Yolanda Philipens es un poco maga cuando se trata de transmitir sensaciones. Sus pinturas adquieren diferentes apariencias en el transcurso del día. Alcanzadas por los cambios de luz, se producen en ellas destellos u opacidades que viajan con el transcurrir de las horas por las diversas zonas del cuadro. Colores brillantes se vuelven profundos en la sombra y otros más oscuros cobran esplendor cuando los ilumina un rayo de luz. Esta situación variable hace que el observador disfrute de los matices, estimulado por la idea de que la obra sigue creciendo con el tiempo.

Yolanda tiene una especial sensibilidad para el color, que a su vez nunca separa de la textura. Su fascinación por los pigmentos naturales, encontrados muchas veces por ella misma en diferentes parajes, le hace valorar la cualidad táctil de los pigmentos y trasladar estas impresiones a sus lienzos. Para ello provoca texturas, en parte, a base de ... papeles de distintas calidades, tratados y previamente tintados en ocasiones, pegándolos -collages- y arrancándolos parcialmente - déchirés – del lienzo; y en parte debido a la utilización de tierras y arenas sutilmente repartidas por la superficie, cuyas luces y sombras crean una riquísima sensación visual.

Su inspiración nos transporta a los antiguos sitios de viejas paredes, que atesoran vidas y secretos de otras épocas. A tiempo real, son sus obras las que capturan nuestros sueños y los guardan, incorporándolos a las futuras miradas de posteriores observadores.