Ladrones de corazones, último trabajo de Luis Baylón, mas que recopilar, rescata de entre veinte años de memoria fotográfica, haya sucedido en la India, China o España, la inocencia esencial de una ternura en bruto, frágil e innegociable, quizá desatendida por obvia: el ecosistema de criaturas que le llevan y le traen, simplemente, enamorado, a las que pertenece por instinto antes y después de todos sus disparos. Sus ladrones de corazón, esos de guante blando: niños, bebes, perros y gatos, de tres en tres, ejerciendo de seres adorables, sin saberlo y sin avisar, desde una óptica entregada, la más dulce que se le conoce al fotógrafo, despertando las ganas de que algunas fotografías tengan pecho para poder abrazarlas.