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La sombra del color

Exposición / Galeria Muro [ESPACIO CERRADO] / Correjería, 5 / Valencia, España
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Cuándo:
06 dic de 2012 - 01 ene de 2013

Inauguración:
06 dic de 2012

Organizada por:
Galeria Muro

Artistas participantes:
Juan García Ripollés

       


Descripción de la Exposición

RIPOLLÉS Y LA SONRISA DEL PÁJARO

 

Ripollés es un artista que vive asombrado por las cosas, las personas, lo que le rodea. Sus pinturas, esculturas y grabados dan cuenta de esta curiosidad que se convierte en una declaración poética propia de un profético Fauno. Con su flauta en forma de pincel, va obsequiando sueños a las musas que retrata. Su intención se emparenta con este verso de Mallarmé dedicado a esta deidad mitológica: 'Estas ninfas quisiera perpetuarlas'. El arte de Ripollés es una fuente de erotismo; trazos, planos y curvas suscitan un encuentro con la voluptuosidad.

 

Esas mujeres que salen de su cabeza son configuradas en el lienzo con el arranque de su maestría, homenaje a esos paseos en terrenos de lo dionisíaco, en ese fluir mediterráneo de ver el sol y creer que se puede tocar con el dedo mientras fluye el vino y el deseo en la mesa del color, acompañados por una paloma o un perro que se viste de conejo y salta por los rincones de la creatividad, ensimismado por la vitalidad musical.

 

En muchos de sus cuadros se ven personajes dialogando o tendidos sobre una toalla en la playa sin musitar nada. Éstos se acompañan por libros, botellas, copas, frutas o por el siseo de la tranquilidad. El mundo femenino es una detonación del color en un cuerpo reposado que cierra los ojos, escucha los secretos del mar mientras el viento permite una coreografía inquieta de la arena. 'Belleza dormida' de 1980, es un acrílico que exterioriza la siesta de una muchacha, dueña de una figura inquietante que altera el sosiego del océano. La pincelada sobre su complexión proviene de una decisión salvaje y provoca un desfile de seductora furia en su curvatura, removiendo el paisaje que la acoge. En su espalda asoma parte de una encía con sus dientes, posiblemente afilados, guardianes de ese descanso intentando ser eterno, inamovible, con la intención de ser admirada su carne envuelta en la pasión de unas gruesas extremidades. A la vez, esta fémina mantiene una pose rígida como si fuera a representar con su corporalidad la cabeza de un animal; sus pechos se convierten en los ojos de este ser y la boca, ya nombrada hace un momento, mantiene su escondite en el espinazo de la modelo. Ripollés juega con su influencia picassiana y cosecha posibilidades que le permiten, con el paso del tiempo, llegar a una figuración mágica, alimentada en su frescura por diversos parajes de la vivacidad y su extremo delirio, donde el dios Pan baila día y noche. Su inspiración en la esencia del mundo femenino. Es el ansia infantil de ir descubriendo nuevas vías para llegar al corazón de la imaginación.

 

En 'Reposo en la playa' de 1981, pinta una mujer en blanco y negro, rodeada por un ambiente de colores puros. Existe un juego geométrico que se deja acompañar por una sensualidad de la línea. Una huella acrílica despierta a la fantasía más libre e impulsa su salto entre los brazos del art brut y el pop. La audacia del negro refuerza la energía de la obra; se deja llevar por el meneo de la sombrilla y la calidez de la mujer en su blanco majestuoso, observada por las pequeñas piedras que hay hacia el costado izquierdo como si fueran diminutas cabezas de sátiros. Hay un libro abandonado a su suerte entre la toalla y la arena, en espera de ser considerado otra vez cuando los ojos de ella se abran y enciendan cada palabra con el poder de su córnea. El intenso rojo de la almohada donde reposa la lograda y detallada cabellera del personaje, se asemeja a un fruto mordido por la elegancia tosca del día, concordancia con el agua y el cielo como telón, pidiendo el bamboleo de las hojas espumosas. Este cuadro logra atrapar el mecimiento del aire marino con su economía pigmentada, animando una complejidad en sus formas con gracia, con un disfrute en su composición.

 

Desde sus inicios se deja llevar por una indagación insaciable de temas y técnicas, buscando en cada momento nuevas ocasiones para fijar un encuentro con la libertad en el mismo acto de pintar o esculpir. En los sesenta se dedica a concebir pinturas con temática bíblica, pasando a los setenta con un denuedo manual e informalista como se aprecia por ejemplo en 'El entierro' o 'Mar adentro'. Lleva dentro un espíritu cambiante, de niño inquieto y coge un pincel con fortaleza.

 

Encauza así toda su poética en la vibración de su destreza, aglutinada en la corteza chispeante de un bodegón, un diálogo en una mesa, una siesta, una cabeza de buey o una bañista intentando atraer la vista de un admirador con su personal combinación de fragmentos rígidos, casi devorados por una masa azul, enseñando al verano de los ojos su voluminosa estampa. El hecho de dormir en la playa es una obsesión de Ripollés como motivo importante de su pintura, al igual que el encuentro entre dos o tres personajes. Brujos y encantadores, en los años ochenta, tratan de poseer los encantos de una mujer a través del lenguaje de las manos que se acercan como tarántulas al rostro de una joven de perfil, mascarilla desdoblada en el trance, desespera a la fiera monstruosa con gestos caninos, testigo de ese rito íntimo rozando las rectas de una habitación; allí emerge una silla mecedora, rendida ante el hechicero de túnica orgiástica irrumpiendo en lo transversal de lo hipnótico.

 

Lo onírico se deja sentir en obras como 'La mueca del payaso' o 'En vez de cabeza pájaros', ambas de 1980. En el primero, el pie del clown pasa a ser una mano con la intensión de atravesar una dimensión, un espejo o un espacio incierto pero que no es un problema para esta jovial figura, recordando la magia de Chagall y el gesto emotivo de Rouault. El humor absurdo le atrae a Ripollés, provoca un ademán circense expresionista en el lienzo, manchas azafranadas coagulando como sangre y un fondo negro con un poder avasallador en el rostro, dejando asomar por su costado derecho una tímida mandíbula, abierta a la oscuridad de la carcajada. En la segunda pintura, un hombre animalizado ha sacado su cabeza y pone en su lugar dos palomas formando un ramillete de alas. Es la impronta barroca de lo bestial hecho sueño con una brusca pincelada, padeciendo ironía en su postura de muñeco de feria. La paloma es una gran protagonista en su trayectoria como artista, recordando 'La mujer de la paz' y 'El hombre de la paz' de 1985, con el asalto de esta ave en azul a la pasividad de unos cuerpos rígidos, desbordados en óleo y en colosal materia. Éstas se exponen al rasgado, al rayado, desembocando en una fase muy distinta con respecto a otras, relacionadas con la pulcritud del acrílico.

 

Los tonos azules son esenciales en la producción pictórica de Ripollés, propios de su realidad mediterránea embebida día a día con interiores de hogar y su revelación de agua en las botellas torcidas, panorama de amantes que se observan en medio de un tablero cuadricular, sin dejar de lado la compañía de un perro y su vista fija en unas recias piernas, fiesta de la desproporción anatómica, fiesta del brindis, de una playa cubierta por una toalla, a la vez piel de tigre. El Fauno besa sus manos frente a la diosa de azul claro, desnuda en la intimidad de un prodigio esmaltado con pájaro, amanecer sutil en el cimarrón de unas caderas a punto de navegar en el líquido del grosor. En la 'Conversación' de 1985, la pasta estimula la marea del rayado y el triángulo blanco asume la intensidad del azar. Aquel fondo acuático sostiene a dos seres que charlan y rugen en la imprudencia del óleo, pulverizando el volumen con fuertes pinceladas, traduciendo el plano en rastros de líneas hechas con uña felina. Es la comunicación entre dos personajes en medio de un paraíso como puede ser una playa o también, en muchos casos, la fraternidad de un salón, una habitación o un campo silvestre. La convivencia y la vida en libertad es lo que alienta a Ripollés a crear.

 

EXQUISITOS MONSTRUOS

 

A partir de los noventa, se asoma un imaginario poblado por monstruos y seres que perfectamente pueden provenir de cuentos infantiles y pesadillas. O también bellos sueños. El volumen de estas criaturas aumenta, la melodía de sus flautas suena más fuerte (muchos de ellos podrían ser hijos de Fauno). En sus rostros se esbozan colmillos o sonrisas invitando a todo el mundo a explorar el reino fantástico de lo lúdico. Hay en éstos una estrecha cercanía con la imaginación de artistas como Appel, Jorn, Lindstrom y Lucebert. Esta obra se acerca a la libre exploración de los CoBrA, con una poética derivada del mundo primitivo, de los locos y los niños. No es casualidad que Ripollés exponga en Amsterdam y Bruselas, dos urbes que fueron centros operacionales de las actividades artísticas de CoBrA. 'El borracho' de 1993, es una especie de Ubu Roi (obra teatral de Alfred Jarry), devorador de vasos gracias a sus dientes afilados de una de sus bocas. Con la otra sonríe despreocupada de lo que haga su hermana bucal.

 

Ripollés trabaja bastante esa dualidad facial, mejor definirla como ubuesca, especie de Janos estridentes sosteniendo con sus manos corazones y palomas; es una anatomía esperpéntica, con hambre de reinventar otras realidades como lo hacen las personas cuando son pequeñas y se inventan amigos que sólo ellos pueden ver. El creador español hace lo mismo: engendra su bestiario, les bautiza y les abre la puerta de su casa para que vayan a recorrer otras ciudades dando un mensaje: 'la imaginación está vigente'. Otros que se dedicaron como Ripollés a explorar el universo de lo grotesco en la figuración fueron Dubuffet y Baj. Al igual que el primero, no dudaron en recurrir al humor, esa energía que les permite hacer arte sin limitaciones, rompiendo las barreras de lo convencional.

 

La técnica mixta es la nueva aliada de Ripollés. El colorido se hace más intenso en sus nuevas mujeres, violinistas, jóvenes amantes... 'Los enamorados' de 1996, es una lluvia de cromatismo; bañan a una pareja que comparte un ojo y se dejan acariciar por huellas de manos que son del mismo Ripollés. Todos caen en esta fiesta de besos y abrazos, expresividad voluptuosa de cuerpos unidas a formas triangulares con otras ovaladas, amarillos que se incorporan al naranjo o éste al morado. El genio de Castellón no descansa en retratar la vida a través de sus bellos monstruos que luego viajan del lienzo a la escultura en bronce, cristal, resina, cerámica. En esa ocasión, algunas adquieren un gran formato y pasan a intervenir la urbanidad en rotondas, calles y parques. El amor, la alegría, el sol, el toro, el tótem, la máscara o el mismo Ripollés son moldeados como objetos de encantamiento, disfrutados tanto por adultos como por niños. Las transfiguraciones van dejando al desnudo el juego de los músicos, la admiración por la naturaleza, el aroma de la mariposa, la dicha de estar acostado y ver el cielo, los amantes y sus círculos llenos de matices, la degustación de las tardes soleadas. En 2001 pinta 'Bodegón con niño', síntesis de sus preocupaciones estéticas, suma además de los estilos que ha cultivado, dan como resultado un desasosegado infante que mira lentamente el espectáculo de aves y conejos muertos sobre una mesa; la ingenuidad convive con lo pavoroso. Los pinceles se oscurecen pero el niño mantiene el amarillo y el rojo puro a través de líneas y curvas, como un encuentro entre la vida y la muerte.

 

La alucinación se concentra en el óvalo, en la redondez propia del señor huevo que saluda a Alicia en el país de las maravillas. Hay señas a las historietas y una fascinación por el Bosco y sus pequeños demonios que incentiva a Ripollés a dedicar un homenaje a este artista de los Países Bajos, una criatura con cuatro brazos, tres ojos y otra de menor tamaño con seis brazos sobre su barriga y piernas. Lo bidimensional está a la espera de ser poblada por representantes bicéfalos que ven reducido su cuerpo a un aplastamiento de sus miembros como en 'Chica Luna' de finales del dos mil. La festividad es parte de los trabajos del último tiempo y jamás le ha abandonado el júbilo, sea en una escena campestre o en la fisonomía de un monstruo de su inconsciente. Ripollés existe para el placer de inventar. 'A fin de cuentas no hay que olvidar quién es realmente Ripollés: un auténtico artista que vive por y para el arte', escribe José Garneria hace unas décadas atrás.

 

En 2008 en la sala Lametro de Valencia, exhibe aguafuertes, esculturas de resina y sus grabados matéricos donde introduce elementos sólidos como aluminio y virutas, propuesta que lleva a un nuevo modo de concebir este procedimiento creativo. Es un innovador hábitat para sus tótems, mujeres con fruta, danzarines de tres brazos, soles óxidos o sus bestias, apoteosis del colmillo refrescante, ruptura de la tradición de un método necesitado de cambios. Su estatuaria de resina posee un entusiasmo visual y cabe distinguir sus imágenes con cabeza de paellera, volviendo así a la cita mediterránea, banquete óptico que divierte al chico sol y al soñador en busca de un corazón con forma de libro y viceversa. Esta voluntad del artista podrían reflejarse en unos versos de otro maestro, Lucebert: 'juega él con los elementos / y los elementos juegan con él'. Otras esculturas atractivas, mostradas en otras exposiciones, son las hechas con cristal de Murano veneciano, exhortación de la transparencia inundada de signos y jeroglíficos, canto interminable como el de los pájaros por la mañana. Caramelos de lo inverosímil visten a las muñecas y a los enamorados. Todos buscan las flores de cristal en los parques de la sonrisa. La existencia de un gran ajedrez es un gozo para todas las piezas, hijos de Ripollés tras la competición; el trofeo, un abrazo de la sinceridad, la soltura poética y la valentía de concebir un arte para el presente y el futuro. 'Esfuérzate por no estar debajo de tu época', expresa Lichtenberg. Y así lo hace Ripollés, esforzarse para ser un heterodoxo, autor de una herencia importante en el arte contemporáneo (destacando el apoyo incondicional de algunos galeristas como Basilio Muro en Valencia). Sus oídos son sordos a todos sus detractores que no han visto todavía el vuelo del pájaro en la mente de una niña alegre.

 


Imágenes de la Exposición
Ripollés

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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