Descripción de la Exposición
Miguel Ángel Blanco explora las cualidades plásticas y poéticas de este sorprendente mineral, que nunca había sido tratada como material creativo, actualizando la Historia Antigua.
El artista fusiona desde hace décadas Arte y Naturaleza en un singular proyecto: la Biblioteca del Bosque. Integrada en la actualidad por 1.191 libros-caja, contiene todos los reinos naturales e innumerables experiencias. Reelaborados en páginas con dibujos, fotografías o marcas y en cajas en las que materiales procedentes de muy diversos paisajes encuentran un nuevo orden para hablarnos en la vieja lengua de la Tierra. Tras conocer el lapis specularis, ha dedicado un conjunto de libros-caja a esta piedra fascinante con la que ha abierto ventanas al pasado histórico y geológico.
En este conjunto de libros-caja que forman parte de su Biblioteca del Bosque, ha recreado no tanto sus funciones prácticas como sus usos rituales, con un enfoque más visionario que arqueológico. En la sala del Foro Romano del Museo Arqueológico Nacional, ha situado un bloque de lapis que toma cuerpo entre los dioses y emperadores y reclama su lugar en la historia, y un tondo que deja penetrar en la sala la luz sobrenatural que procede del subsuelo; y sobre el suelo, como hacían los romanos en los grandes eventos, ha esparcido cristales pulverizados que la transforman en un escenario fastuoso y sobrehumano.
La exposición, organizada por la Subdirección General de Promoción de las Bellas Artes y el Museo Arqueológico Nacional, permanecerá abierta al público del 10 de abril al 23 de junio de 2019.
Miguel Ángel Blanco
La Biblioteca del Bosque
Miguel Ángel Blanco (Madrid, 1958) es uno de los más destacados artistas españoles vinculados a la naturaleza. Vivió durante años en la Sierra de Guadarrama, que ha sido su territorio artístico por excelencia.
La Biblioteca del Bosque es el gran proyecto artístico y vital del artista de Miguel Ángel Blanco. Iniciada en 1985, está formada en la actualidad por 1.191 libros-caja. Cada uno de ellos recoge, en forma gráfica (dibujos, grabados, fotografías) y material, con fragmentos del paisaje real, experiencias de viaje, conocimiento, sueño. Son "visiones" de una naturaleza trascendida, atesoradas en la estela del espíritu de los naturalistas de los siglos XVIII y XIX. Su intención, no obstante, no es científica o taxonómica, sino emocional e intuitiva. Los libros tienen un fuerte componente ritual, tanto en su formato como en su contenido: cada uno de ellos (siempre ejemplares únicos) está protegido por un estuche de madera del que hay que extraerlo para, a continuación, ir desplegando las páginas (entre 4 y 12, por lo general) con dibujos, imágenes y signos, hasta descubrir la caja, sellada con un cristal, que contiene los elementos naturales; por otra parte, la composición de páginas y caja traduce a menudo rituales personales de protección o de culto relacionados con la naturaleza. A partir de la identificación con el árbol, que siente como igual, y la consideración del bosque como medio en el que se puede tener la vida más plena a nivel sensorial y espiritual, Blanco se ha convertido en paradigma de un ecologismo creativo con una notable capacidad comunicadora, de generación de empatía entre el espectador y los acontecimientos naturales evocados en los libros.
El artista concibe esta Biblioteca del Bosque como obra unitaria, una escultura en crecimiento, viva como buena parte de los materiales (cortezas, ramas, raíces, hojas, semillas, musgos, líquenes, resinas, ceras, insectos...) que contienen las cajas de los libros. El contacto con ellos es no sólo visual sino también táctil, y en ocasiones sonoro y olfativo. Constituyen "micropaisajes" compuestos por elementos recogidos en lugares a veces muy distantes y ofrecen una "lectura" diferente del mundo natural.
Lapis specularis
La luz bajo tierra
El lapis specularis, yeso cristalizado de gran transparencia que puede exfoliarse en láminas finas de amplia superficie, supuso una revolución en la vida cotidiana de los romanos. Permitió, en residencias y edificios públicos, cerrar ventanas y estancias o peristila con paneles correderos, así como mantener mejor la temperatura en las termas; protegía además las ventanillas de las literas y se usaba en pequeños invernaderos o en colmenas. Pero participó también en la vida simbólica, como elemento suntuario o mágico, en ritos benignos y malignos.
Las minas de lapis specularis −también llamado espejuelo− de Hispania, concentradas en torno a Segóbriga, que creció y se enriqueció gracias a esa actividad minera, y en la provincia de Almería (Arboleas), proporcionaron el mineral más puro, que se exportaba a las grandes ciudades del Imperio. El lapis fue una materia prima extremadamente valorada −las minas se explotaron desde el principado de Augusto y, con mayor intensidad, en el Alto Imperio (siglos I y II d.C)− pero, con su abandono, cayó en el olvido durante muchos siglos. En años recientes, los arqueólogos han investigado sobre la obtención y los usos del lapis, y han acondicionado algunas de las minas para su visita.
El artista Miguel Ángel Blanco vuelve a hacerlas productivas al utilizar, por primera vez, esa piedra fascinante como material creativo. En un conjunto de libros-caja que forman parte de su Biblioteca del Bosque, ha recreado no tanto sus funciones prácticas como sus usos rituales, con un enfoque más visionario que arqueológico.
Para llevarla a su territorio se ha apoyado no tanto en sus funciones prácticas como en sus usos rituales y mágicos, con un enfoque más visionario que arqueológico. Le ha interesado su “clarividencia”, los aspectos relacionados con la visión a través del cristal, su halo místico. En estos libros-caja ha puesto en juego la transparencia, la capacidad reflectante, la geometría de las formaciones minerales, no solo de lapis sino de otras formas de yeso cristalizado como la selenita y el espato de Islandia, cada una con sus características y sus leyendas. Son todas vehículos para viajar a la Luna y al Centro de la Tierra, o para atravesar mares brumosos; ofrendas que se hunden en las aguas; herramientas de comunicación con los muertos y con los dioses del inframundo. Cristales que imaginan orografías y con los que se erigen templos diáfanos. En torno al lapis specularis, lo orgánico y lo inorgánico interactúan mágicamente.
En el Museo Arqueológico Nacional algunas de las estatuas que habitan la sala del Foro Romano están erosionadas o mutiladas. La escultura vuelve poco a poco a ser bloque de mármol, que es una masa de cristales de calcita entrelazados. El bloque de lapis specularis que Miguel Ángel Blanco ha traído desde la mina romana de Arboleas no sólo devuelve al foro, al corazón del museo, una industria que fue capital para la economía de la Hispania romana. Quiere además tomar cuerpo, figura, y comunicarse con los dioses −Venus, Esculapio, Apolo, Minerva y Livia como Fortuna− y los divinizados dirigentes encarnados en bloques vivos de piedra resplandeciente.
En esta sala del Foro Romano se ilustra el poder político en Roma pero también el poder espiritual a través de piezas que nos hablan de las religiones en el Imperio. El tondo de lapis specularis que el artista ha suspendido entre Livia y Tiberio es una ventana a través de la que penetra en la sala una iluminación sobrenatural que procede del subsuelo. Y vuelve al suelo como expresión de boato. El polvo de lapis, que ha esparcido a los ausentes pies de los emperadores, se usaba en Roma para dar esplendor a los grandes eventos. Plinio el Viejo cuenta que se recubría con él el pavimento del Circo Máximo durante los juegos, “a fin de embellecerlos con los brillantes reflejos de estos espejuelos y conseguir una blancura más agradable”. La cobertura de pequeños cristales transforma esta sala, con sus resplandores, en escenario fastuoso y sobrehumano.
Exposición. 10 oct de 2019 - 01 dic de 2019 / Real Academia de España en Roma / Rome, Lazio, Italia
Exposición. 10 oct de 2019 - 01 dic de 2019 / Real Academia de España en Roma / Rome, Lazio, Italia