Descripción de la Exposición La muestra reúne los últimos trabajos del escultor, un proyecto en el que el artista integra un discurso unitario donde cada pieza está meditada al milímetro para que nada desvirtúe el contenido del mismo. Para ello se exhiben en la sala un total de 20 esculturas compuestas por varillas de hierro, todas ellas representan individuos de tamaño natural y tienen un grosor de 6 milímetros de ancho.
Esparcidos por todo el espacio, los seres de Gil Arévalo toman el lugar que habitan organizados en grupos etéreos en constante movimiento, huyendo todos ellos de esa frecuente cualidad estática que a menudo tiene la escultura. Es aquí donde aparece la obsesión del artista en su discurso; así como en su anterior exposición abordó el tema de la mitología trabajando con sus manos el bronce, esta vez su fascinación queda desnuda ante nosotros cuando intuimos fuertemente la presencia del trazo al aire que sólo permite el dibujo. Casi como bocetos, estos personajes están tratados más como esquemas gráficos que como escultura volumétrica, se nos aparecen dibujados en el aire, sin más volumen que el que nosotros queramos intuir y con una magia y expresividad que contrasta diametralmente con el material elegido, el hierro.
Gil Arévalo, profesor titular de Dibujo al natural de la Facultad de Bellas Artes de Sevilla, se ha imbuido al realizar esta exposición en una investigación pormenorizada del concepto de infierno que cada religión desarrolla y del cual se hacen usos dogmáticos indistintamente. La puerta del infierno versa sobre nuestro infierno cotidiano, no el de fehacientes doctrinas ni justos dioses, sino del que cada día, cada uno, trata de sortear para salir victorioso una jornada más. Nuestro infierno habitual está aquí abajo y lo miramos de frente a cada paso que damos. Por eso, estamos continuamente en un lado u otro de la puerta, a ratos dentro y a ratos, con mucho esfuerzo, fuera.