Descripción de la Exposición Suturas. Pensamientos tamizados. Voces que agrietan el alma y rompen el silencio. Hilo. Un espacio entre palabras. Un objeto pronuncia. Algo se agita en carne propia. Habla de ausencia; a la ausencia. Niebla blanca. Después las palabras. Ellas tiran del hilo. Ellas nos aventajan; se apresuran, deslizan, manan entre líneas. Se precipitan a un pozo lleno de preguntas sin respuesta, permitiendo que el tiempo haga su labor cicatrizante. Arquitecta del espacio, poeta de las historias olvidadas. Carolina Cruz Guimarey inmoviliza el tiempo y la sonoridad cae. Desde una fragilidad casi dolorosa, sus obras reconstruyen historias mediante narratividades rotas. Las distintas piezas que componen Las imaginadoras nos invitan a 'improvisar' posibles memorias, a sentir, percibir, conectar y redactar. Nos hacen cómplices y testigos. La artista es aquí constructora de escenarios para (re)crear experiencias, articulando imágenes abiertas, ingeniando 'circunstancias' que propician un raudo germinar en la memoria del espectador. Un rostro desconocido. Palabras mecanografiadas en papel viejo. Y la magia simplemente ocurre. Un vestigio. Crees recordar y trazas semejanzas; sólo una mirada fugaz, escurridiza, y abocetas inevitablemente un relato, apoderándote de la fotografía de otro. De su voz. De sus heridas. La sombra inquieta nos traslada a un cuarto propio como el de Virginia Woolf, donde viejas fotografías rasgadas custodian el cuerpo volátil de la autora. El rostro etéreo escapa a nuestra retentiva, que trata de fijarlo una y otra vez, reiterando las metodologías imperfectas de nuestra mente. La inocencia y el juego alborotan los recuerdos y agitan nuestra piel. Nos vemos reflejados en esa niña, en esa mujer, que juega a (re)vestirse con otra historia. Esas reminiscencias a la infancia se hallan impresas en la pequeña instalación No se juega. Una atmósfera escolar, tierna e hiriente al mismo tiempo nos desasosiega. Las espinas de un rosal nos escudriñan desde un delicado vestido blanco. Pureza, candidez, que se asedia entre muros de severa disciplina. No se juega, no se juega... El castigo intransigente de alguien que tiene pavor a la emancipación de una mente que decide. Entrever. Intuir, ver y no ver. Recordar, creer. Olvidar. Tratamos de acotar nuestros recuerdos, ya que son registro de nuestras vidas. La serie Trop D'audace habla de esos límites de lo tangible, de lo veraz, y como nuestra voluntad de creer desdibuja o transgrede esas fronteras. 'El arte está siempre en el límite. Es siempre un encuentro entre un final y un comienzo. Belleza como punto y final, utopía como comienzo. [...] El arte es perplejidad'. Ese margen que apuntaba Antoni Llena es donde se sitúan estas mujeres anónimas que fantasean con la imaginación y el deseo para romper su miedo. Carolina juega con la ambigüedad. Con la evocación. Corta, pega, cose. Materiales efímeros, íntimos, etéreos y nebulosos. Atribuye voz a los personajes ahogados en la historia. Una historia íntima, entre las pliegues del hogar. Lo cotidiano es ahora intérprete de una trama añeja. Los objetos se paralizan en una encrucijada de direcciones que se encuentran. Y la fotografía grita. Y el silencio se torna material corpóreo, dúctil, maleable. Porque el silencio es aquello que queremos que sea. Como diría Alejandra Pizarnik, 'el silencio: única tentación y las más alta promesa'.
Exposición. 31 oct de 2024 - 09 feb de 2025 / Artium - Centro Museo Vasco de Arte Contemporáneo / Vitoria-Gasteiz, Álava, España