Descripción de la Exposición
Resistencias Encarnadas: Tecnologías Oníricas, Historias Silenciadas y Memoria Familiar
Por Ilaria Conti
El trabajo de Noé Martínez está profundamente arraigado en la historia de la esclavitud en la región Huasteca, de donde proviene su familia. Esta exploración temática se conecta directamente con su obra anterior, continuando su compromiso con las historias personales y colectivas. El génesis de esta investigación radica en una serie de sueños en los que el artista visualizó escenas que más tarde vinculó con la historia de la esclavitud en la región. Estas visiones encarnadas marcaron un punto de inflexión en su práctica, impulsando un cambio desde el trabajo curatorial hacia una investigación y creación artística enraizadas.
Este proceso transformador forma parte de lo que Noé define como “deseducación occidental”, un desaprendizaje deliberado de los marcos mentales, físicos y emocionales impuestos por la colonialidad y sus neurosis resultantes. Su práctica artística busca compartir este proceso de liberación a través de vocabularios visuales y metodologías que no solo critican, sino que también reconstruyen. De manera crucial, el enfoque de Martínez no opera desde un punto de vista abstracto o teórico, sino a partir una perspectiva personal. Mientras que gran parte del discurso sobre la colonialidad y las políticas de identidad se mantiene en el terreno de la teoría y la denuncia, su obra se adentra en el ámbito de lo íntimo, destacando lo personal como algo inherentemente político.
Las obras de esta exposición abordan la historia colonial a través de la historia personal y el linaje del artista. Esta crítica decolonial se encarna en su árbol genealógico, que reconstruye minuciosamente, pieza por pieza, a pesar de las inevitables lagunas en la documentación histórica. Para él, la precisión de una reconstrucción literal es secundaria frente al significado simbólico y político de tal empresa. Su obra de Martínez prioriza la experiencia simbólica y su resonancia política, anclando su práctica en el mundo de los sueños como una tecnología de transmisión de conocimiento intergeneracional. Para el artista, los sueños son un puente hacia los mundos de aquellos que ya no están físicamente presentes, pero cuya guía continúa dando forma a los vivos.
El ejercicio de llenar los vacíos en los registros históricos y archivísticos se enriquece con la práctica onírica del artista, mientras que las ambigüedades de los sueños se aclaran mediante la investigación histórica. Este enfoque dual surgió como una necesidad de un artista moldeado por una generación marcada por eventos como el secuestro masivo de Iguala. La violencia y la falta de rendición de cuentas en el mundo que lo rodeaba lo llevaron a mirar hacia adentro, impulsándolo a buscar conocimiento, evidencia y pruebas, no solo para exigir rendición de cuentas, sino también para reformular narrativas y desarrollar formas no coloniales de sanación. Esta búsqueda responde al trauma profundo (“el susto”) que Noé Martínez identifica como un síntoma colonial, manifestándose tanto en las psiques individuales como colectivas.
Central en la metodología del artista es el uso de los sueños como una herramienta decolonial, una práctica que resuena con el concepto de nepantla de Gloria Anzaldúa, un espacio liminal de transformación donde el conocimiento ancestral y personal se intersectan. El resultado de este esfuerzo consciente es un sistema único de conocimiento que une lo personal con lo histórico, lo micro con lo macro. La práctica de Martínez demuestra la urgencia de las metodologías no coloniales en la vida cotidiana, no solo dentro de los marcos teóricos. El conocimiento, para él, nunca es estático ni cristalizado; es un proceso fluido y dinámico, capaz de abrazar la complejidad e incorporar continuamente nuevos fragmentos de verdad histórica. Su trabajo se asemeja menos a una escultura monolítica e inamovible y más a un mosaico, cuyos fragmentos reconfigurables revelan narrativas matizadas y en constante evolución.
Una serie de obras en esta exposición consiste en pinturas de pequeño formato que evocan fotografías familiares de mediados del siglo XX. Este formato íntimo le permite al artista enfocarse en los detalles fisiognómicos de sus ancestros: sus rostros, miradas y expresiones, tal como aparecían en sus fotografías o sueños. El pequeño formato también otorga una cualidad meditativa al acto de pintar, poniéndolo cara a cara con sus antepasados. Cada retrato se convierte en un pequeño acto de resistencia, una pieza de un rompecabezas más grande que forma una red de conexiones afectivas y rastros vivos de supervivencia.
Estos retratos están realizados sobre cobre, un material que a menudo se utiliza en la producción de sonidos que se cree que disipan el susto. La superficie reflectante del cobre también sirve como medio para convocar e invocar. Los rostros que emergen de estas superficies están adornados con tatuajes inspirados en las marcas corporales inscritas en las piezas arqueológicas de la región Huasteca, una forma colectiva de escritura que existió durante milenios. Noé transpone estos motivos de tatuajes a los rostros de sus familiares, creando una continuidad entre el pasado prehispánico y el presente.
Sin embargo, en ocasiones, la documentación histórica y los sueños no son suficientes para proporcionar una reconstrucción completa. En tales casos, Noé Martínez recurre a sí mismo, utilizando sus propios rasgos faciales para llenar los vacíos en su árbol genealógico. Donde la representación visual está completamente ausente, se niega a dejar que la memoria desaparezca. En cambio, objetos, detalles materiales e incluso palabras se convierten en estrategias para encarnar conocimientos, vidas y resistencias. Entre estos objetos, los cristales tienen una importancia particular. Originalmente marcadores de estatus burgués colonial en los siglos XVIII y XIX, estos objetos ahora son reutilizados por curanderos huastecos como herramientas de sanación. En su obra, estos cristales articulan una comprensión más compleja de la resistencia, la memoria y la resiliencia, que incorpora instrumentos coloniales de poder transformados en herramientas de reparación y supervivencia.
Rastrear estas líneas familiares y darles continuidad en el presente se convierte en una forma de combatir el borrado y el olvido, ambos inherentes al proceso colonial. El ejercicio de reconstruir su árbol genealógico es una forma profundamente íntima de resistencia política. La noción de “fabulación crítica” de Saidiya Hartman, que busca reimaginar y dar voz a las historias silenciadas, es palpable en este proceso. Reiterar la relevancia de quienes nos precedieron se convierte en una manera de honrar su supervivencia frente a las fuerzas necropolíticas. Martínez lleva su conocimiento y memoria al presente, tratando el tiempo como una entidad compleja, elástica y estratificada. Este acto íntimo de recuerdo es la forma más profunda de resistencia: una re-existencia. Los rastros del pasado se convierten en semillas de las cuales pueden brotar nuevos conocimientos y conciencias, un enfoque que describe como “atrapar gotas de niebla para crear agua”. Su obra construye un cuerpo colectivo, un álbum familiar que se convierte en una ofrenda a quienes lo precedieron.
La exposición también incluye una serie de pinturas de gran formato, que amplían este diálogo con lo invisible. Estas obras hacen referencia a la numerología de los cuatro puntos cardinales y están enraizadas en momentos específicos donde los procesos oníricos del artista se intersectan con elementos históricos. Una de estas obras, La sombra de la montaña tiene tatuajes, refleja un pilar central de la epistemología indígena: el concepto de la sombra. En el lugar de nacimiento de Martínez, cualquier cosa que tenga sombra se considera viva. Esta obra fusiona el motivo de la sombra con la imaginería de tatuajes, representando una continuidad de pensamiento y conocimiento entre el pasado y el presente. La montaña y su sombra son testigos de las historias de las comunidades que observan, encarnando la memoria tanto como los tatuajes grabados en las figuras de sus piezas.
Las estrategias del arte contemporáneo se convierten en una forma de disfraz que el artista utiliza para avanzar en una conversación que epistemológicamente existe en otro lugar: en los territorios de su familia, en el idioma que poco a poco ha recuperado tras años de borrado, y en el espacio liminal entre los rastros históricos y los sueños. Su obra navega el delgado umbral entre quienes están presentes en carne y aquellos que persisten en la memoria, creando un poderoso y estratificado diálogo que desafía el silenciamiento colonial y celebra la resiliencia del conocimiento intergeneracional.
Premio. 27 ene de 2025 - 10 mar de 2025 / Vitoria-Gasteiz, Álava, España
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España