Descripción de la Exposición La experiencia de Lluís Hortalà como alpinista fue breve e intensa. Se desarrolló entre 1975, cuando contaba apenas 16 años, y 1982, cuando participó en una expedición al Everest. A partir de entonces, sus esfuerzos se centraron en la escultura, produciendo un trabajo donde, en apariencia, aquella experiencia juvenil estaba ausente. Sin embargo, el tema alpino emergerá en su trabajo en 1999, en una ciudad tan alejada de las montañas como Londres. Es el momento de sus London Mountains Postcards, donde el paisaje alpino reinventado en cerámica y portátil servía como telón de fondo a iconos urbanos como, por ejemplo, el Tower Bridge. El retorno de la montaña se manifestó de forma espectacular en otra obra de ese mismo año, All the mountains that I have climbed, una escultura de barro sin cocer, de siete metros de longitud, donde las cumbres a las que el artista había escalado se reproducirán de memoria, en virtud de un recuerdo más táctil que visual. Esta misma experiencia táctil es la que da todo su sentido a la serie de dibujos alpinos, desarrollada entre los años 2000 y 2006. Uno de estos dibujos pertenece a la colección del CDAN. Desde 1999 hasta ahora, la montaña aparece como tema principal en el trabajo de Hortalà. Un tema que se aborda de diferentes modos. Su propia experiencia como alpinista conduce, por un lado, a la desmitificación de la montaña, que se revela como tramoya o escenario, y que se presenta también como ilusoria en el acercamiento fenomenológico de sus piezas ópticas. Pero, inevitablemente, la misma montaña, y las montañas concretas, manifiestan ser símbolos potentes, sobre todo en los proyectos referidos a Montserrat y Riglos Una perspectiva nueva se abre al considerar el alpinismo como metáfora y, en concreto, como cosa análoga a la práctica artística y, por extensión, a la propia vida. Se asocia a ello el interés de Hortalà por el tratado místico de García Ximénez de Cisneros, abad de Montserrat, que conduce a titular Exercitatorio uno de sus últimos proyectos. Cisneros utiliza, al igual que Hortalà, el símil de la ascensión como vía de conocimiento. Teresa Blanch nos explica qué pudo aprender Hortalà de su experiencia montañera: 'que el cuerpo reacciona antes las condiciones extremas con la hipersensibilidad de la mirada; de ello surge una forma radical, no-retiniana de mirar las cosas'. Hortalà tiende a revisar su obra, y considera el tiempo como un espacio transitable. De modo que ha venido recuperando obras previas a 1999, donde las montañas no aparecían de forma explícita, y las ha hecho dialogar con sus nuevas producciones. Esta confrontación podrá verse en la exposición del CDAN. Por otro lado, sus Topologías de la visión, de 1991, grandes esculturas de pared recubiertas de poliéster y pintadas cuidadosamente, como opacos espejos reflectores, de la mirada, renacen diez años más tarde como soporte de las piezas ópticas, donde las imágenes de las montañas se 'dispersan'. El papel pasivo de la vista obtiene el aparente trofeo de lo observado, pero la fragmentación, la multiplicación del paisaje en discos o gajos, devuelve a la experiencia real. En la experiencia del Hortalà escalador cuentan, de un modo especial, las ascensiones juveniles en Montserrat y en Riglos. Tras una serie de trabajos dedicada al macizo catalán, el artista está trabajando ahora sobre el oscense y estas obras serán presentadas en el CDAN como primicia. Como en el caso de Montserrat, en los Mallos se unen la mitología colectiva, cargada de leyendas, y la privada. Una espectacular secuencia de dibujos se titula Lógris, que es como llamó el escritor Manuel Derqui a un Macizo de Riglos transfigurado. Hortalà se aproxima hoy a lo geológico con un espíritu análogo a de los surrealistas, buscando respuestas en las rocas. Uno de los dibujos inspirados en Riglos tiene así un título muy significativo, de ascendencia bretoniana: Mineralogía Visionaria. La propuesta expositiva para el CDAN revisará el tema de la montaña en Hortalà. Será también una crítica de la mirada desde la experiencia de escalador, desde la que el artista retorna como desde el otro lado. Sirve, por otra parte, a un doble propósito, dentro de la política expositiva del centro oscense: por un lado, una nueva aportación al diálogo entre Arte y Naturaleza, y por otro lado, la contextualización de un artista ya presente en su colección.
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