presentes todo el tiempo. Existen a partir de las referencias de nuestro entorno representadas, pero necesitan de la memoria, convicción e imaginación para manifestarse en su totalidad y revelar su auténtica dimensión, como si fuesen los paisajes de una estrella que se encuentra a años luz.
La pintura de Santiago Giralda es suya, inconfundible, ha logrado eso tan difícil que es tener un estilo propio. Pintura llena de originalidad. Ya lo dijo el Maestro, “en este mundo los novedosos, apedrean a los originales”. Santiago Giralda se persigue a si mismo, busca y encuentra su autenticidad ajeno a corrientes externas.
Creo que su pintura la puede disfrutar tanto un niño como un sabio. Es sensual y a la vez espiritual. Se puede contemplar desde muchas orillas distintas. Es una afirmación vital que perdura en el tiempo, una voluntad interior y solitaria de pintor que lucha contra la fugacidad de todo lo vivo. Un aislamiento enamorado.
Una aproximación más, en cada uno de sus cuadros, a ese no sé qué nunca logrado, que nos hace seguir pintando.
Pedro de Oriol Icaza