Hay ocasiones en que esta crítico no puede evitar sentirse absolutamente subyugada por una obra, sea abstracta o figurativa. Se ha de tener la mente abierta y el espíritu sosegado, para captar lo que irradia lo que realmente irradia una obra, que en más de una ocasión no es su temática o su técnica, sino el alma de un artista.

LEONARDO FERNANDEZ ofreció en la GALERÍA MAR (Grupo Escolà) de Barcelona, hasta mediados de noviembre, una de las muestras más absolutamente embriagadoras que un crítico pueda contemplar. Un conjunto de piezas donde el agua de un grifo y el mismo objeto son nexo común para mostrar una forma de vida pictórica, no exenta de mensaje.

Sus grifos vertiendo agua encima de unos nísperos, de un jarrón con rosas, de unas cerezas, con unas cerámicas rotas muestran el contraste ... entre la fuente de vida del agua, las flores o la fruta y la construcción humana, a través de esas losas de cerámica rotas.

Leonardo Fernández, rompe con el esquema de las naturalezas muertas, al añadir en sus bodegones el contraste de ese grifo vertiendo agua, o esa panorámica de una calle a través de una ventana y con unas frutas delante (Calle de la Palma-Cádiz), un particular trampantojo absolutamente fascinante, tanto por su composición como por su realización.

Si bien Leonardo Fernández no domina con precisión la figura humana, aunque su resultado se ajusta perfectamente a los cánones de la calidad y lo correcto, corrige con creces esta 'falta' con sus particulares panorámicas, cargadas de luz y color, y toda su obra con el nexo común de una pincelada pulcra, exquisita, preciosita, hábil y extraordinaria.

Leonardo Fernández, al igual que el gran Johann Sebastian Bach, ofrece al espectador sensible y exquisito un Magnificat exuberante de técnica, abundante pintura y generoso de alma.

La exposición se complementa, a la vez que contrasta, con la obra escultórica de Cinta Barberà, quien realizó su formación artística en la Escola Massana de Barcelona y actualmente es directora de una Escuela de Arte en la comarca del Baix Maestrat.

Su obra densa, compacta, elaborada en bronce, mármol y otros materiales, es sorprendente, incluso rozando lo extravagante, pero no por ello el espectador se aleja, sino todo lo contrario: le impulsa a observar y alertar su sentido de la curiosidad. Casi se podría decir que fluye de si misma para convertirse en algo etéreo y original.