Descripción de la Exposición
“Tot recobrat en un ordre distint”
JOAN VINYOLI
Vemos de lejos, aunque estén delante, unas pinturas nuevas de siempre, coloreadas, minúsculas -de gabinete o de cuaderno de viajes-, hipersensibles, sugerentes, misteriosas y muy bien pintadas, propias de alguien auténtico, escondido dentro de sí. A veces, pocas, en la parte baja, estos papeles vienen firmados como una línea de paisaje con el nombre bien legible de Víctor Silva.
El mundo estético de la modernidad, autosuficiente y seguro del cambio higiénico radical que proponía, reclamaba la autonomía de la obra -su certeza- y, pues, la muerte del autor. Nada más que obra, obra de arte minúscula como un todo y obra total. Nada de marco ni ninguna pista sobre el autor. Áurea, eco. Y aún así, al tener estas obras la brevedad del poema, anhelamos seguir los rastros de la biografía sentimental que su distancia constructiva esconde. Hay obras que nos han descubierto vidas de leyenda como hay vidas que se han vinculado a sus obras de arte con un barniz superior. Aquí, entre tanta transparencia y punteo preciso se adivina el momento potencial y constitutivo de la inocencia. Una ontología.
La santa inocencia ha sido perseguida por los artistas más luminosos que han querido esquivar el humanismo renacentista y el realismo fotográfico a favor de una interiorización de lo externo visible. En algunos casos han opuesto y casado la Inocencia a la Experiencia, como el poeta y pintor William Blake, quien de niño, asomándose por la ventana, vio un árbol lleno de ángeles; o en riesgo máximo, asomándose también por la ventana del carruaje y recorriendo grandes distancias por el desierto contra el polvo y el viento, el pintor Turner captó la esencia de la pintura en paisajes de nubes; o quien, como Paul Klee, distribuía en sus acuarelas de viaje palabras recortadas, sueños vegetales y constelaciones de ficción en espejismos que sumaban al conocimiento la inocencia; o Joan Miró, quien exploró la energía de la inocencia para hacer pervivir del lenguaje pictórico la reserva de energía que se encontraba en las huellas supervivientes y prenormativas de los signos de los primitivos, los locos y los niños; o, en estado de exhalación, Cy Tombly y las notas frutales y estacionales, exaltadas de vino y pasión, de historia; o Nicola de Maria quien saca la pintura de su tela e historia para abarcar el Inmenso... Una inocencia de la pérdida de la inocencia, una redención de la retórica, una tragedia de la pérdida de la inocencia en la belleza de la pintura, sí, en la belleza del paisaje pictórico de Víctor Silva.
Aquí tenemos unos dibujos esenciales: un mismo paisaje “mítico” despojado de personas, de anécdota, de narración biográfica y de contexto político. Y a pesar de ello, percibimos la potencia del lugar y de los hechos ya que todo lo que vemos ayuda a borrar lo que es innecesario. Permanece allí, su sentir: el ser. La búsqueda obsesiva a través de renovadas variaciones de una misma comprensión nos pone en estado de investigación, de unión con la sed de querer saber más. Un tránsito que pronto será más una experiencia estética que una experiencia racional o, en el otro extremo, una experiencia mística. El artista Víctor Silva, con un mínimo de herramientas (del lápiz al pincel fino), una gama reducida a colores cálidos, gestos más musicales que descriptivos (pausas, punteos) y más suaves que expresivos, crea estructuras de la mente visual de la memoria. El ser hecho dentro de la cáscara dura en una memoria tierna.
Ayudado por la definición científica, que es propia de la técnica de la fotografía, el artista Víctor Silva exterioriza sus apuntes naturales ampliando en formato fotográfico sus papeles secretos, íntimos y privados. Busca, así, la escala de la ventana, de la tela. El cambio de escala es un cambio de medida pero también y sobre todo de técnica, de metafísica. En efecto, es así que Duchamp tampoco está tan lejos de Dalí: técnica pictórica tradicional o técnica visual moderna son conceptos. La reproducción es en este caso la original? El doble. Lo que iba de lejos a cerca y de la memoria a la pintura, ahora va de lejos hacia ti y de la memoria personal al correlato objetivo que es todo paisaje lírico traspasado a arte. Un arte que asume la doble condición de conciencia y ciencia.
¿Quién es ese adulto que no esconde que el estado de su nacimiento estético no se debe al todo y a lo mucho que hemos aprendido en la historia de las formas, sino que se repliega en el punto donde un paisaje se convierte en el olvido de las personas que lo habitaron al instante, a fin de que, por encima de la vida y de la muerte, “aquello” permanezca en vida. En la vida de la pintura. Esta pintura es la búsqueda de la conciencia de la subconsciencia, la búsqueda de un ideal que purifica el drama de la vida. Lo que sobrevive de la experiencia vivida no es lo que nos hace, de otra forma la historia no se escribiría con el nombre de la catástrofe, el ciclo repetitivo de la alienación colectiva. Por eso el artista, como Victor Silva hace, busca en las experiencias pictóricas radicales el reconocimiento de pertenecer a un ética del mundo, la que los poetas fundan. Entre lo que no existiendo, existirá.
De estas pinturas, tan vibrantes como la música de la poesía, nace la materialidad de una eternidad que late en la luz y el color, en lo sensible. Un sensible que alienta en la naturaleza. Piedra sobre piedra, grumos sobre grumos. Barro. El universo dio la materia a la tierra y el paisaje la transformó en conocimiento para los humanos y putrefacción, transformación. El artista, como ocurre en la naturaleza, deja morir lo real para renacer a través del arte. El universo adopta, gracias al artista, una forma nueva, inédita, ninguna copia. El universo deja lugar al ser.
La historia se ha contraído y la narración se ha apartado del lugar, en el que sobrevive, sólo, la energía del acto creador. El arte niega su potencial de observación y de reproducción para replegarse en su esencia. El aliento de la muerte, contenida en las montañas lejanas, es matriz y revelación de vida. El aliento y el olor conforman una memoria sensible y estallan en el movimiento a través de la mano del pintor y en la composición de la obra. El invisible toma forma. Tras el “zimzum”, el big-bang. Es mojando la pintura que la costra se ablanda, que renace la naturaleza, la poética de la obra de arte de Víctor Silva.
Recuperando un sentido de la belleza, el espíritu toma la forma de la inocencia. Lo inexpresable se puede mostrar. La santa locura, la Iluminación.
Vicenç Altaió
Exposición. Desde 19 feb de 2019 / Galería Víctor Saavedra / Barcelona, España
Exposición. 19 nov de 2024 - 02 mar de 2025 / Museo Nacional del Prado / Madrid, España
Formación. 23 nov de 2024 - 29 nov de 2024 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España