Descripción de la Exposición
Diego Benéitez concentra la tensión del cuadro en una línea arquitectónica simbólica, que aproxima y dificulta a la vez la fusión cromática entre cielo y tierra, en un diálogo pictórico y narrativo, impregnado de melancolía.
Horizonte y génesis. La división media de la pintura se compone como un horizonte distante, que invita a imaginar su percepción. Un horizonte en el que suelen grabarse unas arquitecturas que vibran tenuamente en su contenida planitud… Horizonte, en suma, que se erige en generador del cuadro: configurándose en símbolo rectilíneo, se concreta mediante un trazo negro, intenso y mínimo, del que nacen cosmos y tierra. Un segmento de Arquitectura lejana, en sombra, grabada con la precisión de un orfebre de lo edificado, que nos deja el interrogante de cuál es el detalle tipológico de cada pequeña construcción. Arquitecturas de la miniatura, que anuncian futuras realidades ampliadas que quizá Diego quiera explorar mañana…
Cromatismo y diálogo. Los colores se respetan entre sí, inmersos en un reposado diálogo vertical que entremezcla la independencia posicional de cada franja con una sutil sugerencia de fusión global, que sin embargo jamás llega a perpetrarse. Un diálogo entre tonos, manchas y secuencias que se dejan seducir por un incipiente realismo, pero que coquetean con pinceladas de abstracción.
Colores que renuncian a la estridencia, escogiendo una paleta siempre armonizada, siempre continua, siempre tributaria del sosiego visual. Tonos cromáticos que deciden encontrarse al final en la Arquitectura, como registro dibujado de su acuerdo formal. Y es la Arquitectura la que, renunciando expresamente al cromatismo, se erige en juez para ese compromiso de conjunto.
Imagen y relato. Los escenarios de lo distante se relevan en secuencias que se versionan a sí mismas, siempre semejantes, pero siempre dispares. El horizonte se nutre tanto de la corporeidad geométrica -a la manera del pintor-, como del alma de la ensoñación -a la manera del literato-. Los perfiles, bidimensionales, se acompañan de la intangibilidad de la ensoñación. La mirada se detiene al llegar a la lejanía del clímax arquitectónico. Y una vez allí, la imagen obliga a un cambio de escala física, y a otro en la dimensión perceptivo-psicológica. La vista, al penetrar en los recodos de las diminutas arquitecturas, abre la puerta a la mente; y ésta puede elegir entre relatar memorias de lo vivido, o escribir ensoñaciones de lo venidero, imaginando escenas, rincones y esquinas de la pequeña ciudad distante.
Melancolías del tiempo y la distancia. Las atmósferas representadas transmiten melancolía. Quien contempla estas obras, cual figura de Durero que se sitúa tras el pincel del artista, fuera del cuadro, es invitado a sentir la melancolía de lo elegante. La tenue luz (¿de luna?) que parece iluminar los lejanos edificios evoca los atardeceres o amaneceres de un alma contemplativa, contagiada por lo apacible de la composición pictórica. Melancolía de la dimensión -pequeña en lo dibujado, pequeña en lo figurado-, que utiliza la Arquitectura como sutil instrumento para construir los paisajes de la memoria, del pequeño poblado, de la casa ancestral, de la iglesia solemne, … de la ilusoria vida pretérita.
La línea arquitectónica no se acaba de averiguar visualmente (no es preciso hacerlo): se limita a insinuarse en la distancia, para provocar el recuerdo, la inmensidad de lo íntimo que se imagina en los minúsculos espacios que se plasman en el horizonte con un trazo misterioso y melancólico.
/ Pablo Campos Calvo-Sotelo
Doctor en Arquitectura -Doctor en Educación
Catedrático Universidad CEU-San Pablo
Exposición. 19 nov de 2024 - 02 mar de 2025 / Museo Nacional del Prado / Madrid, España
Formación. 23 nov de 2024 - 29 nov de 2024 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España