El artista madrileño Miguel Ezpania nos muestra en Santa Infancia un mundo delirante en el que los miembros de su familia se bañan en océanos de plástico o posan frente a lugares que nunca visitaron.

La globalización es vivida en este caso con extrañamiento, pero muy pronto la pose característica de las imágenes familiares nos conecta con la obra por medio de un cordón umbilical empático en el que cada uno de nosotros encuentra las reminiscencias de su propio pasado, de su propio álbum familiar y, cómo no, de sus sueños.

Como ya hicieran Buñuel y Dalí en pleno arrebato surrealista, Miguel Ezpania nos presenta una obra muy personal en la que, dejándose llevar por sus experiencias oníricas, entrelaza fotografías familiares con lugares visitados en sus viajes dándole a todo una pátina final con ciertas ... reminiscencias de Pop Art.

Podemos afirmar que Miguel Ezpania ha encontrado el material con el que reconstruir sus sueños y a ello se ha dedicado los últimos 3 años. Como él, son muchos los artistas que han vuelto su mirada a sus álbumes familiares en los últimos tiempos tras compartir algunas circunstancias vitales como la experiencia de la emigración con el posterior retorno a la casa familiar, o la amenaza del olvido sobrevolando sus recuerdos.

Tras estas vivencias, o quizás a causa de ellas, Santa Infancia nos invita a un curioso viaje de inmersión en el pasado de Miguel Ezpania para reinterpretar artísticamente una imaginería muy peculiar. Sin embargo esta obra no es el final de este retorno onírico a la memoria, ya que Ezpania se encuentra actualmente en un proceso que podríamos calificar casi de arqueología personal, de Egología, en el que los álbumes familiares y las películas domésticas en super8 se convierten en la esencia del arte, de los sueños y de la misma vida.

El sujeto artístico moderno estaba claro. La Posmodernidad, sin embargo, nos enfrenta a una deconstrucción obsesiva de la que no se ha salvado ni la propia identidad. Muchos han hablado de las distintas identidades que han surgido en el arte de los últimos tiempos y ahora, tras el caos identitario, probablemente haya llegado la hora de hablar del regreso a los orígenes para encontrar la esencia del propio ser.

Orígenes a los que vuelve la mirada Ezpania en esta peculiar propuesta onírica en la que creo que hay también mucho de trabajo arqueológico sobre la propia identidad. Sin embargo, aunque pareciera que esta obra se distancia de las anteriores, también encontramos su sello personal en el toque surrealista, en la fotografía familiar convertida en un readymade o en su personal interés por el progreso (aquí representado por elementos como las botellas de plástico) y por la vida cotidiana, a la que una vez más desnuda lúdicamente de toda esencia real o racional para resaltar su personal visión del mundo, en esta ocasión encarnado en su entorno más cercano.