Descripción de la Exposición Las raíces revisitadas Con esta exposición, Luc Huijbregts vuelve la mirada a sus raíces religiosas, a una concepción del mundo que hace mucho tiempo que contempla con desapego, y sobre la que ya había reflexionado anteriormente desde su trabajo escultórico. No obstante, es ésta la primera vez que dedica una exposición monográfica al tema, utilizando con frecuencia fragmentos de su propia biografía. En la quincena de piezas que componen la muestra, se hace repaso de la iconografía católica, de sus textos, de sus figuras, de sus credos, del sentir del creyente, del poder espiritual y material de la fe, del desaliento al perderla, o de la libertad así lograda. Pues es esa mirada libre la que permite al escultor analizar y proponer nuevas lecturas, críticas e irónicas en su mayoría, de un imaginario religioso cuyas ramificaciones se extienden hasta configurar una forma de vida. El grueso de la exposición lo componen esculturas en madera de tilo, grabada por cientos de finísimas líneas con las que las obras adquieren esa peculiar textura, seña de identidad de su autor. Se recubren de una policromía impactante a la que asimismo Luc Huijbregts es fiel. Aunque las esculturas en madera son clara mayoría, otros materiales le han restado protagonismo en esta ocasión. Irrumpe así la escayola en tres de las obras a las que se suma también una de bronce. Además, otros elementos, como plumas, metales, o perlas, adornan muchas de las piezas. El extrañamiento que produce verlos adheridos a esas formas francas, rotundas y acabadas de la madera, sirve, como todo lo demás, al simbolismo que preside la producción de este artista. Cada una de sus piezas esconde mensajes encerrados enigmáticamente en una forma. Algunas esculturas rememoran figuras o pasajes célebres de la Historia Sagrada. Advertimos así la pluma que, como la llama del Espíritu Santo, intenta llenar de fe la cabeza del incrédulo Tomás sobre la que se posa el día de Pentecostés. Esa fe que adorna las cabezas de otros ministros, convirtiéndolos en chamanes revestidos de autoridad espiritual, y de poder en la Tierra. Símbolos de la iconografía más tradicional y popular nos permitirán igualmente identificar figuras clave de la fe católica, como en el caso de Pedro o de la Virgen María en algunas de sus más celebradas advocaciones. No obstante, las referencias con las que plumas, perlas o exvotos complementan las formas escultóricas nunca son obvias y, en cualquier caso, transcienden siempre su primer y más evidente significado. Éste se multiplica, como las reliquias de la cabeza del Bautista servidas en bandeja para, desde el respeto, motivarnos a la reflexión y a la crítica. Otras obras apuntan directamente a la experiencia religiosa personal, tan profundamente sentida y dolorosa a veces que nos hace enmudecer. Con todo, la falta de libertad de expresión es a menudo fruto del propio fanatismo, cuando no impuesta a la fuerza por el poder clerical. La espiritualidad de la vivencia personal contrastará siempre con los intereses materiales que median en la presencia poderosa y controvertida de la religión en la sociedad, muchos de cuyos aspectos Luc Huijbregts pretende sin duda denunciar. Es el caso del cáliz de sangre que asegura la salvación del alma al tiempo que recoge el oro que paga el pasaje a la eternidad. O el del sacerdote que esconde bajo su brillante disfraz los inconfesables deseos de la carne que derrama sobre su túnica. El escultor lanza una crítica dura, pero que no está exenta de sentido del humor, y es siempre rica y llena de matices. La compleja interpretación que demandan todas estas obras contrasta con la sencillez de las formas definitivas que adopta la madera, las cuales a su vez resultan de un laborioso proceso de trabajo escultórico en el que el dibujo también está presente. Su función, si bien resulta invisible atendiendo al resultado, es esencial en la metodología de Luc Huijbregts, puesto que prepara sus obras dibujando los patrones que cobrarán vida en las formas y volúmenes de sus esculturas. Modos artesanales que recuerdan a su madre, quien confeccionaba su propia ropa asimismo empleando patrones colocados encima de la tela; raíces que Luc Huijbregts conserva y combina con las pretensiones conceptuales del arte actual. Sin llegar a ser abstractas, las formas de estas esculturas son compuestas y presentadas por su autor reduciendo al mínimo los detalles de la figuración para buscar la esencia que las identifiquen con su contenido. Todas las obras funcionan como un juego estético que se propone a partir del reconocimiento de dichas formas. El signo artístico se libera de su referencia inmediata y propone nuevos significados. Lo familiar, lo obvio es pues sólo el inicio, el punto de partida que imaginativamente debe llevarnos a segundas y múltiples lecturas, superpuestas a veces. La mirada ha de adivinar el tema planteado, luego debe volar, cambiar la perspectiva y recrearse en el juego conceptual que pone en evidencia la percepción de la ambigüedad de las propias imágenes. El artista holandés formado en el catolicismo, que revisita sus raíces y el alcance de las mismas, juega en casa, sin embargo. Se beneficia así de la familiaridad que es de esperar de la mayor parte del público que vaya a ver la muestra con los contenidos que se abordan, y con las formas que los presentan. Esa familiaridad facilita que el espectador sea capaz de reconocer(se), y apreciar la apuesta simbólica que constituye cada una de las piezas. Pero hay temas que son universales, y en ellos descansa la propia universalidad del hecho religioso. Luc Huijbregts ofrece la oportunidad de volver a reflexionar sobre ellos y disfrutar haciéndolo. Deberíamos aprovecharla.